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« Previous Page Table of Contents Next Page »no que atl'aVeSal Todos nuestros esfuerzos por anti– ciparnos a la estación de lluvias habían sido infructuo_ sos
Por la mañena todavía negros nubarrones oscure– cían el cielo peto retrocedieron y se ocultaron ante los resplandores del sol naciente. La grama y los árbo– les tostados por seis meses de sequía, se tornaban en
un verde más vivo, y la8 colinas y montañas daban se–
ñales de alegria El alcalde, yo creo, enojado porque no quisimos hacer un alTeglo inmediato para explorar las ruinas, se había ausentado durante el día sin man~
darnos ningún glúa, q.ejando dicho que todos los hom_ bres estaban ocupados reparando la iglesia Procura_ mos sons&c8l' a "mo de ellos, pero fué en vano. Al re– greso nos encontramos con que nuestro corredor era la e,cuela de! pueblo Media docena de niños estaban sentados en una banca, y el maestro, medio ebrio, los estaba educando, es decir, enseñándoles a repetir de memoria el ritual del culto de la iglesia Le suplica– mos que uas ayudara pero él nos aconsejó esperar un dia o dos; en aquel pals nada se podla hacer de prisa Nos encontrábamos sumamente molestos ante la pers– pectiva .de perder el día; y al momento cuando pensá_ bamos que no había más remedio que conformarnos, llegó una muchE'chita a decirnos que una mujer, en cuya haciE'nda estaban las ruinas, estaba a punto de ir a visitarlas, y que ofrecía acompañarnos Su caba–
llo estaba ya parado frente a la puerta, y antes que nuestras mulas ~stuvieran listas pasó ella por nosotros Le tributamú'3 nuestros respetos le regalamos un buen puro y encendIendo los nuestros, partimos Ella era
tU18 m~sbza jovial, y la acompañaba un su hijo, bello mozalbete como de quince años de edad Salt~os a las nueve y media de la mañana, y, después de qna ar– diente y ~ofocarte c8minata, a las once y ve~nte miR nutos llegamos a su rancho. Este' er~ una_ mera choz<;I, com..truida con palos y repellada con lodo, pero la SI_ tuación era una de aquellas que nos entusiasmaban a la vida del campo Nuestra bondadosa gnía envió con nosotros a su hijo y a un indio con su machete, y a la
media· hora e~tábamos en las ruinas
Luego después que salimos del lancho, y como a una milla dE' distanci~" distinguimos sobre u1!a alta elevación, a través de ~os claros por entre 10.s. a:rboles que crecían en su alrededor, uno .de los edIfiCIOS de TonHá nombre indígena de esta región para designar casás de l'iedra . A-l aproximar;nos a ella, pa~~mos so· bre un plano al frente de dos lIUáge'.'es d~ piedra que yacían en el suelo, ,_con las .caras hac18 aUlba; estaban bien esculJ;>idas, pero l~s, graRados ~e hallaban ';1~ tan– to . deteriorados a COJ;1secuenc18 <,le lar~aexposl~~ón a los elementos; auJiq~~ todaVía dlsceFmbles DeJando– los, seguimos caminando hasta, el pie de. una elevada estructura, probflblem~nte una f~rtaleza, q~e se levan_ taba en forma piramidal, con cmco,espaclOsas terrl:l~
zas. Todas rsta'l terrazas habían si~o cubiertas con piedra Y revestidas dE7 ~rgamasa, p~ro en muchos Iu.
gares estabar. rotas y,pobladas de yerbas. y maleza~
AprovechandC' UI~a ~c las partes rotas subImos el pr1–
mer declive, y, ngU1!=ndo la plataforma. de, la terra~a,
ascendimos por '" tra brecha h¿¡sta la segunda, y del mIS_ mo modo hasta la tercera. AlU amarramos nuestros caballos y trepam_os a pi.e Sobre la cima había una estructura piramidal cul;>ierta de árboles, soportando el eeÍificio que habíamos divisado des~e el llano abajo. Entre los árbole~ había varios limoneros silvestres, .car_ gados de fruto y de muy buen sabor, los que, S1 no fueron traídos por tos españoles, deben ser indígenas. El edificio tif'ne cincuenta pies de frente por treinta y cinco de fondo; Y está construido de piedra y cal, y to_ do el frente estuvo en un tiempo cubierto con estuco, del cual parte de la corniza y molduras todavía per– manece La entrada se h~ce por una puerta de diez pies de ancho, que conduce a una especie de antecáR mara, en cada Uno _de cuyos lados hay una pequeña puerta que da' paso ~ una habitación de diez pies en
cuadro. Los muros de estas habitaciones estuvieron en un tiempo cubimtos con estuco, el cual está caído; parte del techo ha desaparecido. y el piso se encontra_ ba Heno de escombros En uno de ellos habia la misR ma substancia r€sinosa que habíamos notado en el se– pillcro en CopAr, El techo estaba formado de piedras, tendidas una junto a otra en el estilo de costumbre, y casi formando un arco como si fuera hecho por los
arquitectos dei Viejo Mundo.
En el muro de" atrás de la cámara central había una entrada del mismo tamaño de la del frente, que daba acceso a un aposento sin ninguna división, pero en el centro se hallaba un espacio oblongo cerrado, de diedocho nor once pies, el cual evidentemente estaba designado'como la p~rte más importante del edificio La puerta e':itaba obstruida por los escombros hasta uno:; cuantos pi~s de la parte de arriba, pero sobre ella y extendiéndose a lo largo de todo el frente de la es– tructura, había un gran ornamento de estuco, el que desde luerro nos impresionó muy fuertemente por (iU
admirable parecido al globo alado sobre las puertas de los templos cgÍiJcios Parte de este ornamento habia caído al suelo, y al chocar con el montón de escom– blOS por debajo habia rodado más allá de la. puerta de entrada Nosotros tratamos de rodarlo haCia atrás para restablererlo en su lugar, pero resultó sumamen– te pesado para !a fuerza de cuatro hombres y un mu_
chacho
Había atto rasgo sOlprendente en esta puerta El dintel era una viga de madera; de qué clase no sabía– mos, pero nuestlo guía dijo que era de árbol de zapo– te Ela tan dura que, al golpearla, sonaba como metal,
y se hallaba en perfecta condición, sin un agujero de polina u otras sf~ñales de deterioro. ~a s~perficie era lisa y plana, y después de un muy mlnUClOSO examen, fuimos de opinión que debe haber sido desvastada con
un instrumento de metal.
La abertura debajo de esta puerta era la que el al~
calde había designado (lomo la boca de la cueva que conducía a PalenqUe. y la que, de pasada, nos había contado que se hallaba tan completamente escondida entre El Monte que se requerirían dos días de cavar y
limpiar para llegar a ella. Nuestro guía se rió de la
ignorancia que prevalecía en el pueblo con respecto a la dlficulf..!3d de llegar a ella, pero con firmeza man_ tuvo la historia de que conducía a Palenque. No pu_ dimos inducirlo a Ciue penetrara al interior. Un paso corto hasta Palenque era exactamente lo. que necesi_ tábamos Me quité la chaqueta, y, echándome sobre el pecho, comencé a arrástrarme hacia abajo. Cuando !habla avanzado como la mita.d del largo de mi cuerpo, o! un horrible silbido, y saltando hacta' atrás miré nn par de ojus pequeños, que en, la obscuridad brillaban como bolas de fuego. .La exacta porción de tiempo que yo ocupé en salir. no vale la pena de decirla. Mis compañeros hab,an oído el ruido, y el guía dijo que era "un tigre" Yo pensé que era un gato silvestre; mas, sea 10 que fuere, decidimos dispararle un tiro. Dába– mos por supuesto que él animal saltaría sobre noso– tros, yen. pocos momentos nuestras escopétas y pis_ tolas, espadas y machetes, estaban preparados; to_ mandó nuestras posiciones, Pawling, arrimándose jun_ to al muro. metió po... debajo un palo largo, y con un
1 uido horrible revoloteó un enorme zopilote,· que· ale– teó por el eCSficio y se" refugió en otra cámara. Pasado este peligro, renové el intento, y sostenien– do una candf'la frente a mf, pronto descubrí toda la extensión de la CUeva que conducía a Palenque. Era una cámara que cOlTesppndía con las dimensiones da_ das de los muros exteriores El piso estaba lleno de escombros de dos o tres pies de hondo, los muros Se..
taban cubiertos ton imágenes de estueo, entre las cua.. les se distinguía la figura de un mono,. y contra el muro del fondo, en medio de curiosos e intreesantes orna.. mentos, se hall.ban las figutas de dos hombres de perfil, con las. ceras vueltas el uno hacia el otro, bien
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