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más sorprendido que si yo le hubiese propuesto com– prarle a su pobre vieja mu:er, nuestra reumática pa– ciente, para practicar en ella medicina. Parecía dudar quién de nosotros estaría fuera de sí. Lar propiedad era

tan de ningún valor que mi deseo de comprarla pare– cía muy sospechoso. Al examinar el documento me enteré que él no era el dueño de los bienes. sino que los tenía en arriendo de Don Bernardo de Aguila fal– tándole tres años para termínar. La extensión era más

o menos de seis roíl acres por la que pagaba ochenta dólares al año; él no sabía qué hacer. pero me dijo que lo pensaría, que consultaría con su esposa y me daría la respuesta en la choza al día siguiente. Después vi– sité al alcalde. pero se encontraba demasiado borracho

para ser suceptible de ninguna impresión; prescribí pa– ra varios pacientes; y en vez de ir a donde don Gre_ gorio le mandé con don José María una súplica cortés que se ocupara de sus propios asuntos y que nos dejara en paz; regresé, y pasé el resto del dia en medio de las ruinas. Llovió dW'ante la noche, pero aclaró otra. vez por la mañana, y temprano estuvimos en el campo, Mi ocupación era ir con los mozos para derribar árboles y

malezas, buscar, excavar y preparar los monumentos p"ara que los copia.se Mr'. Catherwood. Mientras me ocupaba en esto fui distraído por una visita de don José María, quien aún no sabía qué hacer, y no querienqo aparecer demasiado ansioso, le dije que tomara mas tiempo, y que volviera a la mañana siguiente.

Llegó a la mañana siguiente, y su condición era verdaderamente lastimosa. El estaba. impaciente por convertir en dinero una propiedad improductible, pero tenía miedo, y me dijo que yo era extranjero, y que ésto le podrí.a acarrear dificultades con el gobierno. Otra vez le hice ver la formalidad de mi carácter, y me comprometí a salvarlo de responsabilidades con el go– bierno o dejarlo en libertad. Don Miguel leyó mis car– tas de recomendación, y releyó la carta del General Cáscara. Quedó convenddo. pero estos papeles no le daban el derecho de vendel"nIe su tierra. Pendía aún

la sombra de la duda; para terminar, abri mi baúl, y

me puse una levita de diplomático, con profusión de

grandes botones con águiJas. Tenía puesto un sombre– ro de jipijapa, empapado p01~ la lluvia y manchado de lo–

do una camisa listada. pantalones blancos. amarillos de

fa~go hasta las rodillas, y estaba casi tan aulré como el

rey negro que recibe a una compañía de oficiales bri– tánicos en las costas del Africa con sombrero de tres picos y o3saca militar, y sin pa!ltalones; pero don José María no pudo resistir a los botones de mi levita; el paño era de lo mejor que él había visto; y don Miguel,

6U mujer y Bartola comprendieron ente¡'amente que te– nian dentro de su chooz:a a un ilustre incógnito. La

única cuestión era que quién podría hanar papel para la hechura del contrato. Yo no reparé en pelillos. y le di papel a don Miguel, quien recibió nuestras mutuas instrucciones, y sefialó el día siguiente para la ejecu_ ción del documento.

El lector tal vez tenga curiosidad de saber cómo se venden lag ciudades antigutls en Centro América. Lo

mismo que otros articulas de comercio se regulan por

1? existen~ia en e~ ~ercado, y la det'nanda; pero no

sl~ndo artlcu~os pnnclpal~s, como el algodón y el ín–

(hgo, se mant~enen a precIos caprichosos, y en ese tiem– po estaba floJa la venta. Yo pagué cincuenta dólares por Copán. Nunca hubo ninguna dificultad acerca del precio. Oñ'ecí dicha suma, para que don José María sólo me creyera un tonto; si yo hubiera ofrecido más probablemente habría pensado de mi algo peor. . • Teníamos constantes comunicaciones COll la hacien~

da por medio de Francisco, que traía de allí todas las mañanas un guacal grande de leche, llevándolo a una distall.cia de trES millas, y vadeando el do dos veces.

Las señoras de la hacienda Toas habían mandado a decir

que pensaban hacernos una visita, y esta mafiana apa– reció la esposa de don Gregario, encabezando una pro– cesi6n de todas las muja"es de la casa, criadas y niños,

y dos de sus hijos. Nosotros las recibimos en medio de las ruinas, sentándolas lo mejor que pudimos, y, como primer acto de urbanidad. les ofrecimos cigarros

n todas ellas. Difícilmente se me puede creer, peLO ninguna de ellas, ni aún los hijos de don Gregario, ha–

bian visto jamás antes los "ídolos'\ y ahora tenían mu_ cha más curiosidad por ver los dibujos de Mr. C. En

verdad, yo creo que fue la fama de estos dibujos la que nos proporcionó el honor de su visita. En el fondo Ml'.

C. no era más feliz de verlas que el viejo don de ver– nos a nosotros, pues interrumpió su trabajo, y cada día

era de gran valor. Corno yo me consideraba hasta cier– to punto el propietario de ]a ciudad. estaba obligado a hacerle los honores: y, estando limpio el paso, las llevé

a dm." una vuelta, hadéndoles notar todos los objetos de interés como hace el cicerone en el Vaticano o en el Pa–

lacio Pitti; pero no pude ffidntenerlas alejada$, y, para disgusto de Mr. C., las traje de regreso a donde él estaba.

Obligados a dejar el trnba'jo, las invitamos para ir

a la choza a ver nuestras comodidades. Algunas de ellas el an nuestras pacientes, y nos recordaron que no les habíamos enviado las medicinas que les prometimos. El

hecho es. que evitábamos el darles medicinas cuando podíamos, entre otras razones. por temor de que si al– guna por casualidad maria en nuestras manos, cargáse– mos con la; responsabilidad; pero nuestra fama estaba establecida; los honores estaban afianzados a nuestras espaldas y estábamos obligados a llevarlos. Las seño– ras, a pesar de la brusque.dad de don Gregario, siemple nos habían tratado cariñosamente, y nosotros con todo agrado les habíamos manifestado nuestro reconocimieiL to de cualquier oh'o modo que dándoles remedios; pero.

pal'a gratificarlas' CQmo querían, distribuimos entre ellas polvos y píldoras con direcciones escritas para su uso; y cuando se despidieron las acompañamos por al~

gún trecho, y tuvimos la satisfacción de oír que ellas nos vengaban de don Gregario haciendo elogios de nues– tra galantería y atenciones.

CAPITULO 7

DESLINDE DE LAS RUINAS. - INFORMES DE JUARROS y DEL CORONEL GALlNDO CON RES. PECTO A ELLAS.-SU SITUACION.-SU EXTENSION.-PROYECTO DE DESLINDE.-ESTRUCTURAS PIRAIIUDALES.-FILAS DE CALAVERAS.-RETRATO INTERESANTE.-"LOS IDOLOS".-CARACTER DE LOS GRABADOS.-C;\DENAS DE TERRAPLENES.-UN RETRATO.-PATlOS~CURIOSO ALTAR. -TABLETAS (lE JEROGLIFICOS.-CABEZA G1GANTESCA._CANTIlRAS DE PIEDRA.-MAS SOLICI· TUDES DE MEDlCAMENTOS.-"IDOLOS y ALTARES.-IMAGEN SEPULTADA.-MATERlAL DE LAS ESTATUAS.-IDOLOS ORIGINALMENTE PINTADOS.-ALTAR CIRCULAR.-ANTIGUEDADES DE CO– PAN.

Aquella noche no llovió, y al día siguiente, como el suelo se encontraba algo seco, comenzamos un or– denado deslinde de las ruinas. Fué mi primel' ensa– so en ingeniería. Nuestros aparatos de agrimensura

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no eran muy extensos, Teníamos una buena brújula de agrimensor, y el resto se componía de una cinta para medir que MI'. C. habia usado en un estudio de las ruinas de Tebas y Jerusalén. Mi parte en el asu.n-

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