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y evolución. La Nicaragua de los siglos XVIII y XIX sólo conoció un tipo de empresa como generadora de producción: la agraria; porque la actividad comercial estaba al servicio de las haciendas y de una población urbana que, a pesar de su escaso poder de compra, permanecÍa satisfecha. El hacendado era de tipo patriarcal y estaba muy lejos de tener problemas labo– rales y de sufrir grandes presiones. Su administración -era centralizada; sus rendimientos y sus costos no se median en estandares exigentes y el mercado de sus productos no presentaba gran complicación. ,

Sin tomar en cuenta el primer esfuerzo industrial de Nicaragua gestado a fines del siglo pasado -el Ingenio San Antonio-- y los posteriores de la Compañía Cervecera de Nicaragua, la Cementera Nacional, la Aceitera Corona, Compañía Tabacalera de Nicaragua y algunas otras em– presas, la industria del pais se mantuvo a nivel artesanal hasta la década de 1950. Más aÚn: en los comienzos de la citada década se da un salto, pero en la agricultura. Coincidiendo con la guerra de Corea surge el crecimiento de la producción algodonera: se comienza a producir 1Q.OOO pacas hasta llegar a las 500.000. Sin embargo el salto no sólo es violento por pasar súbitamente del arado de bueyelll al tractor, sino que también es un elemento de confusión. SI, el algodonero se confunde. Unos cuantos aviones fumigadores volando sobre los. plantios de León y Chinandega, un par de barcos anclados para farg;¡r algodón en el puerto de Corinto, cuatro hilos de asfalto regados sobrE> una inmensidad de polvo, todo E>so haCE> pE>rderle el sentido de la realidad: se considera rico. Le pasa lo del muchacho campesino que, al conseguir su primer trabajo en la ciudad, estrena sus primeros zapatos y descubre el cine. Y esa confusión Ilncarece la vida, el costo de la tierra contribuye a subir los servicios profesionales a niveles ab.urdos. El hombre de la baja clase media, fuera de acostumbrarse a una vida ficticia que le proporciona el crédito, forma hábitos de consumo por encima de sus capacidades y de la "ropia capacidad del pais. A principios del segundo lustro de la década Se entra a un ciclo de "vacas flacas", hay una recuperación del aliento durante la primera mitad de la presente década y, de nuevo, en la segunda mitad vuelven las caras tristes•

Hoy se lamenta dE> que Nicaragua tenga en el Mercado Común Centroamericano un sal– do desfavorablE> de 24 millones de pesos centroamericanos. A esta grave lamentación se suman otras: la balanza de pagos es negatIva. los problemas fiscales muy serios, la desocupación y el costo de la vida son los únicos que suben, etc. Al fin parece que se ha aprendido la lección: Somos pobres y seguiremos siéndolo por varias generaCiones. Sin embargo, nuestros recursos Son abundantes y, en caso de saberlos utilizar, han de rendirnos dividendos.

Nuestra norma debe ser la austeridad, sobre todo cuando estemos en los ciclos favora– bles que han de volver. Tampoco creemos que frenar los justos anhelos de un pueblo sea la fórmula que conduzca a su felicidad. ¡ - _

La solución está en el impulso de la pro.:lucción y en disciplinar los gastos.

La Industria es, sin duda, un medio eficaz e inmediato de acelerar nuestro desarrollo. Sobre todo el apoyo del Estado al industrial se traduce E>n una buena inversión que da réditos muy pronto Los industriales, por su cuenta, deben S&r mejores administradores y más agre– sivos mercadistas. As; lo han comprendido y aor eso están haciendo un esfuerzo encaminado hacia una verdadera superación que no puede ignorarse, superación en la que el público con– sumidor tendrá que poner su parte consumiendo de preferencia los productos nacionales. Tén– gase en cuenta que la Industria ya representa en Nicaragua el 20% del producto nacional y, naturalmente, es una inversión que no puede ni hay que dejarla perderse.

Muchos de nuéstros problemas, como dejamos dicho, son similares a los de las otras re– públicas centroamericanas. Pero algunos de los nuestros difieren hasta tal punto que cons– tituyen un caso sui géneris. Si miramos rápidamente el aspecto industrial del istmo podemos abarcar el siguiente panorama.

Guatemala, a pesar del grave problema de las guerrillas, continúa siendo beneficiada por las inversiones extranjeras en el campo industrial. Su población, indudablemente, es la mayor del istmo y, no obstante que gran parte de ella es marginal, ofrece un ¡nteresante mer– cado. Además su clase dirigente ha recibido un fuerte influjo de inmigración europea -prin– cipalmente alemana- que le ha dado una gran capacidad empresarial.

El Salvador, por su parte, presenta las características particulares de su clase empresa– rial que la pone en una situación ventajosa dentro del Mercado Común. Los principales capi– tales salvadoreños se originaron en el siglo XIX y fueron hechos con inversiones en café por militares acaudalados que tuvieron el acierto de preparar a sus hijos en Europa y Estados Unidos, donde aprendieron a ser eficientes empresarios mucho antes que los nicaragüenses. La densidad de la población, por otro lado, ha contribuido a darle a los salvadoreños un in-

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