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dotes y monjes de España, y son, en todas las cosas, estrictos observadores de las formas prescritas. En esta colonia la visita de un padre era un raro pero grato acontecimiento. Al principio ellos parecían re– celosos de que nuestro amigo no fuese ortodoxo, por– que no hablaba el español; pero ~uando lo vieron con su vestido talar y sobrepelliz, y con el quemado In– cienso, toda desconfianza desapareció.

Poco habla que hacer en la vía de los casamIen– tos estando escasos los hombres para tal propósito, pues los más de ellos se encontraban fuera pescando o en el trabajo; pero las mujeres, en una larga fila,

presentáronse ellas mismas cada una con un infante

en los brazos, para el bautismo. Fueron arregladas en semicírculo frente a la pared, y el padre principió.

A la primera le hiZo una pregunta que yo creo no se encuentra en el 'libro, y la cual, en algunas partes se considerarla impertinente hacer a una madre que ofre– ce a su hijo para la lniciación en la iglesia, es decir. que s1 era casada. EUa titubeó, sonrió, se rió, y con– testó no." El padre le dijo que esto era muy malo e

inde~oroso par"a una mujer que fuera buena cristiana,

y le aconsejó aprovechar-la presente oportunidad para

casarse con el padre del niño. _Contestó ~lla que le gustaría hacerlo así, pero que él estaba ausente cor– tando caoba; y aquí, como las preguntas de él y las

respuestas de élla habían pasado por medío de un in– térprete. el asuhw- empezaba a complicarse. Real– mente tanfns de las mujeres, se interpusieron, todas hablari.do al mismo tiempo, que el padl..e se dio cuenta que habla toacdo un terreno dellcado, y as! fué que pasó á la' slgulimte.

En efecto, aun con los asuntos ordinarios nuestro anúgo tenia bastante que hacer. ~I entendla' muy po–

Co español; SÜ, libro estaba en latlll; y no sJendo ca– paz de traducirlo tan fácilmente corno la ocasión lo re– queda habl. empleado el intervalo de nuestra ausen– cia pa~a copiar una tira de papel, de un ritual pro– testante1:;1 parte ceremonial del sacramento del bulfs– mo. En la confusión ésta se perdió, y el padre tuvo que volver a su latIn,: para ser traducido al españ.ol según fue menester. Después de aigún esfuerzo él se

volvió a AgusUn y le dijo en inglés las preguntas que debían hacerse a las mujeres. Agustín era un buen

católico, y le esc~chó con t~nto t:~SPt;to como si hu–

biese sido el pal?a, pero no entendlO 111 una palabra de

10 que·)e dijo.' Yo le interprelé a Aguslin en fran– cés, quien lo interpret~ a uno de los llomb~es en es–

pañol para que éste 10 mterpretase a las mUJeres. Es– to, por supuesto, dló lugar- a mucha confusión; pero todos eran tan 'devotos y respetuosos) que, a pesar dé sus tribulaciones, la ceremonia fué solemne. Cuan– do negó a las partes en latín; nuestro amigo las par– loteó tan' aprisa como si estuviesen recién negadas de la Propaganda en Roma. y los caribes no se en– contrasen m"uy atrasados.

El' padre nos había infornlado de la pasión de los caribes por la multiplicidad de nombres; y una de las mujeres, después de dar a su hijo tres o cuatro, me señaló a mí, diciéndole que se agregase el mío. Yo no soy muy estricto, pero tampoco me importaba asumir sólo por juguete las obligaciones de un padri– no; así que, parando la 'ceremonia, supliqué al padre eximirme del mejor modo que pudiese. El prome–

tió hacerlo así; pero el día estaba excesivamente ca– luroso; el cuarto se encontraba atestado, las puertas obstruidas, y por ese entonces el padre, con su latín, francés y español, estaba sudando copiosamente, y al–

go contuso. Pensé que yo ya estaría desenredado, has–

ta que, pocos momentos después; me llevaron un nmo para que lo tomase en mis br~zos; mas yo tenía un punto para librarme: supuse que sería la señora que habla sido madre sin ser esposa, la que deseaba que su hijo llevase mi nombre, pero resultó que era otra; todavía yo con la mayor descortesía me escapé de re– cibir a la criatura Al salir, sin embargo, la mujer me interc'eptó el paso, y echando al niño hacia ade– lante, me llamó compadre; así que sin saberlo, llegué a ser el padrino de un l}iño caríbe; afortuna~

damente, su madre era una mujer honrada, y el pa– dre estuvo presente en la ceremonia. Con toda pro– bablUdad o ynunca tendré mucho que hacer con su educación; y solamente puedo tener la esperanza que a su debido tiempo él multiplicará el nombre y lo ha– rá respetable entre los caribes.

Regresamos al bote, y a los pocos minutos está.– bamos otra vez -en camino, navegando hacia el Bio Dulce. Un anfiteatro de elevadas montañas se ex_ tiende por mucbas millas a lo largo de la costa y ha– cia el intelior hasta perderse de vista. En ún pe_ queño lugar esta altiva cordillera se abre para dar paso a un manso río. Sobre la ribera derecha de la

costa quedaba uno de los lugares que yo Jntentaba vi_ sitar. Era llamado con el nombre familiar de Livings– ton, en honor al distinguido ciudadano de Luísiana cuyo código penal fué en ,ese tiempo establecido en Guatemala; y se suponía, tan ventajosa era su posi– ción, que llegan a ser el puerto de entrada a Centro América; pero estas esperanzas no fueron realizadas.

Eran las cuatro de la tarde, y, al gobernar hac1a

allí, el capitán -me dijo que, si cchábamos el ancla, sería necesario permanecer en el lugar hasta la maña–

na siguiente. Yo me encontraba poco dispuesto a

perder la única oportunidad que probablemente ten_ dria de parar un bote de vapor; pero tenia una an– siosa, casi ardiente curiosidad de ver el Golfo Dul–

ce, y todos convenimos en que sería imperdonable perder tal oportunidad de verlo con ventaja. Por consiguiente ordené al capitán aVanzar junto a la

ori_ lla y seguir adelante.

La ribera se elevaba como treinta pies arriba del agua, y era rica y exuberante como en Punta Gorda. El sitio de la proyectada ciudad estaba ocupado por

otra. tribu de caribes, quienes, como Jos primeros, arro– jados de su hogar por la guerra hablan subido por la

costa, y, con aquella visión por lo pintoresco y lo her~

moso en los paisajes naturales, que disthlgue a los in·

dios en todas, partes, fijaron su residencia en este lu~

gar. Sus chozas techadas con hojas estaban en fila a lo largo de la ribera, sombreadas por arboledas de platanares y cocoteros; canoas con velas fijas estaban echadas sobre el agua, y los hombres y las mujeres

estaban sentados bajo los árboles contemplándonos. Era esta una apacible y resp1andeci~nte escena, que bablaba de paz y libertad lejos dc los tumultos de un mundo bullicioso.

Pero, hermosa como era. nosotros Dronte) la olvi–

damos; pues una estrecha abertura en una muralla de montañas nos llama hacia adelante, y a los pocos momentos entramos al Río Dulce. A eada lado. ele_ vándose perpendicularmente de tres a cuatrocientos pies, había una muralla de perpetua verdura. Los fu·_

boles crecían a la orilla del agua, con densa y no inte– rrumpida frondosidad hasta la cima; no se divisaba ningún lugar estéril; y en ambos lados, desde la copa de los más altos árboles, largos zarcillos descendían hasta el agua, para beber y llevar vida a los troncos qne los sostenían. Este era, como su nombre 10 indi– ca, un Río Dulce, Un encantado paisaje de la tierra de los títanes, que combinaba la exquislta belleza con la colosal magnificencia. A medida que avanzamos el cui'so dio un rodeo, y a los pocos minutos perdimos de vista el mar, y quedamos rodeados completamente po.r una muréllla de selva; pero el río, aunque no nos nl0straba por dónde, aún nos invitaba .a seguir ade– lante ¿Podría ser esta la portada para una tierra de volcanes y terremotos revuelta y trastornada por la guerra civil? Durante algún tiempo buscamos en va– no un solo punto estéril; al fin encontramos una mu– ralla desnuda, de roca perpendicular, pero desde las grietas, y aparentemente dentro de la misma roca, cre_ cían árboles y _arbustos Algunas veces nos encontl'á~

bamos tan circundados que parecía COlllo si el bote de~

biera atravesar entre los árboles. Ocasionalmente en un ángulo de las vueltas", la muralla desapareció, y

el sol pegó con abrasadora fuerza, pero al instante nos encontramos de nuevo en la más profunda sombra Por los antojadizos relatos que había o{do, esperaba

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