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« Previous Page Table of Contents Next Page »Tlanscurrió más de una hora antes que el guarda apal'eciese El quedó impresionado por el águila en mi sombrero. y mientras. yo le refería mi historia, de_ cía a todo: "Sí, Señoril, pero cuando le hablé de em_ barcalme, dijo: "Señor, usted no tiene pasaporte" No castigaré al lector con los detalles de todas mis vejaciones y ansiedades aquella talde Yo estaba lo más deseoso de apresurarme Mandar un correo a León me habría tenido en una espera insoportable Alguna dificultad podría sobrevenir, y el único me– dio de sosegar mi espíritu era el regresar yo mismo Ya había hecho el viaje más largo que jamás se hizo en el país sin un intervalo de descanso El camino que tenía por ddante me llevaba a tt avés del sitio de la guerra, y una demora de cuatro días me podía a11'O– jar en medio de ella. (En efecto, los resultados pro– baron que un día podía hacerlo así) Me fui con el guarda para la ('hoza, y en la mayor ansiedad que yo había sentido desde mi salida del hogar, le enseñé mis papeles -el mayor envoltorio, quizá, que él jamás ha_ bía visto antes, y con los más grandes sellos, particu_ larmente mi pasaporte original de mi propio gobier– no-', mezclando uno con otro a su gobierno y a mi go– bierno, las amigables relaciones existentes entre ellos, y tratando de darle una abl umadora idea de mi im– pOI tancia; pero él no entendió más de su significado que si yo le hubiese repetido en inglés el quinto pro_ blema en Euclides El pobre hombre se hallaba casi tan perplejo como yo Varias veces asintió y se re_ tractó; y por fin, al darle una carta prometiéndole la protección de MI'. Foster y la del comandante de El Viejo, convino en dejar salir el bongo.
Faltaba como una hora para anochecer cuando ba– jamos para embarcar las mulas. Mi bongo estaba en el último extremo del canal, y la marea había subido de tal modo que estaba a flote Empezamos con la parda, echándole un nudo corredizo alrededor de las patas, juntándoselas y derribándola al suelo En se– guida los hombres intentaron levantarla en peso sobre el costado del bongo; pero fallando en el intento, qui– taron el timón y apoyándolo junto al costado, jalaron la mula para arriba, después levantaron el timón, y la dejar on caer en el bote Mientras tanto el macho es_ taba bajo un árbol, mirando muy sospechosamente y con. terribles presentimientos Se le puso el nudo co– rredizo alrededor de las patas, con un lazo adelante y otro atrás para levantarlo, y luchando. desesperada– mente, fué derribado, pero antes que hubiese tocado el suelo, con un esfuerzo desesperado, rompió las cuerdas y se paró Una segunda tentativa tuvo me_ jor éxito; pero con los dos quedó el espacio lleno, y me ví obligado a dejar atrás la mula del equipaje. Le pa– gué al guarda para que se la llevara a Mr. Foster, pe_ ro nunca supe si le llegó o no.
Fuimos auxiliados por los barqueros de otro bon_ go, y mandé que les dieran cena y aguardiente a to– dos Esta fué proporcionada en la choza por el guar– da, y cuando se terminó, los hombres, todos de buen humo!', comenzalon a poner el equipaje a bordo. Aho– ra algunos de los que estaban detenidos refunfuña_ ban, y un nuevo personaje entró a la choza, como él dijo, directamente del pueblo, quien graznó a mis oí_ dos la odiosa orden, y el guarda otra vez hizo obje– cionES Yo estaba excesivamente molestC) por esta lU– tima interrupción y, echando en horamala al nuevo visitante, le dije al guarda que el asunto estaba arre– glado y que de mí no se burlarían, y agarrando mi es– capeta· dije a los hombres que m.e siguieran Yo no– té de antemano que ellos estaban exaltados con el su– culento banquete y que podía contar con ellos. El guarda y todos los obligados a es.perar, me siguieron; pero nosotros nos fuimos a bordo, y mi tripulación se hallaba tan borracha que desafiaba toda oposición. Un impulso sacó al bongo del canal, y mientras pasaba para afuera, un desconocido inesperadamente puso el
pie a bordo y en la obscuridad se dejó caer bajo el toldo
con las mulas Yo estaba sorprendido y algo indig.. nado de que no hubiera pedido permiso, y se me OCU-
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l'lió que sería algún guerrillero que podría comprome_
va dificultad, y, además, pensé que quizá sería algún pobre hombre que se escapaba por salvar la vida, y era lo mejor que yo no supiera nada de él. En medio de mis dudas, un hombre en la ribera gritó que cin– cuenta soldados habían llegado de León Estaba su– mamente obscuro; no podíamos ver nada y mis hom– bres respondieron con un grito de desafío
Mientras tanto íbamos descendiendo rápidamente, dando vueltas a al redonda y chocando contra las ra_ mas de los árboles; las mulas se habían caído, el tol_ do estaba descompuesto, y en medio de la obscuridad y confusión chocamos con violento estallido contra otto bongo, que nos hizo a todos un montón y pensé que nos habría arrojado a la zanja Los hombres se levantaron con griterías y risadas Este era un mal principio. Sin embargo estaba yo nena de alegria por haber salido del puerto, y había una salvaje exci– tación en la propia escena Por fin los hombres sen_ táronse a los remos y remaron por algunos minutos como si quisieran sacar fuera del agua al viejo bongo, gritando todo el tiempo como espíritus de las tinieblas desencadenados. El piloto se mantenía tranquilamen– te en el timón, sin hablar, y obscuro como estaba, de vez en cuando veía yo una furtiva sonrisa en su cara, a los insensatos despropósitos de los balqueros. De nuevo comenzaron a remar furiosamente como antes,
y de repente uno de los remos se quebró y el remero cayó para atrás El_bongo se metió enrte los árboles,
y los hombres treparon por sus lamas a la playa. Los golpes de machete, mezclados con los gritos y las risas, repercutían en la selva; ellos eran el más turbulento grupo que hallé en Centro América. En la obscuridad derribaron una docena de renuevos antes de encon– trar los que necesitaban, como a la hora regresaron, y el destrozado toldo quedó reparado. Ahora ya esta– ban más calmados; y tomando sus remos, nos movimos silenciosamente descendiendo por el ObSCUl o río hasta la una de la mañana, en que echamos el ancla El bongo era como de cuarenta pies de largo, construido de un tronco de árbol de guanacaste) como de cinco pies de ancho y casi del mismo hondo, con el asiento redondo y con un toldo redondo parecido a la cubierta de un vagón de mercado, hecho de petates y cueros de res, cubierto a diez pies de lq popa. Más allá habían <::eis asientos a través de los costados del bongo, para los remeros. Todo el frente ela necesa– lio para los tlipulantes, y en realidad yo tenía sola_ mente la patte ocupada por el toldo, donde, con las mulas como arrendatarias en común, ya éramos de– masiados Ellas estaban de frente, con sus cabestros atados al primer banco. El fondo era cóncavo, y no les daba un lugar seguro para pararse; y cuando el bote viraba tenían que esfOIzarse para mantener su centro de gravedad. El espacio entre sus cascos y el extre_ mo de la corredora o popa del bongo er a mi dormito_ rio Nicolás tenía miedo de pasar entre las mulas pa– ra conseguir un lugar entre los hombres, y no podía trepar sobre el toldo Yo tenía sus cabezas trabadas
y arrimadas enteramente al banco, y poniéndolo a él entre mí y las mulas para que recibiera la primera pa– tada, me tumbé junto a la popa del bongo y me dormí. A las siete y media de la mañana levamos el an– cla, o levantamos una gran: piedra, y salimos con los' l'emos Mis bal queras tenían su modo peculiar para usar los pantalones Primeros se los quitaban, los do– blaban como a un pie de ancho y dos pies de largo, y enseguida se los colgaban del cinturón de sus mache_ tes como pequeños delantales A las nueve llegamos a la desembocadura del río. Aquí izamos la vela, y mientras el viento nos fué favorable estuvo muy bien. El sol estaba ardiente, y bajo el toldo el calor ela in– sufrible. Siguiendo la costa, a las once nos hallába_ mos frente al volcán de Cosaguina (Cosigüina), una lalga y obscura cadena de montañas, con aba fila co– rriendo abajo de ella, y enseguida una extensa plani_ cie cubierta de lava hasta el mar. El viento nos ha– cia adelantar, y con el fin de pasar más allá del lugar
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