Page 57 - RC_1968_12_N99

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b'o bagaje p~ra que nos lo codujese a Zaca.péI: al día si-: guiente,

Saliendo de Gualán tenía·mos a nuestra derecha el Río Motagua, el cual ahora ya era nu·estro amigo, y

más ,allá la gran. cordillera de montañas de Vera Paz, de seis a ocho mil pies de elevación, Al c.abo de una hora comenzamos el ascenso, Pronto nos encontramos en un campo ·de flores; los arbustos y mal.orrales esta·

ban vestidos de púrplira y de ,rojo; y sobre las faldas de la montaña, y en los banancos que bajaban hasta el río, en las más extrañas posiciones, había grandes ár– boles tal! -cubiertos de l'OjO que parecian uña sola nOl

En tres horas descendimos d¿ nuestra elevada_montaña, y llegamos' una vez más a la o:dlla del río, donde éste corría velozmente, y"en algunos lugares rompiéndose en rau,dales. , Seguimos caminando como una hora, ele– vándonos otr~ ve2J varios millares depies. A las des de la tarde llegamos 'al pueblo de San Pablo, situadq_so– blC 'una elevada meseta, mirando hacia el río, can su pel'spe.ctiva limttada por las mor(tañas de Vera Paz. La iglesia ~staba si.tuada en la entrada del pueblo, Salta· mas nuestras mulas para que pastaran y tomamos nues– tra comida en el portal El'a: esta una Qella posición. y dos cascadas. brillantes como regueros de plata sobre la falda de la montafia en lontananza. nos trajeron a la memoria las cascadas de Suiza,

Por' medio del alcalde conseguimos un guía pal'a conducirnós a Zacapa; y, reanudando nuestra jornada, dutante dos horas más tuvimos a nuestra derecha la misma vasta extensión. El sol estaba nublado, pero ocasionalmente apareCía y alumbraba las faldas' de la!? montañas, mientras las cimas se encontraban 'cubiertas de Dupes, A las cuatro de~]~ tarde tuvimos una vi~'ta

lejana del gran llano' de Zacapa, limitado hacia el lado opuesto por un cinturón tringular de montañas, a cuyo pie estaba situ~da la. ciudad, I?escendimos y cruzamos la planicie que estaba velde y bIen cultivada; y vadean– do una corriente, subimos por una áspera ribera y en– trall10S en la población.

, Esta' era con mucho la mejor que habíamos visto, Las calles estaban 'bien ordenadas y las casas repelladas

y blanqúeadas, con grandes ventanas con balcones y ca·

rredores, ~a iglesia- ~ra dé doscientos cincuenta pies,

de largo, con;ll1u.'os de diez pies de esposor y una sas–

.1~el"Ía, y el otro e~taba destechado, En una 'esquina ha–

bla W1 campanallo, formado por cuab.·ó rudos troncos

de árboles que soportaban un puntiagudo techo cubier– to con tejas. D'os campanas estaban suspendida de una tosca viga; y, cuando pasábamos, un indio medio des– nudo se encontraba parado sobre una plataforma en la parte inferior. llamando a vísperas,

Nos encamina.mos a casa de don Mariano Duarte una de las más grandes y mejores del lugar como d~

cien pies de frente, y con un corredor que s~ extendía a todo ellal'go, pavimentado con piedras cuadl..adas. La puerta fue abjer:ta ~or U!1. negro de. ,santo Domingo, de lcspetable aparIenCIa, qUIen nos dIJO, en francés que el Sr, Duarte se encontraba ausente~ pero que la caSa es– taba a Iiuestra disposición; y dando la vuelta a' Una

porte cohere al c{)stado, nos dio entrada a un am– plio patio ornamentado con. úrbóles y flores en uno de cuyos lados había una cabellería o estable. Dejaj–

I)),OS nuestras mulas en manos de los criados, y entra– mos en la' sala o salón de recepción que ocupaba ca"": si todo el frente, con grandes ventanas que llegaban has–

ta: el piso y balcones' de hierro. amueblada can mesas. un armado europeo y sUlas, Dql centro de la. sala y de las ventanas pendían jaulas, primorosamente hechas y doradas, conteniendo 'bellos pájaros cantores del país.

y dos preciosos canarios.de La Habana, Et'a esta la residencia de dos hermanos solteros, quienes, condoli– dos de las necesidac;ies de los viajero$ en un país ente– ramente destituido d~ hoteles, mantenían siempre lila puerta abierta para SU comodidad,' Teníamos candelas encendidas. y estábamos como en nuestra casa, ME! hallaba yo sentado ú'ente a una mesa escribiendo, cuan– do oimos afuera el tropel de unas mulas, 'y entró un caballero, se quitó la espada y las espuelas, y puso sus pistolas sobre la mesa. Suponiendo que sería un via– jero como nosotros, le rogué que se sentara; y cuando se sirvió la cena, le invité parq acompañaxnos. No fué sino hasta la hora de dormir cuando supimos que está~

barnoa haciendo los honores a uno de los dueños de la casa, El debe haber pensado que nosotros éramos muy fríos, pero yo me lisonjeo que na tendría l'azón para quejarse de ninguna falta de aten.ción,

. CAPITULO 4

COMPRANDO UNA BRIDA.~UNA ESCUELA y SUS REGLAMENTOS.~CQNVERSACION QON UN IN–

DIO,~TRADUCCION ESPA1\10LA DE "EL ESPIA"._CffiQUI¡lfULA_UNA, IGLESIA EN RUlNAS.-UN VETERANO DEL IMPERIO FRANCES.-SAN ESTEBAN.-UNA TIERRA DE MONTA1\1AS.-LANCE CON UN ARRIERO.-UN PUEBLO DESIERTO.-RUDO ASAV.rO.-ARRESTO.'-PRlSION.-LmERTAD:

Al día siguiente nos vimos obligados a esperar a nuestro arriero. Nuestro guía de la noche anterior se había robado una de nuestras bridas; y aquí encontra– mos el principio de una molestia que nos acompañó por todo Centro América, por la dificultad de comprar alglina cosa ya hecha. Había un herrero que tenía un freno a medio hacer, perono tenia el carbón suficien– te para terminarlo. Afortunadamente, dw'ante el día llegó un indio con una carga, y el freno quedó con– cluido La cabezada se la 'compramos a un talabarte–

10, :1 las riendas, que erán de cuero trenzado como la punta de un chicote, fuimos bastante afortunados de obtenerlas ya hechas, La llegada del carbóiI facilitó al herrero el proveernos de un par de espuelas,

En acapa

j

por primera vez, vimos una casa para <'scuéla. Era ésta un edificio de aspecto respetable, con columnas aL frente, y pegado a la pared un gran cartel, encabezado asi:

"lel'. Decurión (un estmliaute que estaba al cuidado de (Uez de sus compañel'o~). 29 DecurIón".

MONITOR, &0.

"Reglamento interior para el buen gobierno de la

escuela de pl'ímel'as letras de esta poblacióD, que debe ser observado f.'stl'ictamente por todos los niños que

la componen"! &c;,

Con una larga lista de complicados artículos, de– r.iarando los premios y castigos. La escuela para cuyo gobierno se habían dado estos reglamentos, se com– ponía de cinco muchachos. dos además de los decu– riones y el monitor. Era casi medio día, y el maestro, que era secretario del ALCALDE aún no había aparecido. Los únicos libros que yo ví fueron un de– vocionario católico y una traducción del ESPIRITU

DE LAS LEYES de Montesquieu, Los muchachos eran chicuelos bien pal'ecidos, medio blancos; y con uno tic ellos hicimos un ensayo de sumar, y después de escdtura, en el que se mostró muy adelantado. escfi,– biendo en español, con una letra que no }Jodía ser confundida, "Deme un real",

Nos encontrábamos algo indecisos SObl'C lo que

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