Page 70 - RC_1968_12_N99

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bíamos fugado de la prisión. que habíamos sido perse– guidos hasta la frontera de Honduras por un destaca. mento de veinticinco soldados bajo las órdenes de Lan– daveri, el oficial que nos ar.restó. y que si nos hubiera capturado habríamos sido fusilados. El alcalde, que había estado borracho desde nuestra llegada, dispuso visitarnos, para resolver las dudas de la aldea, y tomar las medidas que la presencia de esas peligros.as perso_

nas y la seguridad del país pudiesen requerIr.. ?e~o

este noble propósito se vio frustrado por una ndlCU'

circunstancia. Teníamos como regla el llevar nuestras armas con nosotros a las ruinas, y cuando regresamos a

la choza para recibir su visita, como de c05~umbre. ca– da uno teníamos un par de pistolas .en ~1 cmto y Ul~,a

escopeta en la mano; y, nuestra apanencIa e~a tan fo;; midable que el alcalde se asustó !le su proPIO fuUd~ti~

al pensar en interrogarnos Y bonItameNte, se laeselva rando a la sordina. Tan pronto como ego.a .6 d~

sus acompañantes le reprocharon por la no eJeCUCI .n 'ba sus propósitos, y él respondió, con dureza, que no 1

a tener algo que decir a unos hombres.. armados como estábamos nosotros. Animados con la :dea de nuestra teITible apariencia, le dijimos a don MildguelqqUe h~~?~~

se'ase al alcalde Y a la gente de la a ea, ue

m~jor en apartarse de nu~stro camin~ y deJ~rnos s~lds.

Don Miguel lanzó una lugubre sonnsa, mas no ~ o

había terminado Dijo. él que no dudaba de nues 1':1

hombres de bien, pero .qUtedéradmosf:~~~:~~~~f:;~: se país se encontraba en es a o e e ' le había prevenido que no debía darnos al~ergUe.'y qU~

se vería en dificultades por ello. La p.O t r b ~~;~~ ~e

podía ocultar su disgusto. Su cabeza es a a aseslnatos Y extdermi~di?Sbl Ydaurq~~~trr:;~~~~r~~es~i

guridad no se escUla a e. a í . algunos' soldf,ldos llegaban a la, aldea, ser amos aseSI-nados, y nos rogaba que nos fuesemos erturbados Nosotros estábamos muy molestos Y p. . .

con estas comunicaci0fes, pero te:%~~eO~t~d:a~I~:~e~~:

arriesgar para consedll JI '?;?gus:lr qUe ningún daño podría los Aseguramos a on

,LV.LJ. .,, sobrevenir que todo era' falto y una equIvocac;on,. Y ue nosotr~ estábamos por encima de tod,a S':'SPIC~CIa. 11

mismo tiempo y para convencerlo, ab~1 mI baul, y le enseñé un gran lío de vapeles, c,red~ncIales s~~ladas

para el gobierno Y cartas privadas de llltroduc110n en es añal para personas prominentes en Guate?1 8 a, pr e –

se~tándome como c'Encargado de los Negoc~os de los Esfados Unidos del Nórte'6, y una muy esp.ecIal de dton Antonio Aycinena, actualmel!te en esta CIUdad, au es coronel en el ejército centralista, lf desterra~o por M<;,– razán, para. su hermano el Marques ~e Ayclllena, con– feo de dicho partido, que esta~a. dommand? en aquella región en la violenta ~erra c:vI1 de ese .tIempo, .re~o­

mendándome con muoho ~preclO, Y, e~polllendo mI PI?– pósito de viajar por elpms. Esta ultIm~ cart~ fue J?as importante que ninguna otra cosa Y SI hubl~r.a SIdo dirigida a alguno del partido opuesto en la polítIca, ha_ bría· sido en contra n~es~ra, Y c~nfirmado la sos?echa de que éramos denemlgos'. Jamas hubo ta~ta .gran~e­

za bajo un toldo. Aunque ~nojados, era ca~l dIvertldo el vernos obligados a explicar nuestra c:ahdad a tan miserable grupo como don Miguel, su mUJer y Bartola; pero era indispensable el relevarlos de sus duda.s y an– siedades, facilitándonos el permanecer t~anqUllos en su pobre choza; y el consuelo que experl~elltaron, y

el gozo del a mujer al saber que nosotros era~Os gen– te de alguna estimación, no enemigos ni can nesgo de ser fusilados fué de lo más satisfactorio para nosotros. A pesar 'de eso, don Miguel nos aconsejó que fué– :ramos a Guatemala o oon el General Cáscara, a conse– guir una orden para visitar las l'uinas, y que en segui– da volviésemos, En ese particular nosotros habíamos dado un paso en falso. Deberíamos haber ido a Gua_ temala y regresado con un pasaporte y con cartas del gobierno; pero como no teníamos tiempo qué perder, e ignorábamos lo que había en Copán, probablemente si no hubiera estado en nuestro camino, lo habríamos

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omitido por completo. Y nosotros no sabíamos que la región estuviese tan enteramente aislada; la gente está menos acostumbrada a la vista de los extranjeros que los árabes alrededor del Monte Sinaí, y son mucho más

suspicaces. El Coronel Galindo era el único extranje– ro que había estado allí ante'J que nosobos, y él apenas podía ser calificado de extranjejro¡ porque era Coronel

en. ~ervicio en Centro AméTlca, y visitó las ruinas co– mISIOnado por el gobierno. Nuestra visita había quizás tenido alguna influencia sobre los sentimientos del pue–

blo; en todo caso, enseñó 8J don Gregario que no es fá–

cH. desembarazarse de los extranjeros; pero yo le acon– seJo a cualquiera que desee visitar estas ruinas en paz, que vaya primero a Guatemala" y solicite del gobierno toda la protección que pueda darle. En cuanto a nos– otros, ya· era demasiado tarde para pensar en ello y todo lo que teníamos que hacer era mantener nue¿tro terreno tan pacíficamente como pudiéramos. N o te..

níamos temor de soldados qUe vinieran de otra parte solamente para molestarnos. Don Miguel nos dijo, lo que ya antes habíamos observado, que no había ni un mosquete en la aldea; la calidad y excelencia de nues– tras armas era bien conocida; el arriero había contado que nosotros éramos sujetos desenfrenados, y que lo habíamos amenazado con matarlo; y el alcalde era ex

w cesivamente cobarde.' ]"ormamos; una alianza, ofensiva

y defensiva, con don Miguel. su muje~ y Bartola, y nos fuimos a dormir. Don Miguel y su mujer, entre parén– tesis, eran gente sigular: dormían con sus cabezas en diferentes extremos de la cama, para que, con el ine– vitable acompañamiento de fumar, no se perturbasen uno al otro.

En la mañana fuimos aliviados de nuestra düicul– tad, y colocados en posición de 1anz'ar un reto a los dé– tractores de nuestra reputación. Mientras que los tra.. bajadores se juntaban afuera de la choza, llegó trotan· do por entre lá milpa hasta la puerta Un indio mensa– jero que preguntó por el Señor Ministro; y quitándose el sombrero de petate, sacó de la copa una carta, dicien– do que le había: ordenado el General Cáscara que la en~

tregase en manos propias. Estaba dirigida al I'Señor Catherwod. a Comotán o donde Se halle", y expresaba el sentimiento del General Cáscara por el arresto en Comotán, atribuyéndolo a ignorancia o equivocación del alcalde y los soldados, e incluyendo, además, un pa~

saporte separado para Mr. Catherwood. Es pal a

muy satisfactorio el acusar recibo de esta carta; y de la prontitud con que el General Cáscara la despachó para "Comotán, o donde él pudiera hallarse", era na:da menos de lo que yo esperaba de su carácter y posición oficial. Le supliqué a don Miguel que la leyese en alta voz, le dije al indio que diera nuestros agradecimientos al General Cáscara

l

y 10 envié a la aldea para que se desayunara, con una dádiva que yo sabía que le haría publicar la historia con verdadero énfasis y discreción, Don' Miguel se sonrió, su mujer Se rió, y algunas pocas manchas de blanco relampaguearon por entre la sucia píel de Bartalo. Elevóse el precio de nuestras accio– nes, y resolvi encaminarme hacia la aldea, fortalecer los lazos de amistad con don José María, visitar a nues. tras pacientes, desafiar a don Gregario y juntar un gru– po de ayudantes en Copán,

Mr. Catherwood se fue a las ruinas para continuar SUs dipujos, y yo a la aldea, llevando conmigo a Agus– tín para disparar los cañones de Belize, y comprar co– mestibles por algo más de lo que valían. Mi primera visita fue para don José María. Después de adarar nuestra reputación yo mencioné el asunto de la compra de las ruinas; le dije que, con motivo de mis negoclOs públicos, no podría quedarme todo el tiempo que de– seaba, pero que quería regresar con azadones" picos, es– caleras, palancas de hierro y hombres, constrUir una choza para viVir allí, y verIficar una completa explo– ración; que no podía incurrir en gastos con riesgo de que se me negase el permiso para llevarla a cabo; y, para abreviar, én buen castellano, le pregunté: ¿cuán.. to quiere Ud. por las ruina9? Pienso que no quedaría

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