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« Previous Page Table of Contents Next Page »dibujados y de tamaño natural, pero con los pies 0–
CUlt0S P01~ los escombros sobre el piso Mr. Cather–
wood se arrastr6 al interior para hacer un dibujo de
eHas, pero, a consecuencia del humo de las candelas,
de la esti.'eChez y del excesivo calor, era imposíb1e per~
m3Eecer allí' el ¿iempo suficiente En apariencia y ca–
rácter gener31 ellas eraD iguales a las que más tarde
vimos esculpidas sobre piedra en 'Palenque
Por medio de un árbol que crecía animado junto
al muro de ;este edifició subí 'hasta la parte superior,
y vi otro edificio muy cerca y encima de una estructu–
ra aún más elevada. Trepamos· hasta arriba de ésta,
y I~ encontrarnos de! mismo modo general, pero más
arruinada Descendiendo de allí; pasamos por en me–
dio de otros doS' edificios situados sobre elevaciones piramidales y salimos: a una abierta meseta que' pro~
bablemente había sido en otro tiempo ¡el sitio de la ciud'ad E!=:ta se hallaba protegida de todos \lados por las mismas 'elevadas terrazas, dominando por una
gran distancia todo ~ el campo en derredor, y haciendo impósi'tJle al enemigo aproximarse por cualquier lado sin ser· visto. A través de la meseta estaba un eleva~
do y ~ngosto an ecife que parecia en parte natural y
en parte af'tificip.l, y sobré el cual, a cierta distancia, se encontraba un 'montículo, con los cimientos de un e~
dificio que probable¡nente habla sido una torre Más
allá de éSíe, el arrecife se extendía hasta unirse a una cordillera de monta,ñas _De los pocos libros españoles que he tenia') a mi alcance, no be. podido saber nada absolutarnt..nte relativo á la historia de este lugar, si existfa o nd en la época de la conquista Me siento inclínado a C'reer, sin emb'argo, que 'sí existía, y que se hace mención de él en algunos autores españoles De todas maÍ'era~, 'no había un' lugar que hubiésemos visto que noS diese tal idea de la grandeza de las obras erigidas' por los primitivos habitantes Apremiados como estábamos. dispusimos quedarnos y; hacer una completa E-xpiOrrci6Ii
Ya; casi -1nóchecia cuando regresamos al pueblo InmediatarriéI'te nos fuimos a visitar al alcalde, pero apenas al entrar ya lo encontramos con el atraso y la demora acqstumbrados Nos repitió la advertencia del maestro d~ f>scuela: 'que nada se podia hacer apresu~
radamente. Netesitaría dos días para reunir hombres
y herramlentas, y de' éstas no podían conseguirse las
que haclan frita.' No' habla una barreta de hierro en el lJgar; .ln' embargo el alcalde dijo que se podla ha–
cer una, pE'ro al mismo tiempo dijo que no había hie_ rro; había un medio herre~o, pero hierro no se conse_ guía en ningún lugar más inmediat~ que en Tabasco; como a ochó °
ruez dias de camino Mientras estába_ mos con' él- se hos vino encima otra terrible tempestad. Regresamos .apresuradamente en medio de ella, y de– terminamos sIn tardanza seguir rumbo a Palenque Yo tengo la firIl'e ('onvicción de que en este lugar' hay mucho con ¡ló •que ~ el futuro viajero pueda quedar re~
comp-ensacto Se nos refiri6 que como a diez leguas de distancia ~ixistíail otras ruinas, a lo largo de'la mis.;.
roa cordiberad~ montanas; y esto tenia un '. interés adiCIOnal a nriestrosojos, por la circunstancia 'que allí sería el ~n~jor 'P~nto desde el cual podrfaintentarse el :dcscubrlm;ento de la misteriosa ciudad vista ;desde
lacumbreide la, COldil1era~.
En o'eosi~gq ,estábamos' sOPl'e l~ línea de viaje dei
C~pltán IJUpajx,'cuya gran obra sobre Antigüedades Mexicana¡;, publ'cada en Parls en 1834_35, despertó la
atención de los sabios en Europa Su expedición a Pa_
ienque se verificó en 1807 El llegó a este lugar desde
la ciudad de Mpxico, en comisión del gobierno, acom~
pañado por tln dibujante y secretario, y parte de un regImiento de dragones. "Palenque", dice él, "está a ocho dias de mm cha desde Ocosingo.; El viaje es lllUY
fatigoso. LoS' camtnQs, si Se pJleden llamar así, son sólo angoJo'tas y difíciles veredas, que serpentean a tra~
vés de ml)ntañas y precipicios, y que es necesario Se..;
~uir aigunas vec€'s en mulas, otras a pie, otras en hom_
bio,,:,: de 10'3 indios, y otras veces en hamacas En cier_ tos lugare~ se hace necesario pasar sobre puentes, o mejor dicho, sobre troncos de árboles m;ll asegurados, y por terlenos cubiertos de bosques, desíertos y despo– blad.os, y dormir al aire libre, exceptuando unos pocos pueblos y chozas
'Teniamos (:on nosotros treinta O cuarenta indios vigorosos para conducir nuestras hamacas y equipaje Después de haber'experimetita~o en este largo y peno– so viaje 'oda clase de fatigas: e irtcomodidades, llega:.. mos, gracias a Dios, al pueblo ,de :Palenque"
Este ela ahora el viaje que temamos al frente; y,
conforme a las paradas, que habíamos ¡arreglado, para evitar la: dormida al aire libre, debimos hacerlo en cin– co dlas en vez d~ ocho Los terribles aguaceros de las dos' noches anteriores nos' !haoían infectado con una especie de terror,' y, Pawling estaba;, completamente a~
milanado en su' propósito de" continuar; con nosotros Las gentes del pueblo le contaron que cuando las 11u;.
vias Ise hubieran por completo' ¡establécido sería impo– sible regresar, y por la mañana, aunque de mala gana determinó precIpitadamente' ,dejarnos para regresar' Nosotros no queríamos separarnos de él, pero bajo ta– les circunstancias; ha podíamos insistir en' que siguie_
ra Separ·arrios :nuestro equipajé y los pequeños efec– tos personales que er comúIi habiamos 'usado; ,Mr Ca– therwood ~e despidió de él y Se adelantó; pero mien~
tras montaba y. al momento de darle la' mano para Se_ guir nuestras opuestas rutas, yo le hice una propuesta que 10 indujo de nuevo a cambiar su détehninación, a riesgo de permar ecer al otro lado de las montañas has_
ta que la estaci6n lluViosa terminase. En pocos mi_ nutos dimos alc~nce a Mr Catherwood
El herho es que' nosotros, teníamos algunos temo– res por lo malo de los caminos. Nuestra ruta se ex~
tendía a través de una región hidígena, en algunas de cuyas partes los indios tenían notoriamente un mal ca– J,'ácter Nosotro(;; no teníamos dtagones, nusetro: grupo de auxiliares era muS' pequeño, y, en realidad, no con;., tábamos con tm solÍ) hombre en quien pudiéramos con_ fiar; en cuyo estado de cosas,"las pistolas y la escope~
ta de do's cañones de Pawling eran materia de alguna sígnificaci6n' ;
A las ocho y cuarto salitl\os deOcosingo M~ fi–
jaba tan poco en, ninguno, de nuéstros ayudantes, que
me habla olvld~do enterametne hasta d~l nombr~ de
cada uno de ellos., En verdad,' ~ste fué~el caso ,dUran_ te todo e~ viaje. En ,otros p,a~~s unarri.ero ·griego, un barqqero Atabe o un guía be(,f:u~n~ e~a un compañe:ro; aquí la gE.nte no tenía carácter, ,y'na~a,que nos pudie.. ra interestlr excepto sus espaldas, Cada indio lleva_ ba, a más de su carga, una red conteIÍ.iendQ· sus, provi– sioneS para el ramino, e~, ;decir,,,:álgunas tortillas y
grandes bola~ dE' maíz amas.aQ-q enVA~ltO ,ell hojas Una taza para fleh.er, que como era la mitad de una calaba.. za, llevaba a veces sobre la cabeza. En cada corriente llenaba de a,gua su taza, dentro de cual meneaba un poco de su maíz,., haciendo una esp~c~~,· de; sopa fría;
y ésto, por todo el paill. es lo que, Sqstiene la vida de
los indios en viaje. A ~a :m~dia llora, ;pa~amos acier_ ta' dlstanci~ sobre nuestra derecha gt;'~ndes moutíf;ulos,
en tl~mpos pas".dos estructuras q\le formaban parte
de la antigua ciudad. A las,nijQVE;'! de la mañana cru_ zamos el nío Qra'(lQe () Huacach~hpu,~, seguimos por al_ guna distanc~a s.obre la' ribera; y ,pasamos tres casca~
da.s que SE: espafrían sobre el r0C20~()-1~cho del río, úni~
ca y peculiar eJl hermosura, y pro1;lablemente muchos más de la misma calidad estarán' rompiéndose no ob_ servados y desccnocidos en medio del desierto por don_ de corren, pero, al dar la vue~ta PQr una áspera mon_ taña, lo perdimos de vista. El camh~o era quebrado y montañ.oso No en(,'on~ramos nj ,una sol~ persona, y a las tres dE' la tarde, moviéndonos: en dirección nor~
noroeste, l?ntramQs a~ pueblo de Huacachahoul, situa~
do en un paraje abierto, rodeado, de montañas y po_ blado enteramente, de indios, incultos, más rústicos y
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