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« Previous Page Table of Contents Next Page »un espectáculo impresionante y bello Eran de la mis– ma clase de las que vimos en Nopá, conocidas con el nombl e de escarabajos brillantes, y son mencionadas por los primitivos españoles, entre las maravillas de un mundo en donde todo era novedad, "como las que muestran el camino a los que viajan de noche" El histOl iador las describe como "un poco más pequeñas
que GOlriones, y tienen dos estrellas junto a los Ojos,
y dos más bajo las Alas, las cuales daban una Luz tan grande que con ella podían ellos hilar, tejer, escribir y pintar; y los españoles iban por la noche a cazar los Dtios o pequeños conejos de aquel país; y para pescar, nevaban estos animales atados a sus dedos gordos del pie o a los pulgares, y ellos los llamaban Locuyos, siendo también de utilidad para libraIlos de los Mos– quitos, que allí son muy fastidiosos Lo~ cogían por la noche con tizones, porque ellos se haclan a la luz,
y llegaban cuando se les llamaba por su nombre; y son tan pesados que cuando caen ya no pueden levan_ tarse otra vez; y los hombres se frotan la cara y las manos con una especie de humedad que hay en esas es– trellas, que mientras dura parecen encendidas" Siempre nos proporcionaba un gran gozo el corn_ pIobar los románticos y al parecer medio fabulosos re– latos de los historiadores de la conquista Muy pI an– ta encontramos sus originales descripciones tan vívi_ das y fieles como para infundir el espilitu que alien– ta por sus páginas Cogimos varios de estos insectos, no, empelO, llamándolos por sus nombl es, sino con un sombrelo, como los muchachos de escuela acostum_ bran coger las luciérnagas, o, menos poéticamente, las chinches de luz en nuestra tierra Tienen éstos más de media pulgad& de largo, y poseen Un agudo y movible cuerno en la cabeza; cuando se les pone de espaldas no pueden voltearse a menos que hagan pre– sión con este cuerno contra una membrana sobre la frente Detrás de los ojos tienen dos substancias re_ dondas transpalentes, llenas de materia luminosa, casi tan gr~ndes como una cabeza de alfiler, y debajo una membrana más grande que contiene la misma substan– cia luminosa Cuatro de ellos juntos arrojan una bri– llante luz por varias yardas a la redonda y a la luz de uno solo leímos distintamente la menuda leh a de las páginas de un periódico amelÍcano Era éste uno de los de un paquete, llerto de debates del Congreso, al que apenas le había yo dado una mirada, y me pare_ ció el más rato de todos los incidentes de mi viaje el estar leyendo a la luz de los insectos, en las 1 uinas del palacio· de Palenque, los dichos y los hechos de los grandes hombres de la patria En medio de todo esto MI' Cathel wood, al vaciar la espaciosa bolsa de una chaqueta de caza, me alargó un billete de ómnibus de Broadway
UGuod to tbe bearer fol' a l'ide,
«A. Brower".
Estas cosas me trajeron a la memoria vividos recuer_ dos del hogar, y entre las remembranzas familiares se hallaban las buenas camas sobre las que nuestros ami_ gos estarían por entonces dando vueltas Las nUes– tras estaban instaladas en el fondo del corredor, fren– te al patio Este corredor se componía de puertas a_ biertas y pilashas a}ternadas El viento y la lluvia azotaban por todo él,y, desgraciadamente, nuestras camas no se hallaban fuera del alcance de la lloviz~
na Habían sido puestas con alguna dificultad sobre cuatro rimeros de piedIas cada una, y por consiguien– te no Podíamos cambiarlas\de lugar No teníamos 3l~
tículos de sabIa para poner como mamparas; pero, felizmente; dos pal ag1J.as, protegidos con varillas y en_ vueltos en un pedazo de estera, habían sobrevivido al naufl agio en los caminos de la montaña. Aseguramos éstos, MI' e y yo, a la cabecera de nuestras camas
Pawling colgó su hamaca atravesada en el corredor, tan hasta arriba que el alcance de la lluvia solamente le llegaba al pie, y así pasamos nuestra' primer noche en Palenque Por la mañana, paraguas, ropa de cama, ves~
tidos y hamacas, estaban enteramente mojados, y no había allí un lugar seco donde poner los pies A la hora de esta ya nos considerábamos como candidatos para un reumatismo Habíamos mirado nuestra resi~
dencia en Palenque como el final de nuestras moles_ tias, y como lugar de comodidad y de placer; pero to–
do 10 que pudimos hacer fué cambiar la posición de
nuesh as camas a lugares que prometiesen mejor abri_ go pala la siguiente noche.
Un suculento desayuno hablía sido lo mejor para restablecer nuestra ecuanimidad; pero desgraciadamen– te, nos encontramos con que las tortillas que habíamos
tt aído el día anterior, probablemente hechas con el maíz mohoso, por la excesiva humedad estaban pega_ das una a otra acedas y echadas a perder Acudimos a nuestros frijoles, huevos y chocolate, sin ningún substituto para el pan, y, como a menudo 10 hacíamos en tiempos de aflicción, nos las mreglamos con un pu_ lO Bendito sea el bomble que inventó el fumar, el apaciguador y conciliador del angustiado espíritu, ali_ viador de las aÍl adas pasiones. el consuelo para quien pierde un desayuno, y para el que vaga por lugales desolados; pala el solitario viajclo de la vida, el que a la vez sirve "de esposa, de hijos y de amigos" Como a las diez de la mañana llegaron los indios con t01 tillas flescas y leche Nuestro glÚa, también, habiendo tellninado el destace y disb ibución del cer– do, venía con ellos Era el mismo que había sido em_
pleado por Mr Waldeck, y también por Mr Walkel
y el Capitán Caddy, y nos fué lecomendado por el pre– fecto como el único hombre conocedor de las 1 ninas En su compañía pal timos para el reconocimiento pre– liminar Por 10 que toca a nosotros, al salir del pala– cio, en cualquier direcci.ón, no habl íamos sabido hacia qué I umbo dirigir nuestros pasos
Me refielo a la extensión de esas ruinas Aún en este siglo de lo pI áctico, la imaginación del hombl e se deleita en lo man;willoso Los indios y los habi_ tantes de Palenque dicen que ellas cubren un espacio de sesenta millas, y en una serie de bien escritos ar_ tículos en nuestro pi opio país, se les considera como diez veceS más grand~s qUe Nueva York, y últimamen~
te he visto yo un artículo en alguno de los periódicos, Iefiriéndose a nuestra expedición, que relnesenta a es– ta ciudad, descubierta por nosoti'os, con una extensión bes veceS tan grande como la de Londres! No está en mi naturaleza el desacreditar ninguna historia mm a_ villosa Soy tardío para la incredulidad, y más bien sostendría todas esas invenciones; pero ha sido mi desdichada suel te al encontrar que las mm avil1as de_ saparecen al acercarme a ellas: aun el Mar MUel to per_ dió su misterioso encanto; y además, como viajero y
"esctitor de un libro", comprendo que si me equivo– co, los que vienen detrás no dejarán de señalar mis ell'Oles. Bajo estas consideraciones, no por ningún deseo propio, y ,on muchos agIadecimientos pala mis amigos de la pI ensa, me ve.o obligado a decir que los indios y el pueblo de Palenque en 1 ealidad no conocen nada de las ruinas por su propia cuenta, y que los otros relatos no descansan sobre ninguna base firme Toda la región por varias millas alrededor se halla cubierta por una tupida selva de gigantescos árboles, con un crecimiento de arbustos y monte bajo descono_ cido en los desiertos bosques de nuestra pah'ia, impe_ netrable en cualquier dirección, salvo que Se abra el paso con machet e Q\té- es lo que yace oculto en esa selva, me es imposible decirlo de mis propios conoci,;. mientas; sin un guía..! nosobos hubiéramos podido lle– gar a cien pies de distancia de todos los edificios sin descubrir ninguno de ellos
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