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bié!emos atendido a.l cronómetro de Mr e no nos ha– blÍamos alejado tanto de la ruta Como estábamos, nos hallábamos enteramente perdidos; y si no hubié_ ramos encontrado este barco, no sé 11;) que habría sido de nosotros El capitán estaba 5610 a siete dias de Tabasco, con un viento que le habia arrebatado una de sus velas, y ha}Jfa perdido uno de sus hombl es. No tenia sobl a de provisiones, y mucho menos con dos pasajeros adicionales; pero envió a bordo lo que pudo, y una plovisión de agua Nosotros regresamos, le di– jimos al capitán, para su mayor SOlpresa y asomblo, cual era su posición, no más de doscientas millas de Sisal y nos despedimos de todos No se mostraron ap:::sarados por nuestra separación, pues la ausencia de dos bocas era ventajosa; y aunque, tal vez, en sus corazones pensarian que su mala suerte era por cau~

5a de los herejes, fué muy placentero el que, con to. das nuesh as molestias, al separarnos as! sobre el an– cho océano, chocál amos nuestras manos con el capi– tán, con los pasajeros, marineros, cocinero y camare– ro, sin tener ni. el más leve sentinúento de enojo con ninguno a bordo C.uánto tiempo estuvieron pel didos no lo sé, pero supe que llegaron a La Habana en mise_ rable condición, después de haberse comido el último

bocado a bordo.

Nuestro nuevo barco llevaba una plena carga de palo de Campeche Iba cargada la cubierta y aun la cuadl3 de popa, y estibada de un modo tan compacto, que hubo necesidad de quitar la puerta del camarote y el descenso se hacía por encima de un tonel de agua; pero el cambio del balco español por el americano fué una extraña transición. El primero tenfo un capitán, dos contramaestres y ocho marineros; el segundo un

la cubietl a de Cal ga para que los marineros maniobra– lau, un enOlme botalón de la vela mayor, y una barra del timón en vez de rueda, que barría todo el alcázar, y que a veces requería dos hombres para sostenerla POl la tal de tuvimos dos o tres horas de calma; noso– tros ya estábamos habituados a ella, pero el capitán se incomodó; él detestaba la calma; no había tenido ni una desde su salid~ de Tabasco; todo lo podfa so– portar menos la calma. Al anochecer, una racha in– terrwnpió el encanto El 'capitán que abominaba el apocar las velas, persistió hasta el último instante, y en seguida, saltando desde la balTa del timón, tiró él mismo de los cables, y volvió otra vez al gobernalle, todo en un ablir y cerrar de ojos. Mr. e y yo está_ bamos tan compla~idos con el cambio que no tenía_ mos plisa; y, notando la escaSez de manos y tropezan– do sobre el palo de tinte, le hicimos ver al capitán que si perdía otro hombre se velfa en dificultades para conducir su buque al puerto; pero nos contestó al mo~

mento jurando que, si llegara a perder todas las ma_ nos a bOldo, el contramaestre y él serían suficientes para conducirlo, con cargamento y todo

El treinta y uno de Julio arribamos a Nueva York, después de transcurridos diez meses menos tres días desde que nos embarcamos, y nueve sin haber recibi_ do noticia, alguna de nuestros amigos en la patria; de_ duciendo el tiempo pasado en el mar, solamente sie– te meses y veinticuatro cUas en la prosecución de nues_ tra obra Esta, yo estoy seguro, debe recomendarnos a todo verdadero americano; y aquí, en el mismo lugar de donde partimos juntos, y con muy poca esperanza de viajar otta vez en su compañía, me despido del lec–

tor.

FIN

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