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« Previous Page Table of Contents Next Page »Las evidentes ventajas de la industrialización tampoco sisnifican que ella tensa que bus– carse a cualquier precio y en el menor tiempo posible. Es lógico buscar siempre un desarro– llo industrial, pero en función de las posibilidades reales de cada país; can lo cual se quiere significar que la industrialización responde a un proceso de largo plazo, que progresa tan rá–
pid~mente como'se base en una adecuada programación y ejecución, que no imponga cambios violentos ni interfiera o interrumpa el desarrollo normal ya iniciado y mantenido por la em–
presa misma.
Por otra parte, una <:Iara y precisa programación facilita el manejo de todos los incen– tivos deseables, y en su hábil y efectiva aplicación descansará el ritmo o grado industrial que se vaya logrando. Quien maneje los instrumentos de estimulo asume la principal responsabili– dad ,de orientación industríal, porque el que solicita dentro de la ley y se le concede, con su de– cisieSn aporta al país trabajo e inversión.
No debe confundirse el significado y alcance de una politica industrial, que responde des– de luego a un sano propósito y constituye una aspiración de largo plazo, con el criterio de que las actividades no fomentadas a través de esa política, no pueden o no deben desarrollarse, in– clusive considerarse como no deseables al desarrollo del país. La acción dirigida por medio de una Ley de Fomento, orienta: la libre decisión de un empresario involucra una actitud de promoci6n y aprovechamiento de algo que existe, y que de otra manera, podría más bien perderse. I
En los países sub-desarrollados las re~lidades del ambiente para un desarrollo Indus– trial, están ¡ntimamente vinculadas al complelo de elementos que integran los hombres, como empresarios y trabajaclores; la tecnología y las condiciones del mercado. Corrientemente re– sulta dificil ordenar y precisar en ese conjun!o una acción que tienda a superar aspectos es– tructurales y fijar prioridades, para poder conJugar poco a poco todas las limitaciones que ellos imponen. Los países aquí considerados conocen y viven dicho problema pero como la solución exige grandes sacrificios. y mucho tiempo, s610 tratan débilmente de enfrentarlo, prefiriendo entonces tomar decisiones inmediatas con gran contenido na– cionalista. Esta actitud difícilmente puede conducír a un proceso sostenido de industrializa– ción, ya que los enunciados sencillos pueden ocasionar confusiones y desestlmular las decisio– nes de los industriªles. Una politica industrial requiere mucho análisis para precisar todas sus posibles implicancias y poderlas ejecutar simultáneamente dentro del normal progreso de un país.
Bajo las anteriores circunstancias, en paises con marcado predominio del sector agrlco– la se plantea la urgente necesidad de su industrialización. Pero ese planteamiento lleva por lo general, una definida influencia de la agricultura predominante en la economía, que .i
bien responde a una justa aspiración, su realizaci6n involucra la superación de escollos y la coordinaci6n de múltiples esfuerzos. Cuando no existe esa comprensión, frecuentemente sur– gen planteamientos radicales, que no favorecen en nada el desarrollo industrial, antes bien, de– sorientan y crean desconfianza.
Consecuentemente se acentúan los problemas financieros para la actividad industrial existente, al marcarse más la tendencia favorable al sector agrícola. En esas condiciones las limitaciones financieras normales, hacen entonces que este elemento ocupe tal importancia, que se afecte el panorama industrial mismo al perder importancia a su vez los otros factores.
Como se aprecia, se juntan problemas múltiples que hacen dificil la elaboración de una politica sólidamente integrada. Cada quien trata de actuar en forma absoluta, y el desarrollo industrial se hace necesario pero muy dematido, predominando los grandes concep– tos y los grandes proyectos. Se llegan a tomar las decisiones, desestimando a veces los aspectos básicos. en los cuales descansan las posibilidades reales para los paises en desarrollo, de encontrar e impulsar una indust rialización efectivamente complementaria.
Nicaragua no ha estado ajena a los planteamientos referidos, y a pesar de los esfuerzos de los empresarios y del Gobierno, la actividad industrial no ha logrado encontrar una orien– tación definitiva, mediante un programa de largo plazo, consistente con las propias realidades y para iniciar un progreso sostenido y de respaldo nacional del sector.
Con la promulgación de la Ley de Protección y Estímulo al Desarrollo Industrial a prin– cipios de 1958, se marcó sin duda un paso tra<cendental para el futuro de la industria nicara– güense. El Estado puntualizó en los primeros cuatro Artículos su politica general de amplio apoyo, protecci6n y estímulo, para legalizar asi lo que podria llamarse su mayoría de edad y su
carta da nacionalización.
Se declaró de interés general el establecimiento en el país, dentro de ciertas condiciones, de plantas industriales a quienes el Estado en la medida de sus posibilidades,o por medio de sus organismos especializados, les prestaría asístencia técnica y financiera; lo mismo que to-
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