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mar las medidas necesarias para contrarrestar prácticas desleales de comercio que pudieran periudicar su normal desenvolvimiento. Se daría por otra parte, preferencia a los productos nacionales en circunstancias razonablemente competitivas, y las Municipalidades y Juntas Lo– cales de Asistencia Social se ajustarían al espíritu de la ley, para los fines de sus planes de arbitrios

Como puede apreciarse y se repite, 1953 marcó el primer paso consistente y de mayor esperanza para el surgimiento de un verdadero auge industrial.

Pero también era necesario enmarcar lodos esos principios en un plan o programa de trabajo, para que la demanda interna o el cOl1.umidor nacional consolidara en la práctica los eonunciad05 de la política, y para que en el aspecto de exportación se prog. esara en el cono– cimiento de las prácticas comerciales de otros mercados. La sola clasificación ha permitido impulsar un desarrollo industrial, que si bien constituye un avance en el progreso del país, no se considera representativo de una política nacional de industrialízación.

Necesariamente esas circunstancias deben comenzarse a superar alguna vez, y lo que

corresponde es revisar primero lo ocurrido para formular y ejecutar un programa nacional, en la mayor armol1ía posible de intereses. Debe aceptarse el hec.ho de que lo existente del1~

tro del espíritu de las leyes vigentes, debe continuar su normal desarrollo, pues si se obstacu– liza puede ocasionar actitudes gravosas para el pais, especialmente por la pérdida de objetivi– dad. Ello podría conducir a que la política general se fundamentara en un sólo aspecto espe– cífico, por ejemplo el fiscal, cuando en realídad 110 se trata de sacrificar u obtener ventajas de ingresos, sino de aprovechar recursos y condiciones más favorables, y poder asi participar en mercados que no son controlables por leyes.

Debe la política trazar no sólo la orientación de mayor prioridad, sino que coordinar el desarrollo de las prioridades más bajas, porque si bien las primeras gozarán de mayores il1– centivos, las demás responden también a manifestaciones de interés para el país. Bajo este entendimiento, debe comprenderse la enorme ímportancia que las condiciones del mercado tie– nen para el desarrollo industrial. Primero, porque se operll en un mercado regional, y segun– do, porque las exportaciones de esta naturaleza al resto del mundo, no tienen perspectivas de crecimiento en el plazo mediato. La industria nicaragüense necesita de una actitud firme– mente agresiva para defender su posición competitiva en Ul1 mercado local reducido, por de– manda global y por poder adquisitivo, y para conquistar parte de los otros mercados de la re–

gión, que de partida ofrecen ventajas a sus respectivas industrias locales.

No se trata, pues, de gastar esfuerzos en pequeños detalles relativos, o de tomar deci– siones de carácter netamente locales, porque el proceso de integración está en marcha, y las posiciones aislacionistas no caben. lmplíca sacrificios la lucha para consolidar una participa– ción en el mercado centroamericano, acentuándose sin duda más conforme las desventajas de cada quien; pero sólo con la convicción de esta realidad y bajo la "ejecución de un programa calculado" se puede llegar a algo positivo en este campo. Si bien se plantea difícil el comien– zo, debe iniciarse ya que todos aspiran a obtener ventajas de la unión, y difícilmente se podría pensar en establecer un ordenamiento para que se programe algo regional perfecto que satis– faga a todos al mismo tiempo, o que las condiciones de los mercados integrantes, como se re–

pite, lleguen a regularse por leyes o protocolos.

Esas realidades debe afrontarlas una política industrial en su más clara expresión, para que las aspiraciones no se confundan con los hechos y las posibilidades, y para que en esen– cia, se busque obtener las mayores ventajas de lo que se tiene o cuenta de inmediato. Sola– mente así podrá una politica ir acercando poco a poco lo ideal a lo posible, para llegar a estruc– turar un desarrollo industrial que en el aspecto nacional, satisfaga a la mayoria.

Probablemel1te este criterio sea más consecuente con la actitud empresarial y la tecno– logia existentes, y haria más manejables los problemas que ellos plantean a la actividad indus– trial. El grado de participación en los mercados depende fundamentalmente de estos elemen– tos, pero sus cambios no pueden ser muy rápidos, y de allí que para romper el círculo vicioso dehe darse aquel paso que permita empezar lo más pronto posible, y asegurarse q.ue el pro– ceso marca cada año un avance notorio, dentro de los objetivos del interés nacional.

No puede continuarse pensando en quién otorga más, en quién debe ceder en algo o tie–

ne la c.ulpa, o si se continúa o.. no en el mercado común.

En el aspecto centroamericano no debe olvida. se que existen mercados que están y con– tinllarán progresando, y en algunos casOs complemenlándose, lo cual será ventajoso para ellos en cualquier circunstancia. Y en cuanto al aspecto del mercado local, se necesita que las leyes se interpreten y aplique con visión, que se arranque con un programa imperfecto pero que se

r'~"'\~'lle! que no se siga confundiendo lo que más convendría hacer con lo que podemos hacer

ahora, y que toda actividad de producción puede estimularse en base al mutuo interés aue se pueda determinar.

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