Auge y caida del PLC - Reflexión final

Hemos visto cómo el PLC alcanzó su destacado apogeo como líder de la esperanza en la construcción de una Nicaragua próspera: una nación que propiciara la prosperidad, la justicia y las oportunidades por igual para todos. Pero los hechos evidencian que la codicia y la ambición del caudillo en beneficio propio y de su círculo íntimo, círculo dócil que refrendaba ciegamente las múltiples artimañas y negociaciones, que por mezquinas resultaron en detrimento del partido y del futuro del país. Tristemente, las acciones del doctor Alemán y sus asociados han vuelto a poner a los liberales —y al liberalismo nicaragüense— de espaldas a la historia.


Unos dicen que Alemán se vio forzado a pactar con Ortega, porque estaba enjuiciado y necesitaba el amparo de Ortega. Los que afirman esto lo hacen sin saber de qué hablan o tratan de engañar. La verdad es que la reforma constitucional del Pacto quedó firmemente aprobada en enero del año 200l, cuando el doctor Alemán gozaba de gran poder y popularidad en la presidencia de la República y definitivamente no estaba enjuiciado ni existía ningún asomo de  poder ser enjuiciado.


Otros erradamente afirman que Alemán buscó ese pacto para obtener inmunidad al finalizar su período. Estos, también no saben de qué hablan o simplemente mienten para engañar a la opinión pública. La verdad es que al tenor de los Artículos 2, Incisos b) y c) del Capítulo I del Tratado Constitutivo del Parlamento Centroamericano, como expresidente gozaría de la inmunidad que le brindaba la diputación automática al Parlacen, al concluir su mandato. Como abogado, Alemán conocía esta salvaguardia, mejor que nadie.


Todo parece indicar que el doctor Alemán pactó por el embrujo del poder y la fortuna. Para ello preparó con anticipación su permanencia en las alturas del poder y planeó llegar a ser presidente de la Asamblea Nacional al finalizar su período presidencial y seguir mandando desde ese puesto. Para ello, arregló espacios negociados y mecanismos compensatorios que le asegurasen, mediante un pacto con Daniel Ortega, el “encaudillarse” y llegar a la presidencia de la Asamblea Nacional en preparación a su anhelo de seguir gobernando desde las alturas de ese poder y después de ese período, retornar a la Presidencia de la República en el 2006.


Además, es obvio suponer que Alemán urde la idea y propone rebajar el porcentaje de votos nacionales a solo el 35% como gran tentación para Ortega. Este sabe que la base de sus votos históricos oscila entre 35% y el 40%; y por tanto, es una oferta apetitosa. Esta estratagema de Alemán refuerza el chantaje a la población que teme que Ortega gane con solo ese 35%. Así reduce la competencia electoral de cualquier otro candidato o partido o alianza de partidos y de esta manera arrincona al votante a tener que votar por Alemán para no dividir el voto. Pero a Alemán le salió el tiro por la culata.

 


Alemán: ¿Entre su ambición y la realidad?


Alemán nunca se imaginó que su invencible PLC se dividiría a causa de la apatía que causó el famoso Pacto en sus filas. Jamás tampoco se imaginó que debido a esa apatía, Arnoldo Alemán, como candidato a la Presidencia de la República sacaría menos del 10% de los votos nacionales como sucedió en el 2011 cuando sacó 5.91%, y que a la vez, el PLC quedaría con solo 2 diputados en la Asamblea Nacional y solo 2 alcaldías en todo el país, tal como sucedió en 2012.


Al final resultó que la ristra de errores del PLC, junto con la ceguera de la dirigencia liberal, hicieran imposible que él alcanzara sus ansias de permanencia en las alturas del poder, sino que más bien sirvieran para que su socio en el pacto los aprovechara y llegara a ser el heredero del poder que tuvo Zelaya y el que tuvieron los Somoza.


Tal como lo decía don Pablo Antonio Cuadra: “No todo es solo culpa [obra] del caudillo”.
Por ejemplo, la experiencia vivida por los liberales que siguieron a Zelaya y a Somoza, a quienes les hincharon sus egos, los llamaron “el hombre”, los convirtieron en “el caudillo”, los subieron al poder, los trasformaron en dictadores y, por último, se enterraron con ellos.


¿Cuántas veces se volverá a repetir esta triste historia que tiene a Nicaragua dando vueltas en círculo, sin avanzar en beneficio de los intereses nacionales?