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« Previous Page Table of Contents Next Page »carav~ma La caut~I3; de las mulas ~ra extraordinaria. Durante tina hora óbser,vé los movimientos de una que iba adelante del l1H~ ,A' veces apoyaba la pata dé ade– laitte sobre una
raiz 'o una piedra, y la tanteaba como 10 haría un hombre; .de cuando en cuando: sacaba las patas delanteras ~de UQ lecho de cieno hasta Jos bra– zuelos, y otras veC,es' era una constante a1ternativa de
hundidas y sacadas. .' '
Este. es el gran camino real para la ciudad de Gua– temala, la que siempre.' ha sido. un lugal!' de distinción
en Hisp(il1o América. Casi todo el tráfico de mercade~
rías de. E!Jropa pasa por allí; y nuestro guia dijo que lá razón para que e$tuviese en tan malas condiciones era porque lo atrav~ijaban tan mulas. En algunos paí– ses esta habrfa sl~o una razón para, mejorarJo; pero era placentero encontrar que el pueblo ante quien yo estaba acreditado estuviese relevado de uno de los ré– gimes ~e contiendas en casa, y, que no se molestase con. las complicadas cuestiones de atender a las me– joras interiores.
, Al ~abo de d.os horas llegamos a un turbulc'nto río o torrente de .l~. mOllta~al espQmoso y rompiéndose so–
bre su Jecho de pIedras, sombreado por grandes árbo–
les.,: Se llamaba EI.Arroyo del Muerto. Los arrieros ya estaoan distribuidos sobre las rocas o bajo la SOffi_
¡
Ql~a <;le los árboles, comiendo su frugal alimenfo de tortil.las; las mulas estaban en, el río, o dispe:rsas a 10
largo de la ribera; y nosotros escogimos un árbol gran_ de, quEt extendia sus TaI:DaS sQbre nuestras cabezas como un techo. y tan cel'c~ del arroyo que podíamos sumer_ gir nuestros vaso~ entre ~l aglJa.
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' ..'roda la sol~,~itud! que ,fuí capaz de economiZar du–
rant~ el día para xp.í mismo la h,abía empelado en el, barómetro que iba· sobre las ~spaldas del guía. El He· vaba! además, un pequ~ño jarro blanco, con un borde rojo, en el cinturón de su machete, qel cual iba él muy'
~mio'y muy cllidadoso; Y varias veces, después de un
resb~lón y de una escapada 'difIcil, se volvia y levan– taba el jarro <;on '~,ma sonrisa, lo cual me daba espe–
ranz~s c~n respec.~o aJ barómetro¡ y, en efecto, lo había sostenldo sin que se quebrara; pero, por desgracia, el azogue, no estilba bien seguro, y, todo se había escapa– do.. Era imposible repararlo en: Guatemala, y la pér_ dida de este b~rómetro fué un motivo de pesadumbre dW'arite todo nuestro. vhde; porque nosotros ascendi– mos'a muchas montáñas. cuyas alturas jamás han sido averiguadas:' -
Pero tuvimos otra desventura que, por de pronto; nos "tocaba más de cerca. Nos sentamos en el suelo,
a la moda ,turca, con Wl ~spacio vacío entre nosotros. Agustín colocÓ a nuestro frente una bien llena servi– lleta; ·:Y, mientras! tomábamos el agua del cristalino, arroyo a nuestro, lado, un espiritu de otros tiempos lle–
gó sobre nosotros, y hablamos con desdén de los fe_ rrocarriles, de las ciudades"y de los hoteles; pero ¡oh m.esoneros! vosotl~os fuis~eis venga,dos. Desenrolla– mos la servilleta, y la vista que ella presentó fué de_ masiado espantosa, aun para,los nervios más vigorosos. Habíamos preparado pan para tres .dias, huevos duros, y d,ós gallinas asadas para tqdo .el tiempo que pudieran dUrar, Agustín habf~ oJ..v;dado la sal) pero había pues– to en la servilleta un gran papel de pólvora como una ancheta de su pertenencia. El papel se rompió, y el pan. las gallinas y los huevos quedaron enteramente sazonados con este nuevo condimento. Toda la be– lleza de la escena, toda nu~stra ecuanimidad, todo ex– cepto nuestro tremendo ap~tito, nos abandonó en un instante. Las tabernas campesinas surgieron ante nuestra vista; y nosotros, que habíamos sido tan ama~
bIes, denostamos a Agustín y le deseamos el más ho_ micida condimento· sobre su p.ropio cuerpo. No pudi_ mos e~coger lo suficiente para satisfacer el hambre. Esta c,ra, sjn duda, la manera más inocente de probar la póJY,or:: pero todavía así era una amarga píldora.
Escogimos e hic;imos excavaciones. para uso inmediato.
p~ro. el resto de nuestras provisiones se perdió. Terminado esto, montamos, y, vade.anq.o la cái.·rien– te, contiullamos nuestr.o descens9. Sigu~endo por una estribación de la montaña, salirnQs - a lin· cerro, domi– nando· la vista de \lna ext~nsa pr-ader~: Muy ·pronto llegamos a una espléndida meseta, don,de una gran partida de arrieros en
viaje para Yzabal había acam– padó poi' la noche. Fa'r<:tos' de ~ñi,l, que formaban sus cargas s.e encontraban apilados coJ;llo una, muralla; sus
mulas pastaban tra,p.quilamente cerca de eUos, y sus fuegos estaban ardierido para cocina.r la cena. Era una gran satiSfacción: el 'estar 'una V:~Z más en campo abierto, y ver la mort~aña, con su, espesa selva, ilumi– nada por el sol que, declinaba grand~ y tenebroso, y
nosotros. felizmente' fuera, de ella. Con diez horas de
lamas penosa cabalgata' que yo jamás hahla sUfrido,
solamente; habíamos andado' 'd9C~ mil}as.
Al batíU- de eshf meseta, entramos en una llanura densamente arbolada, y. a los pocos minutos llegamos a un bosquecillo de palmjaras' silvestres de singular be_
lleza.· Desde :Ja copa' de un elevado y desnudo tallo
se extendían las ramas de veinte o treinta. ,pies de lar–
gq, 4espregIi~d9.s~ d~sde ~l tropc~, y cayendo hacia (ue– ra con ·.una. gr(lCIOSa comba como enormes plumaJes¡ los' á·rboles· estaban tan Wlidos que las encorvadas ra–
mas· se juntaban, formando arcos, en alguJ?os lugares con tanta simetría comQ si hubi'~s.en sido artificial-– m'en'te formados; y mientl"as caminábamos por en me– dio de· eiIos, había un~,. tan sol~lD:ne qui~tud y un tal aife de de~91aci(Jh que' ·nos trajo a la incm9ria las co–
lumnas de un te~pl0 egipcio.
H~~ia,.el anoche<;~r !.legaino~ al Rancho del ¡vIico.
Erq ,U:~a pequeña c~sa, constrmda con palos y ,repe–
l1~da ct;ln lodo. Inmediata ~ ella y. unida ppr un co– bertizo techado con ralpas, haQí~ una caSa más ~ran·
de, COD&truidá del inisJl1Q lnaterial,exP~'~~amf;l1~~ 'p~ra
el uso de los vhjerosl .. E~,ta ya se: erwol}tr~ba o'cupada por dos partid,os. pJ.;o(;~qentf.$ de, Guatem~l,a) una de las cuales fOÍ"Illaban el Capónigo Castillo',. ~u com– paliero' eclesÍAstlco o ~e:c'l'e~ariQ, y. 40s jóvel:le.s Pavón~
La otra la constitpía' un com~l:c.Iante fran<;~ en ~u.
viaje a PaÍ'ís. Mi". C. y yo ~ramos. unos. objetos de as-:'
pe.cto ·p~ioresco.,' no. salpl~~dos,. s4I9 répella~os cóp. lo..; do des4e .la cabeza .has~.Ios PlE!Si;per~, pt:.qnto. fuimos conocido.s,·'y ~~Cibi~QS ~e ~9C;l8:)a· co~p~ma u~a ~!Jr
dial bienvenida· a c.erttto Aménca.
. , , . " .:'. I . Su apariencia era ta~ como par&: darme una suma– mente· .favorable opinión de 'la clase de persoIias que yo háJIaría en -Guatemala. El, Canónig~ _era uno de los principales ho~bres del paIS e!I .posIClón y carác–
ter y entonces se encontraba en VIaJe para La Haba– na ,'en una delicada misión política, siendo enviado por la Asamblea Constituyente para invitar al arzobispo a que volvies~) . qu~en hab,iSl , sido desterrado p~r el General MOl'a~an die~ aftas antes. ,El tomó llar su
c~enta el hacer los h()n.~res, y puso ante nosotro~ cho– colate y lo que él lla,itl6 'lél, plato naci.onal", frijoles,
ó "judías fritas, ~on ' ,~os ;~ua1es, por.. f,?~tun~ para nuestros subsigulent~$ vII:lJes, 110S "encarmamos" de una vez. Nosotros estábamos muy· cansados, pero una
a~radable compaílía era mejor que :dormir. El canó– nigo se había .educa~o ~n Roma, y pasado .l~ prime~'a
parte de su VIda en Europa; el. francés era de Pans; los jóvenes Pavón se habian· educado en Nueva York¡ y 1IOS sentarnos hasta una llOra avanzada, con nuestros vestidos tiesos: dé lodo, hablando de Francia, de Italia y de la patria. .Por fin colgamos nuestras hamacas. Ha– bíamos estado tan ocupados que no pusim·os mucha atención en nuestro equipaje; y <;uando ~uisimos con– seguir un vestido para mudarnos. no pudImos hallar a nuestros sirvientes, y nos vimos obligados a arrojar– nos a la cama comó estábamos; pero COIl el satisfacto– rio sentimiento de haber pasado Ula montaña", pronto nos dormimos. ..
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