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guerreros y estadistas; la -'belleza, la ambición y la

gloria, han vivJdo y desaparecIdo, y nadie supo cómo hablan sido, ni pudo informar de su pasada existencia. Los libros, historia de los conocimientos, guardar- si–

lencio sobre este tema. La ciudad estaba desolada. Ningún residuo de esta raza subsiste en derredor de las ruinas, con tradiciones ;y transmitidas de padre~ a hijos. y de generación en generación. Yacen frente a nosotros como destrozada- embarcación en medio del océano, perdidos los mástiles, su nombre bor~ado,

muerta su tripulación, nadie para informar de donde vino, a quién' perteneció, la duración de su viaje, o la calisa de su destrucción; su perdido pueblo escudrifia– do solamente por alguna imaginaria semejanza en ~a

construcción de l. na'Ve, y, tal vez nunCa Sea: conoCI– do por completo.' El lugar en donde nos sentamos, ¿sería una ciUdadela desde la cual un pueblo desco– nocido habría sonado la trompeta de guerra? ¿o un

templo para la ado:r;ació~ del Dios de I?az? iO los 11:a-– bitantes; adoraban a los idolos hechos COn 'sus propias– manos, y les ofreclan sacrificios sobre ~as J?iedras que tenían frente a; ellos? 'I\odo:era, un misten?;, un obs– curo e impenetrable misterio, Y todas "las clI'cunstan~

cías lo acrecentaban.' En Egipto, las colosales arma– duras de gigantescos templos se yerguen sobre las re-: secas arenas en·toda la desnudez'de'la desolación; aqul.

una inménsa selva cubre las ·ruinas! ocultándolas a la vista realzando la impresión·y el efecto,moral, y dan– do tID3. intensidad y casi un desvarfo/al 'interés.· , ya avanzada la tarde nos abrimos paso de regreso a donde estaba~ las mulas, nos bañ~mos en· el. claro

rio al pie de la muralla, y volvimos a la. h~c[enda.

Nuestro agradecido muchacho ~del arrlerd;habla ;ref~

rido su' terible enfermedad,' Y. la curaci6~ extraordi– naria efectuada por Mr. Catherwood; Y:'nos encontra.

mas en l~ haCienda' 'a un hombr~' seme,ante a un es"'"' pectro consumido' por la fiebre lnterrnltente,. que nos pidio '''REMEDIOS''. 'Uná 'señora, \ anciana que' ha.,..

bla llegado a' visitar a la familia, y' que Intentaba re–

gresar' a su hogar eftese día¡ nos· ,estaba esperando pa– ra ser curada de una: ehfermedad que' habia padecido durante veiÍlte años. Sacamos nuestro botlqu(n, Y

con esto la mujer dpl don también se' convirtió e~ .pa– ciente. La·fama de Mr. C. Bu-mentó COn las medlcmas

que distrIhuyó:' Y' durante el curso ?e la t~rde tu,:,o

bajo smfrnahós a 'cuatro o cinco mUJeres e Igual ~'ú­

mero de hombres:' 'Déseábamos muchlsimo pr~cbcar

sobre el don, Petó ·él fué precabidó. Los pistOD:S ful–

minantes de nu-esttas: pistolas llam~ron' la atencl6n de los hombres' y les mosttain'ds 'Ut ¡brújula; y otras co– sas que hici~ron a :nuestro amigo de San AntoniG su–

po~er que nosotros éramos "muy ricÓ~" ~ que "ten~a­

mos' Jilllchas ideas";' . :poco a poco nos fUImos relacur ilando con todos los de' la casa exce1;'to COn el aJ!lof quien encontró en el' _arriero un congenial espirltu~

El había .tomado su' puesto y estaba demasia,::'lo env~­

necido y obstinado para ceder. 'Nuestros nuevos aml:– gos nos dejaron más espacio para nuestras hamacas, y

tuvimos . u~ columpio, méjor par~, la ,110che.

En lamañaua seguimos asombrando, a las gentes con nuestras rarSS,costtimbres, particularmente por ce– pillarnos los dientes; operación que, probablemente, velan entoncés por primera've~. 1'4.~enti'as,nos ocupá– bamos en estó abri6sé la puerta de ]a ·casa, y apare--: ció -don Gregorio, volviendo la cara al otro lado, par.a evitar -darnos los BUENOS DIJ\S. Nosotros, resolVI– mos no dormir otra' noche bajo' su te~ho, sino lle–

var nuestras hamacas a las ruinas, y, si allá :Iio había

edificio para gd8recem~os, eolb~r18S bajo W!. árbol. Mi.

convenio con el arriero era permanecer tres días en Copán' pero no habia trato por el uso de las mulas

durant~ ese tiempo, y él esperab~ qU'i las molestias

qUe encontrásemos nos harían marcharnos inmediata– mente. Cuando nos vi6 inclinados a quedarnos, juró

que no 1levaria las hamacas, y que no se detendría un

día más, pero al fin consinti6 en alquilarnos las mulas para ese cUa.

Antes de, partir, un nuevo individuo, que había estado conversando algún, tiempo' con don Gregorio, se adelantó resueltamente, y dijo que él era el propie– tario de IIlós ídolos u

; que nadie podía andar por el

terreno sin su permiso; y me pr~sentó sus títulos. Es–

ta era una nueva dificultad. 'Yó no me encontraba dis– puesto a disputarle' sus titulos, pero le[sus papeles tan atentamente como si meditase una acción para expul– sarlo; y pareció aliviado, cuandQ le dije que su titulo era válido, "y que, si no nos molestaba, yo le haría un obsequio al partir. Por fortuna, él- tenia que pedir,– nos un favor. Nuestra faina como' médicos había ll~

gado a la aldea, y deseaba remedios para: su mujer enferma.. Era: importante hacerlo nuestro amigo; y,

después de un :rato de conversaci6n, se' convino en que Mr. C. con varios trabajadores que habíamos con.,... tratado, seguiría' para' las ruinas, como ,lo intentába– mos, para preparar: alojamiento' allá, mientras yo iba

a la aldea a visitar a su esposa. ';,

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Nuestro nuevo conocido. don José María: Acebedo

era corno ~e cincuenta afias, ·álto ,y_ bien vestido; est~

es, su canllsa de algodón y sus pantalones eran lim'– pios; ·inofensivo, aunque ignorante; y uno de los más

respetables habitantes de Copán. Vivla en una le-las

mejores chozas de la aldea, ;construida de pal~ te– chada con hoijas de maíz, OOn una armazón de madera en un lado para una cama; y provisto de algunos tras– tos de barro para cocinar. Un fuerte aguacero había caído durante la noche, ~; el piso en el ·interior de la

choza estaba mojado. Su espOSa parecía de la misma edad que ~l ri

afortW18d~m~nte, hacía vario$ años que

estab sufrIendo de reumatIsmo. ; y digo· afortunada– mente; pero hablo s6lo con respecto a nosotros como médico, y por el honor de la profesión acidentalmen– te confiada en nuestras manos. Le: dije a ella qUe si

su enfermedad hubiera' sido reciente, estaría más al alcance del arte; pero qUe como Se trataba de un caso

muy antiguo, requéria tiempo, habilidad y observación

de los sintomas Y del efecto de la medicina dla tras

dia; y quej por de pronto,' le' aconsejaba mantener los pies fuera del charco de agua en donde estaba parada, prometiéndome consulta1'l con Mr; Catherwood que era aún mejor médico que yo, y enViarle un 'linimento para que se lo untara en el cu<ill.o.

I , Concluido ésto, don José MarIa me acompañó a las ruinas, donde encontré a MI'. Catherwood con los indios trabajado:r:es. Otra vez anduvimos por todo el campo en busca de algún edificio arruinado en donde pudiéramos levantar nuestra vivienda, pero no había ninguno. Colgar nuestt'as hamacas bajo los f~rboles

sería una locura; Jes ramas estaban todavía mojadas, el suelo lodoso y de nuevo amenazaba un próximo aguacero; pero estábamos de<~dido~ a no regresar a la casa de don Gregorio... Don Mariiino me dilo que

allí cerca había una choz~, y me· ~ondujo a ella. Al aproximarnos oímos los griWs de una mujer en el interior, y, al entrar, la vimos radanqo y sacudiéndo– se sobre' u?a cama de C1J.ero f loca,de fiebre y de .do..,– lar; y poméndose de rodillas al, Verm~, ,oprlmiéndos~

las sienes con l3:s manos, y con l~grimas en los ojos, me suplicó, por:.el amar de Dios, ,que le, diera algu– nos remedi9s. Su piel estaba ar~iiente, y el pulso muy agitado, tení~ una violenta ti!:!bre in~,rmitente. Mi.en– tras le preguntaba por los síntomas, entró su

marido a la choza, un'· hom~re blanco, cPnlO de cuarenh años, vestido con. un par de sucios ~onciJlos de algodón, con las faldas d~ l~ cam~sa d.e fuera, un patiuelo ata–

do a1J:'e.dedor de la cabeza, y descalzo; se llamaba Don Miguel. Le dije que deseiÍba~os pasar alguno~ días entre las ruinas, y le ,pedí perpU.so para alojarnos en su choza. La mujer,. felicisima de tener, a un hábil

médico cerca de eUa, respondió P9r él; y yo l'egresé a

r~levar a Mr. eatberwood, y agregar otra a su ]~ta

de pacientes. Toda la compañía nos escoltó hasta la choza, trayendo con eUos solamente la mula que con-o

dujo las hamacas; y con la adición de MI'. C. al cuer– po médico y un misterloso de5"p~iegue de materiales

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