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« Previous Page Table of Contents Next Page »viese formalmente autOlizado, el hacer investigaciones o remover objetos de aite de la nación; pero, a pesar de este interdicto, M Baradele obtuvo autorización para hacer exploraciones en el interior de la Repúbli– ca, con el convenio de que, después de enviar a Mé_ xico todo lo que hUbiese colectado, se le entregaría la mitad, con el permis.o para transportarla a EUlopa Más tal de obtuvo por cambio los diseños originales de Castenada, y una copia auténtica del itinel ario y desclipciones del Capitán Dupaix le fué prometida para dentro de tres meses Por dive~sas cilcunst~n
cias dicha copia no negó a manos de M Baradere Slno hasta largo tiempo después de su 1 egl eso a Fl ancia,
y la obra de Dupaix no se publicó sino hasta 1834-35, a los veintiocho años de su expedición, habiendo sali– do a luz en PUlís en cuabo tomos en folio, al precio de ochocientos fl:ancos, con notas y comental ios de M Alexandre Lenoir, M ~arden} M Chal1es Fal(~y,
M Baradere y M De St PrIest
Los ponderosos tomos de Lord Kingsborou¡5h, en cuanto se refieren a Palenque, son una mel
<;1. relmpre.. sión de Dupaix, y el costo de su ohra e;; d~ cuatro– cientos dólares por ejemplar Las COmUlllcaClOnes del Coronel Galindo a la Sociedad Geográfica de París es– tán publicadas en la obra de Dupaix, y d,esde enton_ ces acá Mr Waldeck, con fondos propOlclOn",ados pOl una asociación en México, ha pasado dos anos entre las 1 uinas Sus dibujos, según dec1.ala en una obra acerca de otro lugar, fuel on , decoml~ados P?r el go– bielno mexicano; pelO él hal}Ia retemdo COPlaS, Y an~
tes de nuestra paltida, su obla sobre Palenque, se anunciaba en París Esta, sin embalgo, hast~ l~ fe– cha no ha aparecido, y mientras tanto la de Dupalx es el libro de texto
Yo tengo dos objecione~ que ~lacer a esta obra, n.o afectando al Capitán Dup31X, qUIen, cQrno su expedl_ ción tuvo lugar desde hace treinta y cuatro años, no es cleible que sea afectado, si aún vive, sino a ~ sus editores en París La primera es el muy desdenoso tono con que hace ,mención de la obra de su predece_ sor Del Río, y, la segunda, este párrafo en la intro– ducción:
"Debe considerarse que sólo un gobiel no puede ejecutar tales empresas Un viajero que confíe en sus propios recursos no puede esperar, cualquiera que sea su intrepidez, penetrar, y, sobre todo, vivir en aquellas peligrosas soledades; y, suponiendo que 10 lograse, es– tá muy lejos de la capacidad del hombre más sabio y
experimentado el explorar solo las ruinas de una vasta ciudad. de la cual no solam~nte debe medir y dibujar los edificios· aún existentes, sino también d~termi.nar
la circunferencia y examinar los restos, cavar el SUe– lo y explorar las construcciones subterráneas M Baw radere llegó a cincuenta leguas de J>alenque~ ardien_ do en los deseos de ir allá; pero ¿qué podía hacer un solo hombre con criados u obos auxiliares, sin fuer– za mOl al o conocimiento, q,ontra un pueblo aún medio salvaje, contra serpientes y otros perniciosos anima_ les, que, según Dupaix, infestan esas ruinas, y tam– bién contra las fuerzas vegetativas de una naturaleza fecunda y poderosa, que en unos cuantos años recu_ bl e todos los monumentos y obstruye todas las ave_ nidas?"
El efecto de lo diCho es aplastar toda emplesa in– dividual, y, además, es falso Todas las inf01 maeio.,. nes, basadas sob!€' esto, representan u-na visita a es– tas ruinas acompañada de inmensas dificultades y peligros, a tal grado que nosotros temíamos encontrar_ nos con ellos; perQ no hay ninguna dificultad en ir de Europa o de los Estados Unidos a Palenque Nues_ tras mayores penalidades, aun en nuestro largo viaje por el hitelÍor, provinieron del estado revolucionario de los países y de falta de tiempo; y con 1 especto a la residencia allí, con tiempo para consh uir una choza o
prepmar una vivienda en el palacio y conseguir _plO– visiones ,de la orílla del mar, "esa~ peligrosas soleda_ des" podrán serlo todo menos desagradables
y pala demostrar 10 que puede .llevar a cabo un individuo, declaro: que los dibujos de Mr Catherwood incluyen todos 19s objetos represe!ltados en la obra de Dupaix, y además otros que por GÍerto no aparecen en dicha obla, y que jamás han sido presentados ante al público; entre ellos se encuentran el frontispicio de este tomo y las grandes tabletas de jeroglíficos, las más cUliosas e interesantes piezas de escultura en Pa~
lenque Puedo agregar, con el pleno conocimiento que sel é contrad¡cho por futuros viajeros si estoy en un enor, que todos los dibuios de Mr e son más co– rrectos en PIOpolción, diseño Y sombras que los de Du.. paix, y que suministran más exacto material para es– peculación y estudio Yo no habría dicho todo esto si no fuera por el deseo de infundir confianza al lectOl que pudiera estar q.ispuesto a· investigar y estudiar es... tas interesante.s reliquias En cuanto a la mayor pal– te de los lugares visitados por nosotros, no hallará más materiales, cualesquiera que sean, salvo los proporcio_ nados en estas páginas Con respecto a Palenque en~
contrará una espléndida labor, cuyos m~tel'iales fueron conseguidos bajo la sanción de una comisión del go– bierno, y dados a la luz con explicaciones y comenta_ rios de hombl es erudltos de París, al lado de los cua~
les mis dos tomos en octavo valen bien poco por su insignificancia Pero mantengo en alto los dibuios contra esos costosos infolios, y contra cualquier otro libro que se haya publicado en cualquier tiempo con lelación a estas ruinas Mi obieto .ha sido, no Plodu_ cir una obla ilustrada, sino presentar los dibujos en una forma bar ata como para _ponerla al alcance de la gran mayolÍa de nuestro público lector
Mas volvamos a nosotros en el palacio 1\1:ientras hacíamos nuestras observaciones, Juan estaba ocupa_ do en un asunto que amaba con ardor Lo mismo que todos los mozos del país, su orgullo y ambición era servil' a mano Desdeñaba la varonil ocupación de al'liero y aspiraba a la de un servil lacaYO Estaba an– sioso de quedarse en el
pueblo y no le agradaba ;la idea de pel manecer en las ruinas, pero se reconcilió con ellas cuando se le permitió dedicarse exclusivamente a la cocina A las cuatro nos sentamos pal a nuesh a plimer comida Dos anchas hojas ,eran el mantel, cada una como de dos pies de lalgo. arlancadas de un árbol en la terraza frente a ]a puerta Nuestro sale_ ro estaba como una pirámide; era un estuche form~
do de dobladores juntados a lo largo, y que co~tema
cuatro o cinco libras en terrones desde el tamano de un guisante hasta ei de un huevo de gallina Juan estaba tan -feliz como si él hubiera prepar ado la co– mida exclusivamente para sí; y todo iba tan alegre co– mo una fiesta de bodas, cuanQO el cielo se encapotó y
estalló un agudo trueno precursor de la torme:nta de la tarde Desde la elevación de ]a terraza, el piso del palacio dominaba una vista de la copa de la selva, y pudimos ver los árboles encorvados por la fuerza del viento; muy pronto una furiosa ráfaga barrió por en– h e las puertas abiertas. laque fué. seguida al instan_ te por un aguacero La mesa fué limpiada por el viento, y, antes que pudiéramos es~apar, quedó empa– pada por la luvia Arrebatamos nuestros platos y aca_ bamos de comer como pudimos
La lluvia continuó, con fuertes truenos y rayos, toda la tarde En la absoluta necesidad de fOlmar nuestra vivienda entre las ruinas, apenas habíamos pensado en el peligro de estar a la intempelÍe, hasta que nos vimos obligados a ello Por la noche no pu– dimos encender una candela, pero. la ObSCUl idad del palacio fué alumbrada por Iuciélnagas ~e extraordina– rio tamaño y brillantez, que levoloteaban por los co– rredores y se estacionaban sobre los muros, fOlmando
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