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« Previous Page Table of Contents Next Page »para el. corazón de los indios. ,De. ahí ,que ella había sido aolaro'ada porltados los' pueblos por doriae pasaba; y aquella noche recibiría las plegarias de los cristianos de Gualán. - Santa Lucía gozaba' de uria peculiar popularidad por su' milagroso poder sobre JoS: afectos de los jóvenes, porquecttalquier mozalbete que oraba pidiéndole una esposa, o cualquier muchacha que le pedía un marido, estaban seguros de 'obtener 10 que deseaban; y si el pe– ticiol}ario indicaba a la santa la persona que quería, la
petición eta atendida, siempre' que tal' p'ersona no fue– ra ya casada. Nada sorprendente era. pues que una santa con ésos extraordinarios pod/2;res,' qüe tocaban tan directamente las más tiernas fibras de los corazones, Cl'eara ~al sensación. en un lugar en donde los senti– mientos, o mejor di'chó,; las pasiones, están particular– mente .inclinadas hacia el amor.·'
Doña Bartola nos invitó para que la acompañáse– mos, y, saliendo, pasamos a visitar a Ulla su amiga; du.:. rante toda la visita, una criada se sentó con la falda llena de tabaco, hacíendo cig.arros de doblador para uso inmediato. Era la. primera. veZ, qUe fumábamos con SeñOl'áS, y, al principio, se noS hacía algo ditícil el pedirles lumbre; pero quedamos' tan acostumbrados esa nóclie que después ya nunCa tu.vimos· ningún escrúpulo en hacerlo. La conversación giró' sobre la santa y
sus :milagrosos poderes; y cuando' nosotros nos decla– rábamos algo escépticos, la criada; con aquella fami– liaridad, aunq,ue no exenta de respeto,' que existe POi'
todo Centro América, 'nos. dijo que' era"maJo el dl,ldar, qUe ella misma había orado a la santa, y dos meses después ya era casada, y con el hombre por quien ora– ba, aunque en la actualidad él Xa no'se acordaba de ella, y, en efecto, él quería a otra 'muchacha.
Con este incentivo, cerrandó la casa, y acompa– ñados de los niños y los criados, s~limos para rendir nuestro homenaje a la santa. El sonido d?l violín y el disparo de cohetes indicahan la dirección de su tem– por'ario "domicilio. Había establecido' su residencia en la choza de un pobre indio de los arrabales; y durante algún tiempo antes de llegar a ella, encontramo-s gen– tes de ambos sexo~, y de todas las edades y colores, c~n
diversidad de vestidos y desmid/2;ces, fumando y plah– calldó' y. seIltadós o echados en el suela: en toda clase de acÜtudes. Se abrió paso a' nuestra comitiva y en– tramos ell la choza.
, Esta era como' de veinte pies en cuadlo, forrada por encima ya' los lados con' hojas de milIJa, y ll~na de una densa masa de mujeres y de hombres arr~d1l1ado...! .. A uri lado estaba un altar, como de cuatro ples de altura, cubierto con una limpia tela blanca dé algodón. Sobre ef altar había una armazón, con tres elevaciones, pa~
recidas a un florero, y encima de ellas una caja, que contenía una muñeca gtande dé ceta, vestida de seda azul y ornamentada con láminas de oro, lentejuelas y flores artificiales; Esta era Santa Lucía. An-iba de Ja cabeza tenía un dosel de tela roja de algodón, sobre el cual estaba. blasonada una cruz bordada en oro. A la' derecha estaba una silla' de manos" adornada con te– la roja y láminas de oro, que :constituía el equipo ?e
viaje de la santa; e inmediatos a ella estaban unos ~n
dios en traje semisacerdotal, sobre cuyos hombres VIa– jaba; festones de naranja pendían ~el techo,,,,y los rl!– dos pilares estaban envueltos 'en hOjas de cana de azu– cal'. Al pie del altar había un petate, sobre el cual ju– gaban muchachas y muchachos; y un pequenuelo co– rno de seis años de edad, ataviado con el pintoresco tra– je de un sombrero de paja, 'y con ésto nada más, esta– ba frescam'ente inspeccionando a la multitud.
La ceremonia del rezo ya había principiado, y la música de un tambor; un violín y un pito, bajo ,la di– rección de un indio maestro de ceremonias, ahogaba el sonido de las voces. Doña Bartola, que era viuda, y
l3s otras señoras de nuestra compañía, Se arrodillaron; y, encomendándome a sus oracioñes, yo miraba sin ha– cer nada por mí mismo, pero estudiaba atentamente las caras de los que me rodeaban. Allí había algunos de ambos sexos a quienes estridtamente no se les podría
llamar jóvenes;. pero que nO por eso re'zaban cón lUenos fe'rvor. En algunos lugareS la gente rechazaría la im– putación de estar deseosa de conseguir 'marido 'o mu– jer; no así en Gualán: ellos oraban públicamente por lo que consideraban ser una bendición. Algunos de los hombres lo hacían con tapta vehemencia qUe el '~udor
caía a grandes gotas sobre SUS rostros; .3'. nadie' pensa– ba que al orar por un marido tuvieran . que teñirse. de rubor las mejillas de una modesta doncella: Yo obser– vaba el semblante. de una, joven india, radiaht'e de en– tusiasmo y esperanza; y, mientras sus miradas descán– saban sobre la imagen <:le 1'1 santa sus, labios se movían en oración, nopude'nlerlos que imagin.arme que su ca'" razón se encontr,aría .lleno con el amar cte algún holga– zán y quizá indigno; pretendieri:te.'
Fue'ra de la' choza la escena era del todo diferente. Por ahí cerca había filas de hombres y :mujeres arro– dilladoS, pero. más allá se encontraban desordenados grupos de: hombres y' muchachos semidesnudos, soltan– do cohetes y quemando fuegos artificiales. Cuando pa– sé entre ellos, un relámpago se 'elevó desde abajo de llljs pies, y un petardo estalló tan cerca 'que la pólvo– ra me chamuscó; y,. mirando alrededor, 'vi salir preci– pitadamente a mi bribón ariero. Más adelante había plirejas de jóvenes, hOlubres oy müjeres, bailando a la luz de flamearites rajas de pino. En una choza, a corta
distarici~, estaban dos macilentas 'viejas, con grandes calderas sobre atdieD1.;es fogatas,. 'mene~ndolas y sir– viendo el contenido· con largos cucharones de madera, con 'apariencia de bl'ujas que repal'ten veneno en vez de pociones amorosas.
A las die:!] de .la noche cesaron' las plegarias a la santa y la muchep.um'9re se apartó en' g{lupos y parejas, cayendo muchas en lo' que en inglés se llarnarian fi:l'fa~
tian.: Para nuestra comitiva Se extendió un péta– te a un lado de la choza, 'y todos encendimos nuestros cigarros' y nos sentartlos sobre él. Vasos hechos de pe– queñas calabazas, y "llenos con el contenido de las calderas con una preparación de maíz hervido endul– zada con varios dulces, fueron paseando ,de boca en boca, tomando un sorbo cada uno y pasándold a su ve~
cino; siguiendo estQ así, sin interrupción, por más de Una hora. Permanecimos en el suelo' hasta después de meldia noche, y' en seguida fuimos de los primeros En
1'("1tirarnos. En resumen, nosotros juzgamos que las plegarias a Santa Lucía debían conduc.ir al matrimo– nio; y yo no pude sino observar que, tratándose de con– seguir marido o mujer, la mayor parte de ellos pare– cían dispuestos a hacer algo por sí mismos;; y no dejar– lo iodo a merced de lá santa.
El día siguiente fue excesivamente caluroso, y nos– otros permanecimos en casa.. Por la tarde visitamos al padre. quien' acababa de regl'esar de un pueblo in– mediató. Era él mn hombre gordo y de baja estatura; y tenía puesto W1 gorro blanco de dormir, una chaqueta H---– sada dé azul,' y pantalones blancos, y lo encontramos lUe– cieüdose en un hamaca y fumándose un cigarro; Tenía. una gran f.amilia de mujeres y niños; pero con respecto a las ¡"elaciones en que ellos ~staban hacia él, la g~mte
se contradecía. El nos dio más informes de los que hasta aquí habíamos podido obtener con respetco al país y particularmente relativos a Copán, ciudad en ruinas que deseábamos visitar. Estaba familiarizado con la historia de los indios y comprendía perfectamen– te el carácter de la raza actual; y, respondiendo, a nues– tra pregunta de si todos ellos eran cristianos, dijo que eran devotos y religiosos, y que, tenían sumo respeto hacia los sacerdotes y los santos Dicho esto Se sujetó los deceñidos pantalones y encendió: otro cigarro. Nos– otros podríamos habernos sonreído de su idea al con– fundir su confortable figura con los santos; pero tenía él tan buen sentido y bueno~ sentimientos que no nos
sen~imos inclinados a contradecirle.
A la mañana siguiente negó nuestro arriero, pero, por causa de alguna equivocación, no tenía suficientes mulas para conducir todo nuestro equipaje, En vez de aguardarlo, partimos sin él, dejándole parte de nues-
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