Page 64 - RC_1969_01_N100

This is a SEO version of RC_1969_01_N100. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

San Vicente y San Salvador, uno u abo de ellos siem_ pre al frente de nosotros Toda la supelficie del tene– no es volcánica. por millas y millas el camino pasa soble lava en descomposición, induciéndonos a creer que toda la rosta del Pacífico es una inmensa aleada sobre fuegos subterráneos Desde la independencia, este Estado ha sido el baluarte principal de los prin_ cipios libelales, por todo él se respira progreso, au– sencIa de hipocresía y de fanatismo 1 eligioso, V un desarrollo de enf-rgia física y moral que no se encuen_ tia en ningún otro Son los salvadOleños los únicos que consideran punto de honor nacional el sosteni– miento de la integLidad de la República de Centro A–

mélica

Por la tm de del segundo día de viaje tuvimos a

la vista del Lempa, ahora un gigantesco río que se mue_ ve hacia el Pacífico Tles meses antes yo 10 había vis– to como un pequeño arroyo entre las montañas de Es_ quipulas Aquí nos encontramos con don Carlos Rivas, un Uder del partido liberal de Hondm as, huyendo de los soldados del partido contrario de su propio Esta– do Descendimos a las márgenes del río y proseguimos por enmedio de un frondoso bosque que había sido arrasado por un huracán que derribó muchos árboles El valle por daDde se atraviesa el río tiene como me_ dia milla de ancho, pero como entonces era la estación seca en el lado POI donde entramos había una ancha

play~ de arena y piedras Llegamos hasta la orilla

y gritamos al barquero que se enconh aba del ouo la–

do Otros gl upos de gentes fueron llegando, todos fugitivos, entre ellos la esposa y demás familia de don Carlos, formando todos juntos un gl upo en la orilla POI fin llegó la barca y tomó a su bOl do diez y seis mulas, sillas y equipa;es, y tantos hombl es, mujeres y

nifíos como cupieron, dejando a muchos en espela Por último, casi al anochecer, llegó nuestro turno y, al desembarcar, nos encontramos con todos los ranchos llenos de fugitivos; familias enteras estaban bajo los árboles y los amigos felicitándose mutuamente por

haber logrado poner al Lempa de por medio Nosobos nos acostamos en la playa sobre nuestro equipaje y

antes de que amaneciera ya estábamos nuevamente a

caballo

Esa noche dOlmimos en San Vicente y a la maña_ na siguiente el capitán, en compailía de un oficial in– válido de Morazán, a quien por enfermedad no se le había permitido acompañar al general en su marcha conna Guatemala, pasó adelante con el equipaje, mientras que yo, con el coronel Hoyas, di un ladeo para visitar El "Infierno" del volcán de San Vicente el uzamos una hermosa planicie rodeando las faldas del volcán dejamos nuestras bestias en una choza y seguimos a pie una distancia regulal, hasta Ilegal' a un arlOYO en un profundo balranco, cuyO CUlSO seguimos hacia arriba hasta que llegamos a la base del volcán El agua ela caliente y con sabor de vlhlolo y las ori– llas estaban iDCI ustadas con vitriolo blanco y flor de azufre A una distancia como de cien o doscientas yar– das. fOlmaba una especie de poza donde la temperatu– ra del agua pasaba del grado más alto de mi telmó_ metro Reaumur En varios lugares percibimos 1 ui– dos subtenáneos y, hacia el fin del balTanco, a un lado sobre la orilla, había un orificio como de treinta pies de diálP..etro por el cual, con espantoso ruido, sa–

Ha una columna de agua hirviendo Este se llama El Infiernillo o sea las "pequeñas legiones infernales" Los habitantes cuentan que la más leve agitación del ah e o aun el sonido de la voz humana hace aumentar el

1 uido Aploxim~ndonos lo más que pudimos, grita_ mos varias veces y, escuchando y rohando pOI la ho– rrible cavidad, me imaginaba que el ruido ela más fuelte y más curioso y que a nuesno llamado el agua hil vicnte brotaba con más fuerza El coronel Hoyas me llevó a una veleda desde la cual se divisaba el ca_ mino como una Unea blanca sobre el verdor de la mon– taña :Me di~o que ia mayor parte de los habitantes de San Migue]' habían huído a San Vicente y que allí las hopas hondmeñas serían repelidas Nos despedi-

20

mas con muy poca espel anza de volvernos a ver pI an_ ta otra vez y en tan inglatas cilcunstancias pala él

Alcancé al capitán en un pueblo donde él ya tenía preparado el desayuno, y por la tarde llegamos a Co– jutepcque, que desde hacía dos días ela la capital im_ prov}sada, bellamente situada al pie de un pequeIÍo volcan apagado, cuyo verdor lo inteu umpían sólo las curvas del camino, V sobre cuya cima estaba una for_ taleza que MOl azán había construido como su último balu31 te }>m a morir al pie de la bandera de la Repú– blica.

Como a la una de la tarde del día siguiente llega_ mos a San Salvador Entrando por una hermosa puel– ta y con los suburbios llenos de ál boles frutales y de Ilolf.. s, era difícil datse cuenta del estado miseIable en que se encontraba la ciudad A medida que avanzába_ mos veíamos montones de escombros y grandes casas con el frente caído o agrietado, señales de los terre_ motos que ,habían arruinado la ciudad, que era el asien–

to del gobIerno y que ahora se encontraba casi despo_ blada Esta serie temblores había empezado el tres de Octubre anterior (el mismo día que me embarqué para el país) y durante veinte días seguidos tembló la tierra, en ocasiones hasta quince o veinte veces en veinticuatro horas y, una vez tan seriamente que se– gún me dijo MI' Chatfield, una botella que tení~ en su dOlmitOlio cayó al suelo. La mayor pal te de los habitantes abandona10n la ciudad y los que se que_ dalon dormían bajo manteados en los patios de sus ca– sas Todas é'itas se encontraban más o menos dañadas algunas de ellas inhabitables y otras enteramente caí~

das Dos días antes, el Vice_PI esídente y los funcio– nal ios del gobierno fedel al y del Estado, impelidos

pOI' la crisis de los tiempos habían regresado a su arruinada capital Era corno' la una de la tarde con intenso calOl y sin Iunguna sombra; las calles s~ en–

contraban solital ias y cenadas las puel tas y ventanas de las mujeles del m~rcado, y los habitantes, olvidán_ dose de los temblores y que el ejél cito enemigo mar– chaba contra ellos, dOl mían la siesta del medio día En una esquina de la plaza estaba una barricada cons– huida con honcos de árboles, luda como una fortale_ za india y almada con cañones, con !a intención de que allí fueta la última escena en defensa de la ciudad Unos pocos soldados dormían en el cOll'edor del cuar– tel y un centinela se paseaba frente a la puerta Pre~

guntándole por nuesuo camino, doblamos la esquina de la plaza y paramos fl ente a la l esidencia de don Pe– dro Neglete, quien por aquel tiempo actuaba como vi– ce-cónsul de Inglaterra y Francia, único 1epI esentante por entonces d~ poderes extranjeros en la capital Uno de los rasgos de esta infOltunada revolución

el a que, el p81 !ido libel al que antes era amigo y apo– yo de los extranjeros, ahOl a manifestaba un violento enojo en contra de eUos, especialmente hacia los in_ gleses, sin duda por la ocupación de la pequeña y mi– serable isla de Roatán en la Bahía de Honduras La prensa, es decir, un pequeño periódico semanal de San Salvadol, estaba lleno de altículos incendiarios en con–

Í) a de los ingleses por la usurpación, por su ambición desmedida y por sus injustos propósitos de aglegar a sus extensos dominios la República de Centro A~

mélica No era más que un desesperado esfuelzo pa–

la sostenel a un paltido amenazado de la destlucción, levantando el espÍl itu nacional en contra de los extran– jeros Un desall'ollo de ese mismo esfuelzo se vió en el ti atado de alianza entre San Salvador y Quezalte– nango, únicos dos Estados que sostenían al gobierno fedetal, en cuyo pacto, en Agosto anterior, quedó con~

vencido que sus delegados a la Convención Nacional, serían instruido') para tratar, de preferencia a cuaL quier otro asunto, sobre las medidas que deberfan adop_ t81se para recuperar la Isla tle Roatán, y que ningún producto del suelo o de la industLia inglesa, aunque llegm a bajo bandel a de otra nación, y ninguna merca_ derfa de alguna otra nación, aunque fuel a amiga, si llegaba en buque inglés, sería admitida en el tClrito–

1 io, hasta que Inglaterra devolviel a a Centro América

Page 64 - RC_1969_01_N100

This is a SEO version of RC_1969_01_N100. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »