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en los días en que los españoles los descubrimiento, se aplicaban al trabajo sin ardor, ejecutándolo con poca actividad, y, como los niños, se 3pattaban de él muy fácilmente. Uno macheteaba un árbol, Y. cuando cansaba, lo que acontecía muy. pronto, sentábase a descansar, y lo lelevaba otro. Mientras uno trabaja–

ba, siempI e estaban varios mirándolo Yo traía a la memOlia el sonido del hach:t del leñador en los bosques de la patria y ansiaba algunos muchachos de las gran– des laderas de la Sierra Verde. Pero nos habíamos

1 evestido de paciencia, y observábamos a los indios mientras cortaban con sus machetes, y aún nos asom– brábamos de que acertasen tan bien. Por fin cayeron los palos y fueron anastrados hacia un lado, se limpió

un espacio alrededor de la base, arreglóse el bastidor ~e

MI C. y él se puso a trabajar. Yo tomé a dos ~nesh­

zos, Bluno y Francisco, y, ofreciéndoles, ~m premIO por cada nuevo descubrimiento con una bruJula en la ma_ no pm en jira de explor~cjón. Ninguno ~abía vi~t?

"los ídolos" hasta la mañana de nuestra prImera VISt– ta, cuando ellos siguieron en nuestra comitiva paTa reirse de los ingleses: peto muy pronto mostrar~n

tal interés que los puse a nii seryicio. Bruno ~traJo

mi a.tención porque admiraba, segu~ supuse, a n11 pel– sana; pero averigué que erA por mI casaca,. .una larga blusa de- cacería, con muchas bolsas; y. él diJO que po– dría hacer una igual exceptu:mdo los plIegues Era sas.., tI-e de profesión, y en los intervalos de una gran taTe3 en una chaqueta, trabajaba con su machete. Pero. te– nía un gusto innato por las artes. Cu~ndo atravesaqa– mas la selva, nada se escapaba a su nl1rada~ y era pi o. resionalmente curioso en cuanto a los vestIdos de:. las figuras esculpidas. Quedé jmpresion~d~ con la prime– ra revelación de su gusto 001' las anbguedades. Fl'an– cisco halló los pies y pierna9 de una estatua, y Bruno lina parte del correspondiente cuerpo, V el efecto p::ua ambos fue eléctrico. Registraron Y rebuscaron sob'-e el campo con sus machetes hasta ell(~ontJ.·ar los hom– bros, y la levantaron entera, menas la cab~;za; y ~m­

bos se mostraban impacientes por la poseslOll de l1lS–

trumentos con qué cavar y encontrar este fragmento que faltaba. '.

Es impo::;ible describir el intelés C011 que yo explol('l estas ruinas. El campo el'a enteramente nuevo; no habia guías escritas ni cond_uctores; todo era terreno virgen. No podíamos distinguir a diez yardas ~le.nte a

nosotros, y nunca sabíamos con lo que tropeZ31'1amOS después. Una vez nos detuvimos para cortar las ra– mas y bejucos que ocultaban el frente de un mmw men , to y en seguida cavar alrededor para sacar a la luz un

rr~gmento, cuya esquina es\;ulpida sobr~salía de, ~a tie–

na. Yo me adelantaba muerto de ,ansleda~ mlentr~s

que loS indios trabajaban, V un ojo, una orela, un pIe,

fJ una mano se desenterraba; y cuando el machete 50-,

naba contra una piedra esculpida. yo apartaba a los in–

dios y separaba la tierra suelta con las manos. La be–

llez~ de la f~scultura, la solemne quietud de la que se perturbaba únicamente por ia trepa de los monos Y el parloteo de los loros, la desolación de, la c~udaC;l, .y el mistelio sobre ella suspendido, todo producla un LOte– rés mayor, si fuera posible, que el que yo jamás ~en ¡

en medio de las ruinas del Antiguo Munqo. . Después de valias horas de ausencil;l regresé a donde se encon–

traba Mr. Cathel'wood, y conté arriba de cincuenta ob_ jetos para sel' copiados.

No lo encontré tan sati3fecho de mis noticias como yo esperaba. Estaba él parado con los pies entle el

J.U

do, y dibujando con los guantes puestos, para pi ote– gerse las .manos contra los zancudos. Como lo temía mas, los diseños eran tan inb incados y complicados,

J.O

sujetos tan completamente nuevos e incomprensibles, que tenía gran dificultad para dibujarlos. Hizo varias tentativas, con cámara lúcida y s.n ella, pero no quedó satisfecho ni aún yo, que era menos severo en la críti– ca. El "ídolo" pm'ecía desafiar su arte; dos monos so~

bre un árbol hacia un lado como que se mofaban de él y yo me sentía desanimado y desconfiado. En efecto,

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reflE'xioné,' con angustioso peSar, qU'e debíamos aban– donar la lde~ ~e llevarnos ningún material para espe. cular en anhguedades! y. que deberiamos quedar satis–

f~chos. ~on ha~erlas 'VlStO }losotros mismos. De tal sa– hsfacclon nadie nos podrl8 privar. Retornamos a la choza con el interés no disminuido, pero tristemente descora2.'Onados por el l'esl,1ltado de nuestra labor Nuestro equipaje no habia podido atravesar el río pero se recobló el saco azul que me había ocasionad~

tantas molestias, Yo había ofrc;cido un dólar de recom– pensa, y Bartola;. el heredero forzoso del arrendatario ele nuestra choza, había pasado el día en el río y lo en– contró enredado en; un arbuuto de la orilla. ' Su ri(>:

nudo cuerpo parecía agradecido de su lavado acciden– tal, y el saco,' que nosotros suponíamos que contendría

c:~gunos :materiales para dibujo dé Mr; C., al sacudirlo,

~lO a luz un par de botas vieias, que, no obstante, en ese

tl~mpo valian su peso en oro, pues eran impermeables y alegraron el decaído espíritu de Mr. e., quien se h~

Baba enfermo con 'un presunto ataque de fiebres intelo mitentes O reumatismo, por permanecer entre el fango

t~do ~l día., Nuestros mozos se fueron a sus casas, y

F edenco tenía la orden de que antes de venir all traba– jo en la mañ.ana, fuera él. la casa de don Gregario a com– prar pan, leche, candelas, manteca y unas cuantas yar– das de carne de res. La puerta de la choza miraba hacia el Poniente, y el sol se puso sobre ]a obscura sel–

v~ al fren,te con una magnificencia que jamás había VIsto superada. De nue~o, por la noch~, tuvimos agua– cero, con truenos y relampagos, pero no tan VIOH:::J.l,OS comó la noche anterior, y por la mañana ya otra vez estaba claro.

Ese día Mr. Catherwood fue mucho más afOl tunfl_ do en sus dibujos; verdaderamente. al principiar, la luz caía exactamente como él lQ deseaba

l

y venció la difi– c;ultad. Sus preparativos, además, eran mucho más có~

modo, plles tenía sus botas impermeable,$, y se paró so– bi'e una pieza de lona engrasada, que usábamos para cu– brir el equipaje en el camino. Yo pasé la mañana se– leccionando otro monumenlo, derribando los árboles y preparándolo para que él 10 copiara. A la una de la tarde llegó Agustín a llamarnos para almorzar. [)'on Miguel tenía una siembra de frijoles, de lá que Agus– tín llecogió (·uantos quiso, y, con el producto de un pe~

dido permanente de todos los huevos de la aldea, que eran hes o cuatro al día, COL dones de carne de res, pan

y leche de ]a hacienda, estuvimos muy bien. Por la tarde llegó otra vez Agustín, con la noticia que el al– calde había llegado para hacern,os una visita. Como se iba haciendo tarde, dimos por terminado el día, y re– glesamos a la choza. Estrechamos la mano del alcal~

de, y le regalamos cigarros a él ya, BUS acompañantes,

y nos hallábamos dispuestos a ser, sociables. pero 8]

dignai31'io estaba tan bonacl10 que apenas pudo hablar, Sus acompañantes sentáron:3;e en cuchillas, tambalefm– dose sobre las corvas, y, aunque las posturas eran dife– rentes, nos recordaban a los ára.bes. A los pocos mi– nutos el alcalde se levantó precipitadamente, hizo un

saludo vacilante, y nos deió, siguién,dole todos los de. ,más, y don Miguel,en cuenta. Guando na~ encontrába· mas cenando regresó, y era fácil observar que él, su mujer y Bartola estaban afligidos,' y, como lo tenía– mos, se t.rataba de nosotros.

Mientras nos hallábamos ocupados en nuestros pro– pios asuntos¡ teníamos muy poco idea de la sensación que estábamos creando en la aldea. Don Gregario quedó satisfecho cou tenernos fuera de su casa, quería sa<.ar· nos de la vecindad. Por de5gracia, a más de su instin– t va aversión, lo habíamos ofendido distrayéndole al– gunos de S\lS trabajadores con los altos precios que, co– mo exhanjeros, nos vimos obligados a pagar, y comen– zó a mirarnos como a rivales l y decía por todas pal les que éramos individuos sospechosos; que nosotros sería– mos la causa de que se turbase la paz de Copán para que se introdujesen los soldados y la guerra en las cercanías. En confirmación ele ésto, dos indios p":lsaron por la aldea quienes informal'on que nosotros nos ha-

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