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pero en otros entera. Tenía más el carácter de llna estructura que ninguna de las que habíamos visto an– tes, atribuida a los aborígenes de América, y formaba parte de la muralla de Copán; una antigua ciudad, so– bre cuya historia los libros no arrojan sino poca luz. Estoy entrando precIpitadamente en un nuevo cam– po. Innumerables volúmenes han sido escritos con re.' lación a los' primeros pobladores de la América. Para algunos, los habitantes de, este continente han sido con· siderados corrió una raza: sep8.1'ada, que no descIende del mismo padre comÚn con 'el resto del género humano; otros han atribuido su origen a algún 'resto de los ha– bitantes antediluvianos de la tierra, que sobrevivieron al diluvio' qUe arrebató a la mayor parte de la especie humana en los días de No'é, y de ahí que los cons.ideren como la' máS antiguá"raza de gentes sobre la tierra. Dentró del ancho espaeío que abarcan los descendientes de Noé: los judíos. los;cananitas, los fenicios, loscar– taginesesj los griegos, los escitas en los antiguos tiem– pos; lós chinos, los suecos, los n?ruego~, l~s galos y los españoles en los modernos, ha SIdo atnbUldo a ellos el honor de pobladores' dé Amérioa. ,Los dos continentes han sido iI,lnidos y han sido separados, por, un gran ga– táclismo' la fabulosa isla Atlántica ha surgido del ocea– no; y, p~ra no quedarse atrás, un atrevidoamericaf!.o le devueliTe la pelota al Viejo Mundo, y, planta el arca misma dentro del Estado de Nueva York

Los .'monumentos y restos arquitectónicos de 10,s aborígenes no' han formado hastad día sino u.na peque– ña parté 'del fllndamen~o' d~ estas esJ'~culacIo,:es, El Dr. Robertson, en su H1Slot18 de Amenca, ,s<?sttene co– rrio "un principió incontestable, que la Amenea I?-0 fue poblada poI' llingurta nación del Antiguo aontme?~e

que hubiese heeho considerables, progresos en la CIVI–

lización". "Los habitantes del Nuevo Mundo", ,dice él, "sé enconhában eh un estado social' tan extremadamenc te rudo que ignoraban aún aquenas artes, ,que son los priluei"os ensayos del ingenio humano en su avance ha– cla el progreso". Desacreditando los ar(lientes relatos dé' Cortés v dé sus compañeros, de soldados, sacerdotes

y civiles, todos conformes en r~p~e¡¡entar .el ,esplendo.!,' exhibido' en los edifiCios de MexIco, él dIce que "las casas del,puebló 'eral1 meras chozas, hechas de turb,a, .0

lódo, o' de ramas de arboles, como las de los, más, rt(sh– cos indios".. QUé él templo de Cholula no era I?as qu,? "un montón de tierra, sin níngunas gradas m para". mento de piedra, 'cubierto de arbustos:.: de hierbas", y, basado en la autoridad de personas reSidentes. por nlU–

cho tiempo en Nueva España, y que dec!ar.9cn haberla visitado por todas partes, dice que "no existe, en toda la' extensión de ese vasto 'imperio, un., solo monumen– to o vestigio de algún edificio más antiguo que la con~

quista". En aquella, épocll, la. desconfianzF\ era quizás la salvaguardia del historiador; pero desde que el Dr. Robertson escribió, una nueva inundación de lU7J se ha derramádo sobre el mundo, y se ha ab~erto el campo de las antigüedades americanas, , " ' . La ignorancia, el descuido y la indiferencia de los habitantes de HisJlano América sobre, este asunto es cosa que admÍl'a. En nuestro propio pais, el des~ejo <le las selvas y el descubrimiento de,lúmulos o montes y fortificaciones, que se extienden en filas delide los la– gos atravesando los valles del Ohío y. Mi~sis~!ppi, de momias en una cueva de Kentucky, la mscnpClOn sobre la roca de Dighton, que se supone estar en cara<;teres fenicios, y las ruinas de murallas y de una gran CIudad en Arkansas y en el territorio de Wísconsin, han suge– rido extrañas y vagas ideas con respecto a los primeros pobladores de este país, y la firme cre~ncia qUe nacio– nes poderosas y populosas lQ han ocupado y desapare– cido, cuyas historias son enteramente desconocidas Las mismas evidencias continúan en Tejas, y en México ellas asumen una forma aún más definida.

La primera nueva luz lanzada sobre esta materia en 10 que. respecta a México es debida al g,ran Hum– bold t, quien visitó aquel país en un tiempo en que, por la celosa política del gobierno, estaba tan cerrado a los extranjeros como la China en la acetuMidad. Nín-

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gún hombre pudo haber merecido mejor esa fortUna. En aquella época los monumentos del país no eran el principal objeto de investigación; pero Humboldt reco– gió de varias fuentes informaciones y dibujos, particu– larmente de MUla o el Valle de ~os Muertos; de Xoxi– chaIco, un monte cortado y terraplenado, cuyo nombre era el Monte de Flores; y la gran pirámide o templo de Cholula que visitó él mismo, detodo lo cual su propia elocuente narración está al alcanCe del lector. Des– graciadamente, de las grandes ciudades allende el Va– lle de México, ocultas entre las selvas, arruinadas, de" siertas y sin nombre Humboldt jamás tuvo noticia, o, a lo menos, nunca las'visitó. No fué sino más tarde cuan– do relatos de !lU existencia llegaron á Europa y a nues" ti'o país. Estas narraciones, 'no obstante ser vagas y poco sa.tisfáGtorias, habian excitado nuestra curiosidad; aunque quizá yo debo confesar que ambos, Mr. C. y yo, estábamos eSéépticos, y' cuando llegamos a Copán, era con la esperanza más bien que con :la expec·tativa de en-contrar maravillas; ,

Desde el descubrimiento ,de estas ciUdades arrui– nadas la teoría predominante ha 'sido, que ellas perte– necieron a una' raza. mucho más antigua que la que ha– bitaba el país 'durainte la época de la conquista espa– ñola. Con respecto' a Copán. se hace menciÓn por los primeros historiadores españoles de. un lugar de ese Ilombre situado en la misma región del país en donde estas minas se encUéntran, que eritohces existía como una ciudad habitada, y que opuso una formidable resis– tencia a las armas españolas, auriq,ue hay circunstancias que parecen indica!' que ~a referid~, ciudad er~ inferi?r en forta.leza y solidez de construcclOn, y de ongen mas moderno.

Estaba situada en' la antigua provincia de Chiqui– mula de Sierras, que' fue conquistada, por los, oficiales de Pedró de AJI.varado, pero ninguno de los historiado– tes espanales hadado algún detalle de esta conquista, En 1530 los indios de esta provincia se ,rebelaron, e in– tehtaron sacudirse del yugo de España. ,Hernando de Chávez fue enviado para sojuzgados: y, después de mu– chas sanguinarias batanas; acampó frente a Esquipula¡¡, plaza fuerte perteneciente a un poderoso. cacique, la cual, al cuarto día, para usar las propias palabras del cacique "más por respeto a la tranqUilidad pública que pór müido a las armas españolas, determinó rendirse", y, con la capital, toda la prOVincia sometióse de nuevo al 'dominio de 1i1spaña.' ,

El' cacique de, Copán, cuyo nombre era, Copán Ca– lel, había estado activo incitando ala suble~ación y ayu– dando a los insurgentes. Hernando de Chávez resolvió castigarlo, y marchó sobre Copán, que entonces era una de las más grandes, más opulentils .y más populosas pla– zas' del reino;' ,El campamento, del cacique, con ¡¡Us auxiliares, se componía' de treinta mil hombres, bien dísciJ}linados 'y veteranos en la ,guerra; armados con sa– bles de palo que tenían filos de piedra, con flechas y

con hondas: Hacía un lado, dice el historiador, estaba defendida por la cordillera de montañas de Chiquimula

y Gracias a Dios, y del lado opuesto por un, profundo foso, y por un atrincheramiento formado por pesadas vigas de madera, con los intersticios llenos de tierra, con troneras y agujeros para disparar las flechas. Chávez, acompañado por algunos jinetell, pien armados, se en– caminó hacia el foso, e 'hizo señales, que deseaba tener una comerenciá. El cacique le respondió con una flec chao Luego siguió una lluvia, de flechas, de piedras y

de dardos, que obligó a los e¡¡pañoles a retirarse. Al si. guiente día Cháve2J hizo un ataque a las trincheras. La infanteriausaba cotas sueltas rellenas de algodón, sa– bIes y escudos; los jinetes llevaban petos y yelmos, y

sus caballos iban protegidos. Los copanes tenían cada uno en el brazo un escudo forrado con cuero de danta, y la cabeza resguardada con penachos de plumas. El ataque duró todo el día. Los indios; eon sus flechas, sus jábalinas y sus picas, cuyas puntas estaban endu– recidas a fuego, sostuvieron el campo. Los españoles se vieron precisados a retirarse. Chávez, que había pe– leado en lo más reñido del combate, estaba alarmado

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