Page 163 - RC_1969_01_N100

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ni pudimos amedlentallos ni subir las gladas Al fin

110S ablimos paso y subimos. Aqui Cortés se maní·

festó tal cual el3 ¡Qué desesperado combate el que

tuvimos entonces! ;Cada homble de los nuesb.os estaba

cubierto de sangre"

Nos hicieron bajar seis, y quizá diez de las gradas;

mientl as que otros que estaban en los corredores, o dentro del margen de las balaustradas y concavidades del gran templo, nos lanzaban tal nube de flechas que no pudimos sostener nuestro campo"

J

"empezamos J1ucstIa retirada, estq.udo heridos todos y cuarenta y seis de los nuestros quedaron muertos en el puesto Yo he visto a menudo esta pelea lcpresentada en las

pinturas de los nativos

l

taJito de México como de Tlas_

cala, lo mismo que nuestra subida al gran templo" En seguida habla de la llegada a lIn pueblo V de haber "acuartelado en un sólido ternillo"; "asaltándo– los en sus puestos en los templos y en grandes cercas amuralladas".

En Tecltco "nos acuartelamos en algunos edificios que se componían de grandes vestíbulos y patios cer– cadoS". "Alvarado, De Olí, y algunos soldados, de quienes yo era uno, subimos entonces

il la cima del

gran templo, el cual era muy elevado, con el objeto de obscr val' 10 que estaba sucediendo en las cercanías" Proseguimos hasta otro pueblo llamado Terr ayu~

cn, pero al que nosotros llamamos el pueblo de las ser_ pientes a causa de las enormes figuras de eSos anima· les que hallamos en sus templos, y a las cuales adora– ban como dioses"

Más adelante dice: "En este ial'dín se alojó toda nuestra fuerza por la noche Yo ciel tamente jamás había visto tal magnificencia; y Cortés y el tesOlero Alderete, después que lo hubieron reconido y exami_ nado, dec1ar aron que era admirable, e igual a cual– quiera de los que ellos habían visto en Castilla" "Yo y diez soldados más fuimos apostados como guardia sobr e una mm'aUa de cal y canto"

uCuando llegamos a nuestro alojamiento en Ja_

cuba llovía fuel temente, y permanecimos a su abrigo durante dos holas en algunos grandes patios cercados El general con sus capitanes, el tesorero, nuestro re– verendo padre, y muchos otros de los nueshos, subie– )'On hasta la cima del ternilla, que dominaba todo .el lago".

"Cruzamos el agua que nos llegaba arriba del elle.

110, por el paso que habían dejado libre, y los seguimos hasta que llegamos a un lug31 donde había grandes templos y tones de ídolos".

"Como Cortés ahora se aloja en Cuejoacán, en grandes edificios con paredes blancas, muy a propó_ sito para escarabajear en eUas, apal ecian allí todas las mañanas libelos en prosa y en ve. so contra é-l Yo

1 ecuerdo solamente las palabras de uno:

"Que histe está el alma mea Hasta que la parte vea".

Cuán ansioso estoy yo por mi parte en el botín"

"Cuando nuesb a compañía (pues yo fui con San– doval) llegó a Tustepeque, me alojé en la parte alta de una torre en un templo muy elevado

t

en parte POI el aire fresco y para librarme de los zancudos, que abajo eran muy fastidiosos, y en parte para estar cel– ca del campamento de Sandova}" "Proseguimos nuesh a ruta hacia la ciudad de Chiapas, en la misma provincia de Palenque, y puede ser llamada una ciu– dad, por la regularidad de sus calles y de sus casas Contiene no menos de cuatro mil familias, no contan_ do los habitantes de las muchas poblaciones secunda_ rias de sus alrededores" "Hallamos a toda la fuerza de Chiapas ordenada para recibirnos. Sus tropas es. taban adornadas con penachos de plumas"

uA nuestra llegada la encontramos tan estrecha– mente edificada que no pudimos ocupal la sin peligro por nosobos , y en consecuencia plantamos nuestro

campamento en campo abielto _ En sus templos en– conhamos ídolos de hOllible figura"

Ahola debe lecordalse que Belnal Díaz escribió para justificalse a sí mismo y a otros de los "verdade_ ros eonquístadoles", sus compaileros de armas, cuya fama había sido obscurecida por otros historiadores que no fuelon actOI es ni testigos oculares; todas sus referencias a los edificios son incidentales; él jamás esperó ser citado como autoridad sobre las antigüeda_ des del pafs La más pequeña escal amuza con los na– tivos estaba muy cerca de su ccuazón que todos los e–

dificios de cal Y canto que él vió, y es pI ecisamente por este motivo que su testimonio es de lo más valio– so Esto fué escrito en una época en que vivían mu_ chos que podían contradecirle lo que fuera incorrecto o falso Su "veldadera historia" jamás fué tachada todo lo contralÍo, en tanto que su estilo se consiele¡ Ó

rudo y sin elegancia, su fidelidad y exactitud han si– do reconocidas por todos los histOl iadores, tanto con_ temporáneos como los subsiguientes En mi opinión éstá es tan verídica y digna de fe como cualquier Obl~

de viajes por los paises en donde él se ahl ió paso con las armas. Ella nos da las precipitadas e imperfec– tas observaciones de un soldado indocto, cuya espada r al a vez estaba en la vaina, lodeado de peligros, ata– cando, 1 etirándose, hel ido y huyendo, con la mente sjempre ocupada en asuntos de atención más inme_ diata

EJ lectOl no puede menos de quedar imlH esionado con la semejanza genelal entre los objetos desclitos por él y las eScenas leferidas en estas páginas Su re–

lato presenta a ml imaginación un vivo cuadlo de las ciudades en 1 uinas que visitamos, tal como entonces se encontlabao, con edificios de cal y canto Ol·nanten. tos pintados y esculpidos, y enlucidosj ídotos, llatios, mUlOS y elevados templos con empinadas gradelÍas Pero si esto no fuera suficiente, cuento con apo– yos adicionales aun más fuertes Después del asedio de México, en la segunda entrada de los españoles, la más cruel y despiadada destrucci6n cayó sobre todos los edificios y monumentos en la ciudad No dejaron ningún recuerdo de las artes de los mexicanos; pero en el año 1790, dos estatuas y una piedra plana, con caracteres esculpidos relativos al calendario mexicano, fuelon descubiertas y desenterradas de entle las rui– nas del gran teocalí en la plaza de la ciudad de México Las estatuas excitaron gran interés ent! e los indios mexicanos ,y los sacerdotes, temiendo que aquellos re– cayesen en la idolatría, y para destruh todo recuerdo de sus antiguos ritos, las enterraron en el patio del convento Franciscano El calendario fué fijado en un lugar visible en el muro de la catedral, donde aho– la existe En el centro, y formando el plincipal aSWl~

to de este calendario, se ve una cara, reproducida en

la obla de Humboldt .la que en un paIticular mues– ha tan notable semejanza con la denominada la más– cala que figura en el frontispicio de este tomo, que su– giere la idea de haber sido destinada para el mismo fin Hay palpables diferencias, pero puede Ser que la expl esión de los ojos esté cambiada V mejorada en el glabado que se publicó, pero, de todas maneras, en ambas el rasgo singular e impresionante es el de la lengua colgando fuera de la boca El calendario está en bajo relieve, y, según entiendo por lo que dice un cahallelo que lo ha visto, la escultura es buena Y, pala terminar, entIe las pinturas jeloglíficas que se libraron de ser destruidas por el fanatismo de Jos monjes, existen ciertos manuscritos mexicanos en las bibliotecas de Dresden y de Viena Estos han si_ do publicados en la obra de Humboldt y en la de Lord Kingsborough, y, después de un cuidadoso examen, so– mos de la filme opinión que los calacteres son idénti– cos a los encontrados sobre los monumentos y tabletas de Copán V de Palenque. Con el fin de que sean com– parados, ICPIOduzco de nuevo el grabado de encima del altar de Copán, y otros de un jeroglífico manus_ CI ita publicado en la obra de Humboldt Las diferen~

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