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« Previous Page Table of Contents Next Page »cias en veldad, son manifiestas; pelO debe tenelse pre;ente que en el primero de los caracteres están es– culpidos sobre piedra, y en el segundo escLi'tos sobl e papel (hecho del agave mexicana) Probablemente, por esta razón, carecen de la misma regularidad y pu– limento; pero, con todo, el lector no dejará de obsel– val' la notable identidad, y esta identidad no puede ser accidental La diferencia entonces es, que los aztecas o mexicanos, en la época de la conquista, tenían el mismo lenguaje escrito que el pueblo de Copán y de Palenque.
Así, sucintamente, y sin pretendel contl ovel tir las opiniones y teorias de los demás, presento nues– tros puntos de vista 1 eferentes al asunto de estas 1 ui– nas Todavía} quizá, 111i modo de verlas Sea único y singular· pero lepito mi opinión: que no tenemos ne– cesidad de volver nuestras mifadas hacia ninguna na– ci6n del Viejo Mundo para buscar a los edificadores de estas ciudades; que ellas no son la obra de un pue– blo que ha desaparecido y cuya historia esté perdida, sino que existen pod~rosas razones para creer que son creaciones de las mismas razas que habitaban el país en la época de la conquista española, o de algunos de sus progenitores no muy remotos Y debo hacer no_ tar que empezamos nuestra exploración sin el intento de sostener teoría alguna. Nuestros sentimientos se inclinaban en favor de regresar hasta una 1 emota y venel able antigüedad. Durante la mayor parte de nuestro viaje estuvimos tanteando en las tinieblas, en duda e incertidumbre, y no fué sino hasta nuestra ne_ gada a las ruinas de Uxmal, cuando formamos nuestra opinión de que proceden de una fecha lelativamente moderna Algunas son, sin duda, más antiguas que otras· se sabe que algunas estaban habitadas~ en la
époc~ de la conquista española, y atlas, quizá, ya es_ tarían desde antes, totalmente 3nuinadas, y cabalmen– 'te exi~ten puntos de diferencia que hasta aquí no pue– den ser explicados con mucha facilidadj pero con 1 es_ pecto a Uxmal, a 10 menos., nosotIos creemos que el:a
una ciudad existente y habitada en el tiempo del 31lJ_
bo de los· españoles Su desolación y 1 uina desde en– tonces puede explicat se fácilmente. Con la llegada de los españoles el cetro de los indios se peldió En la ciudad de México todas las casas fueron arrasadas, y sin duda alguna, por todo el país cada sitio de reu– nión o plaza fuerte fué demolido, dispCl sadas las co– munidades derribados sus altos templos y sus ídolos quemados,' convertidos e~ ruinas los palacios de los caciques; los mismos caciques esclavizados, y, por la misma política despiadada que desde tiempo inmemo_ rial ha sido puesta en práctica en los países conquista_ dos todos los recuerdos de SUS antepasados y de su perdida independencia fueron destruidos o hechos o– diosos a su plopia vista. Y, a más de esto, tenemos
¡elatos auténticos de grandes azotes que barrielon y por un tiempo despoblaron y desolaron todo Yucatán Pueda ser que destruya mucho del interés que pI e– valece sobre estas ruinas el asignarles un origen com– parativamente moderno; pelo nosotros vivimos en un siglo cuyo esplritu es el de disipar fantasmas y llegar a la verdad, y el interés perdido en un particular está suplido en otro apenas inferior; pues, cuanto más po_ damos acercar a los edificadores de estas ciudades a nuesb a propia época, más grande es nuesha OpOI tu_ nidad de conocrlo todo. Por todo el pais los convell_ tos son 1 icos en manuscritos y documentos escritos pOt los primeros padres y POl' los caciques e indios, quie– nes muy pronto adquirieron el conocimienot del espa– ñol y el arte de la escritura Estos jamás han sido examinados con la más leve referencia a esta matc_
1 ia; y yo no puedo dejar de pensar en que algún pI e_ cioso memorial est9 actualmente convirtiéndose en polvo en la librería de algún convento vecino, que pu_ diese determinar la historia de estas derruidas ciuda– des; por otra palte, no puedo dejar de creer que las tabletas y jCloglificos serán interpretados todavfa Hasta ahora no se les ha dispensado una viva Cut 10– sidad, jamás se les ha dedicado el vigor y la sutileza de la inteligencia, ni la ciencia y el estudio Por si_ glos los jeroglíficos de Egipto fueron inesclutables, y, aunque tal vez no en nuestros días, estoy persuadido que una clave tan segura como la de la piedra Rosetta se descubrirá Y si sólo tres centurias han transcurri– do desde que cualquiela de estas desconocidas ciuda– des estuvo habitada, la laZa de los habitantes no se ha extinguido Sus descendientes aún están en Ja tierra, espalcidos, quizá, y retirados, como nuesuos pl'opios indios, en los desiertos jamás hollados todavía por el hombre blanco, mas no perdidos; viviendo como vi– vieron sus progenitores, erigiendo los mismos edifi– cios de "cal y canto" ucon ornamentos esculpidos y levocados", con "grandes patios" y "elevadas torres con altas graderías", y todav1a esculpiendo sobre ta_ bletas de piedra los mismos misteriosos jCloglfficos, y si, en consideración a que yo no me he enhegado con fl ecuencia a conjetUl'as, especulativas, el lector quiele permitil me un vuelo. tor~ hacia aquella vas– ta y desconocida región. no atravesada ni por un solo camino, en donde la fantasía pinta aquella misteliosa ciudad divisada desde lo más alto de las Cordillet as, de habitantes aborígenes aún no conquistados, ni vi_ sitados ni buscados
En conclusión, me encuentro vacilante para de– terminar cuál sería la mayor empresa: si un intento para llegar a esta misteriosa ciudad, si descifrar las tabletas de jeroglUicos, O emplender el estudio de los manuscritos acumulados durante tres centUl ias en las bibliotecas de Jos conventos.
CAPITULO 27
VIAJE A MERIDA _ EL PUEBLO DE MOONA - UNA LAGUNETA, UNA RAREZA - ABOULA - IN· DIOS MENSAJEROS - MERIDA - LA PARTIDA - HUNUCAMA - ASEDIO DE CAMPECHE.- EMBAR·
~UE PARA LA HABANA - INCIDENTES DE LA TRAVESIA - EL CUATRO DE JULIO EN EL MAR PESCANDO TIBURONES - DESORIENTADOS EN EL MAR - SOCORRIDOS POR EL "HELEN MA. RIA" - TRAVESIA A NUEVA YORK _ EL ARRIBO - CONCLUSION
PeIo volvamos a nosotros mismos A las ti es de la mañana y a la luz de la luna., salimos de Uxmal por la vía más dlrecta hacia l\iJérida, Mr Cathel wood en un coche y yo a caballo, con el encargo de una cal ta del mayordomo más joven para su compatriota y ami– go pI incipal chocolatero de Delmónico Cuando yo seguía a Mr e por entre el bosque, conducido en hombros de los indios, que interrumpían el silencio solamente con el arrastre de sus pies, y bajo la impre– sión de mis grandes temores por su salud, casi se me fjguraba que yo iba siguiendo tras su fél'etlO A la
distancia de tres leguas entramos en el pueblo de Moooa (Muna), en donde, aunque es una bonita pobla– ción, que cuenta entre sus habitantes con ~entes blan_ cas y mestizas, los viajeros son todavía mas raros que en el interior de Centro América Nos detuvimos du– rante dos horas en la casa real, aguardando un coche de relevo. A COl ta distancia más allá, mi guía me con_ dujo hacia un lado del camino para mostrarme una la– guneta, la cual en aquella región ela una rareza Esta– ba rodeada de bosques; el ganado que estaba bebiendo en sus orillas era cimarrón y se asustó como los gamos
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