Page 166 - RC_1969_01_N100

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do cOlledizo debajo de las aletas, con los apareios del buque 10 izaron sable cubierta Parecía llenar la mi– tad del costado del barco Los marineros le abIielo11 la boca y le separalon firmemente las quijadas con un pasador, lo voltearon de espaldas, 10 ablielon y le a– rrancaron el COl azón y las entrañas En seguida le tronchalon como un pie de cola y lo arlojaron al mar; lo que el monstl uo hizo yo no lo diré, no sea que desa– credite oiras pal tes de este libro, a las cuales el lectol esté dispuesto a pensar que puedan ser velÍdicas; pe_

ro lo último que vimos fué que pal ecía que estaba to– davia buscándose la cola.

En la tal de del día siguiente cruzamos una fuerte corriente diligida hacia el nOleste, que bramaba como las rompientes; la sonda alcanzó más de ciento veinte brazas, durante el anochecer no encontramos fondo y

supusimos que debíamos haber pasado el Cabo Cato– che.

Los días seis, siete, ocho, nueve, diez, once y doce hubo la misma calma chicha, con un mar como espe_ io e intenso calor. Estábamos escasos de provisiones

y alarmados pOI la absoluta falta de agua El capi–

tán era un noble español, que consolaba a los pasa_

iClos con lepctir cada mañana que estábamos encanta– dos pela por valÍas días él había estado inquieto y a_

1m ~ado. El no tenía cronómetro a bordo Había es– tado treinta años b aficando de La Habana para dife– lentes puertos en el Golfo de México, y jamás había usado urto pero fuera de sondas, en medio de corlÍen– tes sin n~da más que la bal'quilJa, no pudo determi–

nal~ su longitud y estaba temoroso de enilar en la Co– ll'iente del Golfo y de ser impelido más allá de La Ha– bana Nuestro clonómetro había estado nueve meses en constante uso, traqueteado por áspelos cari1inos montañosos y, según habíamos supuesto, no se pudo contar con 'él Ml Catherwood hizo un cálculo con una antigua tabla flancesa de logaritmos que casual– mente había a bordo, pero con resultados tan díferen– tes a los cálculos del capitán, que supusimos que po– drían no estar corlectos. Por entonces nuestra mejor perspectiva ela el llegar a La Habana en plena tempo– rada de fiebre amalÍlla, navegando desde allí en el peor mes de los huracanes, y sujetos a una cuarentena en la Staten Is1and

El trece de Julio todo 10 que había a bordo iba es– caseando, y con un número de veinte, e~tre tripulan– tes y pasajelos, ball'enamos nuestro ultlmo t?nel de agua El calol el a ahrasador, y la calma y SOSIego del mar eran h0l1 endos Todos decían que estábamos en– cantados' y los m,uineros agregaban, medio en serio, que esto' el a a cansa de los herejes; los tiburones más numerosos que nunca, no podíamos mÍlm por el cos– tado del buque sin vel hes o cuatro, como acechando plesa

El catOl ce el capitán estaba alarmado Echaba la bal quilla a cada 1 ato, pero no pudo establecer su

posición Al atardecer divisamos un eUOlme mons_ truo, con una cabeza negra enderezada diez pies fue.,.

] a del agua, moviéndose directamente hacia nosotros El capitán, mÍl ándolo desde el aparejo con un anteo– jo dijo que no el a una ballena Otro de la misma es– pecie apareció en la popa, y nosottos estábamos real– mente nel viosos; pero nos tranquilizamos al oirlos hOl botar, y al ver una columna de agua lanzada pOl los aires Al obscurecer estaban echados, enOlmes e inmóviles sable las supelficie de las aguas

El quince, pala nuestra glan alegría, se levantó por la mañana una ligela brisa y la barquilla señaló tres millas por hora A las doce tomamos la latitud que ela 259 10', Y notamos que gObelnando rumbo al sur a razón de tres millas por hOla, según la barqui_ lla nos hallábamos a cincuenta y cinco minas hacia el '1101 te del punto calculado el día antelÍor El capi_ tán ahm a creía que estábamos en medio de la Conien– te del Golfo, que así habíamos estado tal vez dos o tres días, y que entonces nos encontrábamos a dos o trescientas millas más allá de La Habana El cronó-

metro de Mr Catherwood señaló 889 de longitud; pe_ lO ésto se hallaba tan lejos de nuestros cálculos, que, con nuestr a desconfianza en el cronómetro, todos los menospreciamos, y ~l capitán especialmente Nos en_ conit ábamos entonces en muy mala posición, escasos de provisiones y de agua, e impelidos más allá de nuestro puelto El capitán llamó a popa a los pasaje_ l'OS, a los malineros, al cocinelo y al camarero, exten– dió el mapa sobre la escalel a de la cámara, y señalan_ do nuestla supuesta posición, dijo que deseaba tomar el conscio de todos a bordo sobre lo mejor que debe– rla hacerse El contramaestre estaba sentado a su lado con el diatio de navegación pa1 a tomar notas To_ dos permanecimos silenciosos hasta que habló el coci– nClO y dijo que el capitán sabría lo mejor; los mali– nelOS y pasajeros aprobamos; pues aunque 10 considc_ ] ábamos todo incierto, y que estábamos enteramente llClClídos, cleíamos que él lo sabria mejor que ningún otro El capitán señaló el CUlSO de la Coniente del

Golfo, diciendo que sería imposible leglesar contla ella, Y, que contando con una blisa ligera y favorable, lecomendaba que debíamos seguir la cOll'iente, y di– ligill10S hacia New Providence para abastecernos de plOvisiones y de agua. Todos estuvimos de acuerdo, y así vÍl amos desde el sur y tendimos nuestl as velas

1 limbo al llOl deste En aquel momento nos conside_ lábamos más alejados de La Habana que cuando pal_ timos

Con los sentimientos más dcsconsolarloles nos sen– tamos a una escasa comida En el supuesto de que

nos encontlábamos en la COlliente del Golfo y en la ruta de los buques, el capitán envió un hombre al más_

til pat a vel si descubría alguna vela, quien muy pron– to, pala nuestro gran gozo, informó de un bergantin a sotavento Izamos nuestl a bandel a ~r nos dil igimos hacia él. A medida que nos aproximábamos él con es_ pandía a nuesha señal, y con Ull anteojo leconocimas la bandera americana Al cabo de una hOla nos hallá_ bamos a la distancia de saludo; el capitán no sabía ha– blm inglés, y me dió a mí la bocina; pero creyendo, por sus movimientos, que a nuestro paisano no le gus_ taban los colmes españoles, y temeroso de alguna itre– gularidad técnica en mi saludo, que nos hubiera he_ cho un objeto de sospecha, le pedimos que bajara el botequin Este había permanecido sobre cubieIta con el fondo pal a auiba, y con el sol se le habían abierto las junturas El agua penett ó por ellas y antes que estuviésemos a cincuenta yardas del bergantín ya es_ taba medio lleno Nos sentamos sobre la regala de la

bOl da del combés, y dos de los hombles hacían cuan– to podían para mantenerlo a flote, mientras que noso_ has animábamos a los otros a avanza¡ Los tiburo– nes 1 ctozaball a nuestro ah ededol, y por algunos ins_ tantes ansiamos legresar a bordo del viejo belgantín Una brisa palecía sacudir el buque, el cual dUlant.e dos o hes minutos se mantuvo en la misma dilección, pero, pala nuestlo gran alivio, vÍló hacia nosabos y

nos tomó a baldo Nuestros colores españoles y nUes–

ha movimiento Ílregular en el intento de abol dar sin el saludo, habían de~pertado sospechas, y los marine– lOS decían que éramos phatasj pelD el capitán, un al– to y juicioso sujeto de la Nueva Inglaterra, de pie So– bre la cuadra de popa con las manos en los bolsillos, fijándose en la condición de nuestro bote que se hUn_ día dijo "Esos no son piratas" El bergantín era el Helen l\1alÍa, de North Yarmoutb, capitán Sweet_ zer, de Tabasco, rumbo a Nueva Y01k! El lector no puede imaginarse la satisfacción con que saludé en alta mar a un compatriota con destino a Nueva YOlk Mi plÍmela plcgunta fué si podría llevarnos a bordo; des– pués, si tenía provisiones yagua pala nuestlos ami– gos, y en seguida, que en qué lugar nos encontlába– mas El nos mostró sus observaciones de ese dia Es_ tábamos como a cuab odentas millas del punto que suponíamos La corriente que se establece entre el Cabo Catoche y el Cabo Antonio la habla tomado el capitán pOl la Con iente del Golfo Si nosotros hu-

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