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« Previous Page Table of Contents Next Page »El Capitán Del Río, el primer explorador, con hom_ bres y medios' a su mando, declara en su informe. que para llevar a efecto esta comisión denib6 y quemó to– do el bosque; él no dice hpsta dónde, pero, a juzgar por las brechas y excavaciones pIacticadas en el in–
terior de los edüicios•. probablemente POI' millas ah e–
dedal' El Capitán Dupaix, que actuaba por 1 eal co– lOisi6n, y con todos los reCUlSOS que una tal comisión le podia pI OpOl cionar. no descubl ió más edificios que los mencionados por Del Río, y nosotros sólo vimos los mismos' pero gozando del beneficio de ellos como guías, a 10' menos de Del Río (pues. en a.quella época no habíamos visto la obla de DupaIx), VImos por su– puesto cosas que se h~bían escapado a su observación, justamente como los que vengan después verán 10 que se nos escape a nosotros Este lugar, en todo caso, era el plincipal objeto de nuestra expedición, y ela nuestro deseo e intento hacer en él una completa ex– ploración El respeto a mi carácter oficial, el t~nor
especial de mi pasaporte, y las cartas de las autol'lda– des mexicanas me ploporcionalon toda clase de faci– lidades El pt'efecto suponía que yo habia sido envia_ do por mi gobierno expresamente para explorar las l'uinas' Y cada persona de Palenque, excepción hecha de nu~stro amigo el alcalde, y aun él tanto como la pervelsidad de su disposición lo permitiese, estaban dispuestos a ayudarnos Pero surgieron dificultades accidentales que eran insuperables . Pri~elo, era ,la estación lluviosa Esta, bajo cualqmer .Circunstancla, la habría hecho dificil; más como las llUVIas no comen– zaban sino hasta las tres o cuatro de la tarde, Y el
tiempó estaba siempre despejado p.or la mañana, e~to
solo no habría sido suficiente para Impedir nuesh o In–
tento pela hubieron otras dificultades que nos estor–
baro~ desde el principio, y continuaron durante toda nuestra residencia entt:e las luinas No habia en el lu– gar una p.acha ni una pala, y, como de costumbre, ~l
único insb umento era el ma,chete, que aqui. e~'a parecI– do a una espada corta de hOJa ancha; y la dIfIcultad de conseguir indios para el trabajo era aun mayor que en ningún otro lugar que hubiésemos visitado Era la época de sembrar el maíz. y los indios, bajo la imne– diata presión del hampre, se hallab.an todos .ocupados en sus milpas. El precio del trabaJO de un mdlO era diez y ocho centavos por dia; pero e~ alcalde, que te.n~a
la dirección de esta rama del negocIo, no me permltIa adelantarles más de veinticinco centavos, y los más que se comprometía a mandarme eran de cuatro a seis al día Ellos no dormían en las ruinas, llegaban tarde y se retiraban temprano; algunas veces aparedan sólo dos o tres. y era raro que el mismo hombre Uega~a dos veces. de modo que durante nuestra permanencia tu-
vimos a todos los indios de la aldea en lotación Esto aumentó mucho nuestro" trabajo, pues se hizo necesa– rio el estar constantemente sobre "ellos para dirigirlos,
y no bien uno empezaba a entender precisamente lo que necesitábamós, c1!ando nos veíamos obligados a enscñ3l" lo' mismo a otros; y yo puedo manifestar que su trabajo, aunque nominalmente barato, era caro con relación a la obla hecha
En aquel tiempo yo espetaba regresar a Palenque, si lo baré así o no esto es dudoso; pero estoy ansioso
pOI que se llegue a comprender que los informes que han sido publicados, del inmenso habajo y gastos que ocasiona la exploración de estas ruinas} los cuales, se– gún antes lo hice ver, me harían casi parecer presun_ tuoso al emprenderla con mis propios lecursos, son exagerados y falsos Estando en el campo al comién– zo de la estación seca, con ocho o diez jóvenes uexplo_ radares", y animados de un espíritu de empresa igual
a sus huesos y a sus músculos, en menos de seis meses estas luinas podrían quedar descubiertas Cualquier hombl e que haya "limpiado" alguna vez cien acres de tien a es competente para emprenderla, y el tiempo y dinero gastado por uno de nuestros jóvenes en un {(in_ vierno en París", detelminaría, fuera de toda duda, si la ciudad CUbl ia la inmensa extensión que algunos han supuesto
Pero volvamos al punto Acompañados POl' nues– tro guía tuvimos un día fatlgoso pero de los más inte_ resantes Lo que vimos no necesita ninguna exagera– ción Despertaba admiración y asombro Por la tar– de se desencadenó la acostumbrada tOl menta Noso– hos habíamos distribuido nuestras camas, no obstan– te, a lo lalgo de los corredores, al abrigo del mm o ex~
telior, y estuvimos mejor protegidos, pero suflim~s te– rriblemente a causa de los zancudos, cuyo zumbIdo y picadura nos quitaron el sueño A media noche levan_
té yo mi petate para escap..ar de eSos asesinos del des– canso La lluvia había cesado, y la luna, apuntando por entre los pesados nubarrones, con nebuloso lastro alumbraba el den uido corredor Me encaramé sable un montón de piedras en un extremo donde el mUro es– taba caído, y, 1 esbalándome a lo lalgo del lado exterior del palacio, entré a un edificio lateral inmediato al pie de la ton e, anduve a tientas en la obscuridad a lo lar ~
go del húmedo pasaje, y extendí mi petate frente a nna pequeña entrada en el último extremo Los murciéla_ gos revoloteaban y zumb~ban por el pasadizo, I uidosos v siniestros, pero estos lepugnantes animales echaban fuera a los zancudos La humedad del pasadizo era fl ía y refrescante, Y, con ciertas penosas aprensiones Dar las culebl as y reptiles, lagartiias y escorpiones que infestan las rúinas. me quedé dO! mido
CAPITULO 18
PRECAUCIONES CONTRA LOS ATAQUES DE LOS ZANCUDOS ~ MANERA DE VIVIR EN PALENQUE DESCRIPCION DEL PALACIO - PILASTRAS - JEROGLIFICOS - IMAGENES - ARCADAS- CORRE. DORES - PATIOS _ UNA RELIQUIA DE MADERA - GRADAS DE PIEDRA - TORRES - TABLETAS. ORNAMENTOS DE ESTUCO, &c" &c. ...,. LA CAPILLA REAL - EXPLORACIONES - UN ACUEDUCTO – UNA ALARMA - INSECTOS - EL RESULTADO DE LAS PICADURAS DE LOS INSECTOS - REGRESo
AL PUEBLO DE PAL~NQUE.
Regresé al amanecer y encont.ré a Mr e y a Paw– ling sentados sobre unas piedras, a medio vestir, en lastimoso cónclave Habían pasado la noche peor que yo, y nuestra condición y perspectivas eran tristes Las lluvias, el trabajo rudo y la mala comida nos parecían nada; pero no podríamos existir sin dormir más que el Hmuchacho fatuo" de Esopo, que, ~uando ya habia a– prendido a no comer. m'uri6 En todos sus viajes a tra_ vés del pals, Pawllng jamás hablan encontrado un tra– bajo tan rudo como desde que se junt6con nosotros
La siguiente noche los zancudos estaban insufri_ bles; la más mfuima parte del cuerpo, la punta de un dedo que estuviera al descubierto, la picaban Con la cabeza tapada el calor era sofocante, y por la mañana amanecimos con la cara llena de ronchas, .Si no ponia~
mas algún remedio estábamos perdidos Es en oca~ sione~ ~omo ésta cu<aitdo s~. desarrolla por sí mismo el poder creador del genio Nuestras camas
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como se re. cardará, estaban hechas d~ palos arrimados uno junto a otro, y colocados sopre cuatro rimeros de piedras a
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