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« Previous Page Table of Contents Next Page »ticia El ave que él llevaba había ganado tl es peleas en Glanada, su fama había llegado a León, y le ha.,. bían lanzado un desafío desde aquel lugar Esta iba envuelta tan cuidadosamente como una pierna fractu_ rada, sin nada más visible que la cabeza y la cola; y
suspendida por una cuel da, era tan: fácil de llevar co–
mo una canasta El joven susphaba por las desdi– chas del país, por la angustia y la ruina causada por las guerras, y hablaba del patio de gallos de Grana–
da diciendo que se hallaba en una deplOlable condi_ ción; pero en León, decía, este era flOl eciente, por mo_ tivo de ser el cual tel general de la milicia El edificio, además, hacía honor a la ciudad; se abría únicamen– te los domingos, pero él conocía al propietalio, y po– día en cualquier momento hacer los an eglos para una pelea. Me hizo muchas preguntas acerca del estado de la ciencia en mi país, me contó que él había impol_ tado dos gallos de Inglaterra, que habían jugado bas– tante, pela no 10 suficientemente grandes para en– frentalse con los suyos; y me dió además, muchas va– liosas informaciones sobre este asunto, de las cuales descuidé de tomar ninguna nota
Antes de anochecer llegamos a Pueblo Nuevo y to– dos nos fuimos a la misma posada Su compañero no
tenía mucho de dep01 tista, aunque conoela las cualida– des de una buena ave, y mostraba familiaridad en ma– nejarlas Esta era la primera vez que yo me había juntado con viajeros por la noche He evitado los de– talles en todos los lugares donde he pal ticipado de la hospitalidad plivada, pela esta el a como un hotel en
mi tierra, plÍncípalmenle porque todo se espelaba que lo pagásemos Tuvimos para la cena huevos pasados
POl: agua y frijoles, sin plato, ni cuchillo, tenedOl, ni cuchara Mis compañelos usaban sus tOl tillas para levantar un huevo, y también, doblándoles la orilla, pala sacal una cuchalada de frijoles del plato; por lo
demás ellos eran corteses y caballelosos Tuvimos una especie de chocolate, hecho de cacao molido y en_ dulzado, y servido en jícaras, las que, teniendo el a– sienio parecido a las puntas de un gran huevo, no se podf'ln paral sobre la mesa Mis compañeros retOl– cieron sus pañuelos de bolsillo y enrollándolos sobre la mesa en forma circular, colocalon las jícaras en medio del hoyo, y uno de ellos hizo lo mismo pal a mí con mi pañuelo Después le la cena, el más joven de los dos vistió a las aves con sus mantos de noche una tela de algodón bien envuelta ahededor del cuerpo, comprimiéndole las alas, y enseguida, con una cuerda amarrada en el revés del lienzo, para que el cuerpo se balanceara, enganchó a cada una de ellas en la ha.,. maca Mientras que él estaba preparándolas, la mu_ jer mostraba peines de cuerno, cuentas, aretes y rosa– dos; y enredaba a la hija del posadero para que le comprara un peine La casa tenía una inusitada a– fluencia de huéspedes El joven, la comercianta, y yo no sé cuantos de la familia, durmieron en una pie_ za interiOl El viajelo de más edad me ofreció la hamaca, pero yo prefelí la caja larga, hecha del tlon– co d~ un árbol, la que en todas las casas de Nical agua sit ve como una especie de armario
CAPITULO 2
HERMOSA LLANURA - LEON - PASEO POR LA CIUDAD - PERNICtOSOS EFECTOS DEL ESPIRI. TU PARTIDARISTA - HORROROSAS ESCENAS - NOTICIAS DESAGRADABLES _ CONTINUA– CION DEL VIAJE - UN MENDIGO FASTIDIOSO - ClUNANDEGA - EL GOLFO DE CONCHAGUA _ VISITA A REALEJO - FABRICA DE ALGODON - EL PUERTO DE REALEJO - EL VIEJO - EL PUERTO DF NAGOSCOLO - LA IMPORTANCIA DE UN PASI\PORTE - EMBARCANDO MULAS _ UN BONGO - EL VOLCAN DE COSAGUINA (COSIGUlNA - LA ERUPCION DE 1835 - LA UNION. -
A las dos de la mañana fuimos despertados por el canto de los gallos, y a las tl es ya estaban Cal gadas las mulas y emprendimos la marcha El camino ela plano y arbolado. pero desespeladamente lleno de pol_ vo Durante dos horas después de clalear tuvimos sombla hasta que salimos a un llano abierto, limitado por el iado del Pacífico por un bajo arrecife, y hacia la derecha por una elevada fila de montañas, que for_ maban parte de la gran cadena de las Cordillelas Frente a nosotros, a una gran distancia, elevándose sobre el nivel del llano, divisamos las agujas de la ca_ tectl al de León La espléndida llanura, en la riqueza de su suelo no sobrepasada por tierra alguna en el mundo, yacía tan desolada como cuando los españo– les la atl avesal an por primera vez La estación seca es– taba para t81minar; durante cuatro meses no había llovido allí, y densas nubes de polvo nos rodeaban, al_ diente y fino como las arenas de Egipto A las nue– ve de la mañana llegamos a León, y yo me separé de mis compañelos, pero no sin una cortés invitación del más joven para tomar un descanso en casa de su her– mano Los arrabales eran más miserables que ningu_ no de los que hasta aquí había visto Subiendo por una larga calle, a través de la cual rondaba un cen_ tinela, mhé frente al cual tel un gl upo de soldados va~
gabundos, iguales a los de Carlera, que gritaron inso– lentemente: "Quittez el somblelo" Tuve que atra– vesar toda la extensión de la ciudad antes de llegar a la casa adonde había sido recomendado Desmonté y entré en ella con la confianza de una afectuosa re_ cepción, pero la señQlu, con mucha celeridad, me dijo que su marido no estaba en casa Le dí una esquela con la que se ))le había provisto, dhigida a ella misma; pero me dijo que no sabía leer inglés, y me la devol..
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vió Se la traduje palabra por palabra, pues era una súplica para que me proporcional a alojamiento Arlu– gó al punto el entrecejo de fastidio; y dijo que no te– nía más que un cuarto disponible, y que estaba resel– vado para el vice-cónsul inglés de Realejo Yo le les_ pondí que el vice-cómml no intentaba al presente aban–
donar Realejo Me PI eguntó cuánto tiempo permane– cería allí, y cuando le contesté que solo una noche me dijo que si tal era el caso podía quedarme El l~ctor
acaso se extr añará de mi fa.lta de ánimo, pero el hecho
el a que me hallaba poco dIspuesto a tamal en cuenta toda desatención personal Mi única altelnativa era salh en busca del joven cuya invitación había decli_ nado, y cuyo nombre ignoraba, o rOgal'· de puerta eli puel ta para que admitiesen
Se ha díf'ho que las mujeres se gobiernan por las apal iencias, y la mía no era muy seductora Mi ves_ tido era el mismo con el que había salido de Granada, ensuciado por el ascenso al volcán de Masaya, y aho– ra cubierto de polvo Aprovechando lo mejor que pu– de mi limitado guardan opa, en mi reaparición fuí más favorablemente recibido Por lo menos tuve un ex– celente desayuno; y como hacía mucho calor y nece– sitaba descansar, me quedé en casa jugando con los niños En la comida ya tuve el puesto de honor a la cabecelu de la mesa, y había hecho tales ploglesos, que, si lo hubiera deseado, me habría aventmado a in_ sinuar el asunto de quedarme oho día; y debo dech que la señora, habiendo accedido a que me quedala, me trató con gran cOltesía y atención, y p31ticulal– mente usó de gran diligencia en conseguir un guía pa_ ra ponerme en aptitud de proseguir mi viaje al siguienM te dia
Después de la comida Nicolás llegó a mi CUal to, y
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