Page 124 - RC_1969_01_N100

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deraba vendido. Dicho sea de paso nosotros obligamos al alcalde a que nos quisiera, dejándole nuestro dine– ro en delJosito Hicimos esto con glan publicidad, a efeClo de que pudiern ser sabido en el pueblo que allá en las ruma~ no hab] fa Uplata'\ pero el alcalde lo es–

timó como una prueba de especial confianza En ver_ dad noso i ros no podíamos mostrársela más grande El era un vieio tacaño y desconfiado, que guardaba su dinero entre un cofrE: en un cuarto interior, y nunca salfa de la casa sin cerrar la puerta de calle y llevar la llave con~jgo. Nos hizo pagar adelantado por todo lo que necesitábamos, y no nos habría confiado medio dólal por ningún motivo.

Era ncce~alio llevar con nosotros del pueblo todo aquello que l;ludiese ~ontlibuir a ~uestra co:nodidad, y pusimos todo empeno en conseguIr una mUJer; pela ninguna quis(\ confiarse sola con nosob os Fué esta una gran pllvaci6n; una mujer era desea~le, no, como el lector pudiera suponer, como adorno, smo para ha_ cer las tortillas Estas, para ser tolerables, .deben cC!– merse en 21 1I"0mento de cocidas, pero nos VImos obli– gados a hacer un arreglo cQn el alcalde para que nos las enviata diariamente junto con el ploducto de nues– tra vaca.

Nuestro paSf=O fué igual a cualquiela de los que habiamos tenido en el camino Un indio partió con un baúl de cuero de res sobre su espalda, sostenido por una cuerda ele corteza como base de su carga, mien_ tras que a carla lado pendia de una cuerda de corteza una gallina l?nvuelta en hojas de pJátano, c~n sólo la cabeza y 'a (,'ola visibles Otro llevaba enCIma de su baúl un pavo vivo con las patas amall'adas y desple– gadas las alas co~o un águila extendida Otro tenia a cada lado de su carga sartas de huevos, cada, uno de éstos envuelto cuida_ciosamente en dobladores, y todos asegurádos como cebollas en Ulla cuerda de corteza Los utensilios de cocma y el jarro para agua fueron co– locados sonre Jas espaldas de otros indios, y contenían arroz· frijol 37.ÚCar chocolate, etc; 1argas tiras de

caln~ de puérco y racimos de plátanos iban colgando; y Juan llevaba en los brazos nuestra cafetera de viaje,

de hojalata, Hena de manteca, la que en ~queUa re– gión siempre" pe) manecía en un estado líqUldo A las siete y m~dia salimos de la aldea Por una corta dislcmc:a el camino era abierto. pero muy pron." to entramos a una selva, que continuó sin interrupción hasta las ruinas, y probablemente muchas millas más allá El camino era una sin1ple vereda de .indios, y las Tama::; de los árboles, vencidas y pesadas por la lluvia, co~gaban tan bajo que nos veíamos obligados a detenernos constantemente, Y muy pronto nuestros sorribrerob y ch~quetas estuvieron pe1fectamente mo– jados Por Ir. espesura del follaje el sol de la mañana no pudo secar el diluvio de )a noche antelior El sue– lo'estaba muy lodoso intenumpido por corrientes Cle–

cida~ pOl las p"imer~s lluvias, con zanjas donde las mulas tropezaban y se atascaban; en algunos lugares muy difíclles de atravesar. En medio de la ruina de los imperios, nada habló jamás tan fuertemente de las mudanzas de! rntmdo. como esta inmensa selva amor– tajando a la que en o~ro tiempo fuera UDa gian c~udad.

Anttguament~ había sido un espacioso camino real, a– testado de gente'i qUE: se hallaban estimuladas por las mismas p&~iones que actualmente dan impulso a las ac– ciones hmnanas. y todas ellas han desapaiecido, sus habjtaciones se encuentran sepultadas y ningún rastro de ellas ha quedado

En dos horas llegamos al Río Micol, y en media hOla más al de Otula obscurecido por la sombra de la selva, y rompiéndose hermosamente sobre un lecho de piedras Al vadeallo muy pronto notamos montones de piedias, y después una piedra redonda esculpida E;;poleamos soblE." l;ID filudo aScenso de fl agmentos, tan

escaJ:p~do que las J?1uJas apenas pudieion subirlo, has_ ta una terraza cubIerta, lo mismo que todo el camino con árboles, de tal modo, que era imposible establece;

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s~ fo!m~ S!guiendo sobre esta tenaza, nos palamos al pIe Oe un:.. segu3da, a tiempo que nuestros indios gri– taron llel P!lJacio", y por entre los claros de los árbo– les vimos el frente de un gran edificio llcamente or_ namentado con figuras estucadas sobre las pilastras ral.o y elegante, los álboles crecían arrimados junto ~

a el, y sus ramas entraban por las puertas· en estilo y

efecto úmco, extraordinario y melancólic~mente her_ moso. Amarl amos nuestras mulas a los ál boles subi_ ml?s por una fila de gradas de piedra sepaladas' y de– Iuba?as pOI .la fuerzá de la vegetación, y entlamos al palaCIO, p~se~ndonos por algunos momentos a lo largo de.l COrleOOl y por el patio; y después que terminó la pumel a ojeada, ue ansiosa curiosidad, regresamos a la entrada, y, parandonos en la puerta, hicimos una des– calga de nuestras armas de fuego A no ser por este modo de. ~xpres~r nuestra satisfacción, habríamos he_

ch~ trepIdar el techo del antiguo palacio con un ¡viva! Fue. pr~ye('tado, ade-más, para producir efecto sobre

lo~ Indios. los cuales probablemente nunca antes ha_ bunn oído se!TIejante cañoneo, y casi, como sus· ante– pasados en tiempo de Cortés considel aban nuestras arI!1as como jnstrumen~os qU~ producían el rayo, y qUlenes, nosob os ]0 sablamos, darían tales noticias en el l?ueblo Que harían que cualquiera de sus 1espetabies amIgos se gUfl,rdase de hacernos una visita por la no– che

. Había!n~s lle-gad,? al término de nuesbo largo y fatIgoso vH~Je, y Ja pr;meia ojeada nos indemnizó nues–

t~~ ,tJ;abaJo . Por primera vez nos hallábamos en un edifICIO eilgldo por los habitantes abOlígenes levan_ tado, ante., que los eUlopeos tuviesen noticia de'la exis_ tenCIa de este continente, y nos preparamos pal a hacer pue.;tra morada bajo su techo. ~eleccionamos el co~

rredor de enfrente para nuestra vivienda soltamos al pavo y a las gaUnas en el patio, que se encontraba tan cublerto de árboles que apenas podíamos mirar a tra~

vés de él. y como al1f no había pastura para las mu– las, salvo las .holas de los árboles, y no las podiamos soltar e!1 medio de la selva, las subimos por las gradas

~n medIO del palacio y las soltamos también en el ps,_ tIa.. En un eX'1;relllo del corredor construyó Juan Una cocma, cuya ope>ración consistió en colocar tres pie– dlas ~n forma de ángulo, como para dejar entre ellas espaclO para el fuego~ Nuestro equipaje fué colocado afuera o colgado al alcance sobre palos atravesados en

e~ corredor Pawling puso una piedra como de cuatro pIes de lalEo .sobre pat~s de pi~edra en forma de mesa, y con ~os tDchos cortó CIerto numero de varas, las cua.. les umdas y amarradas con cuerdas de corteza fue~

1;'on puestas sobre piedras situadas en la cabec~ra y ep- los pies para que sirvieran como camas. Derrlba–

J1)~ST las ramas que penetraban al palacio, y algunos qllrsbamos la ,copa de mia inmensa selva extendiéndo_ se a lo lejos hasta el Golfo de México

Los indio~ tenian supersticiosos -temores acerca de

~a permanenc,18. de noche' entre las ruinas, y nos de– Jaron solos, lIDiCOS moradores del palacio de monar_ cas desconocidos Poco pensai ían quienes lo edifica_ ron que al cabo de pocos años su linaje real perecería

'Y .su raza sería extinguida, su ciudad convertida en r1;unas, y MI Catherwood, Paw1ing,yo y Juan, sus ú– mcos 1?oradores Oh os exb. aojeros habían estado allí,

m~rav111ados como nosotros Sus nombres estaban es_ crl1?s en

T

los ~uros, con comentarios y figlll'as; y aÚn

aq~l habla senales (~e aquellos bajos y envilecidos es–

pintus que se deleitan en profanar los lugares sagra_ dos. Entre los nombres, mas no de los de esta clase figuran los conocidos: el C~pltán Caddy y Mr Walker; y uno "e~3; el de un paIsano, Noah O. Plstt, de Nueva York. "El había salido para Tabasco como sobrecar go de un buque, ~scendido uno de los ríos en buse;

~~ .palo de <;:ampec~e, y mientras cargaban su barco ViSItó las 1wnas. S.u. relato de ellas me habia dado un gran deseo de VISItarlas mucho antes que Se pie– sentara la oportunidad de hacerlo

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