Page 43 - RC_1968_12_N99

This is a SEO version of RC_1968_12_N99. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

CAPITULO 1

LA PARTIDA. - LA .TRAVESIA. ~ )'.RRIBO A BElJIZE. - MEZCLA IiE COLORES. - LA CASA DEL GOBIERNO• ....:. EL CORONEL M'PONALD. - EL ORIGEN DE BELIZE. ~ ESCUELAS DE NEGROS. – ESCENA EN. UN JUZG)'.DO. -·LEYSIN ABOG)'.DOS. - LOS CUARTELES. - EXCURSION ~N UN PIT– FAiN. - PRINCIPIAN LOS HONORES. - ACUMULACION DE HONORES. - PARTIDA DE BELIZE. -

!lAS DULZURAS DEL CARGO.

, Habi.fndoséme ,confiado por el Presidente una Mi-'–

sión Especial Y, Confidencial a Centro América, el ni.i~r~

coles tres de Octubre {le 1839, ~e embarqué a bordo del bergatín británico lMary Ann, Capitán Hampton, para

la 'l3ahía de Hondura.s. El bergatín estaba anclado _en

el North River, largadas las vel?~, y a los _pocos mi...,...

nutos, en compañía de un amplio ;navío pescador de ba– llenas con destino al l;lacífico, estábamos en ruta. Esto

era antes de las siete de la maña;na: las calles y lQs

muelles; se "encontraban silencio130Sj la Battery (1). e~.,.

taba desolada; y, al it;lstante de abau,dotlaI;la en, un VIaJe

de incierta duración parecía más hermosa que c9 mo nunca antes yo la h~bía (.onocido. . Frente al, Campo ,de Cuarentena, unos POCOS aml.,–

~os que me habían acompañado a bondo se' despidierQ;n

de mí' al cabo de iUna hora siguió el piloto; al anoce-– cer la 'obscura silueta de las tierras. montañosas .de Ne~

versink era apenas visible, y a, la mañana siguiente. nos hallábamos en 'pleno mar. ' , ; Mi .úniCo compañero de pasaje, era Mr. Catherwoo~.

un experimentado viaje'ro y &migo personal, que habla pasado más de diez años de sU vida en ~iligent~s estu-:c" dios de las antigüedades del Viejo Mundo; ya qmen, es.... tanda familiarizado con las ruinas de las antiguas gran– dezaS arquitectónicas, yo contraté tan lue~o como reci.... bí mi nombramiento, para qU'e me acampanase en la ex– ploración de lasTuinas de Centro Amenca.

Impulsados por un fuerte ventarrón' del nordeste, ~l

nueve nos encontramos en la región de los viento~ ah... sios el diez en los trópicos, y el once, con el termome.... tro' a 809 pero con una brisa refrescan~e, .nos mo.– víamos s:uavemente entre Cuba y Santo DomU1go; con ambas '8. plena vIsta. Por lo demás, después de diez. "y ocho días de tiempo borrascoso, empapados con llUVIaS

ü'opicales, el veintinueve fuimos impe~dos adentro del arrecife del faro, "1" esquiVám()s de~ tOdo el camp9 ~p.~

guIar del piloto a 1l1edia noche llegamos a la. Bahla de San Jorge, como' a veinte millas de Balize. Un eSl?aciosp bergantín, cafga;~o ,de c,aoba, estaba anclado,'con Un PI–

loto a bordo"-esperando tiempo favorable ,Pfl.ra ha~c::rse

a la vela. El' piloto lleV'apa consigo a su .hijo; up. mozal– bete como de die~ y seis años, criado sobre el agua, a quien el. Capitán HfU11pton cono~ía, y deterininó llevar-

lo a bordo.... '. . .

La luz ,de la luna estaba el} s~ plenitud cuando el nluchacho ,subió ~ la oubierta, y. nos dió la bienvenida del pilQto;;. Yo 'no podía distinguir su fa~cione,s, pero pu.... de ,observar que no, era blanco; y que 51,l voz era tan dul:-– ce como 1'a de' una lllUjer. ,Tótp.'ó. su: lugar en' la rueda, e izando el velamen, nos .• l1abló de. los severos ventarro– nes dé ,la costa, de lbs temo~es mantenidos por nuestra

segurid~d, de desastres y naufragios, y de un piloto que, una noche. que nosotros bien récordábam?s, hab~a con– ducido su embarcación sobre un escono.

A las siete de la mañan~ siguiente divisamos Beli.,. ze, apareciendo, si no, fuera. pecado compararla con ciu– dades con~agradas por el tiempo y por asociaciones ve– nerables, como Venecia y Alejandría" elevándo<:e des:le

el agua. Una hilera de <:8llas blancas extendiase una

milla a 10 larg(j de la playa, terminando en un extremo por la Casa del Gobierno, y en el otro por los cuarteles, e interceptados por el Rio Belize, cuyo puente que lo atraviesa copstituía un objeto pintoresco; en tanto que el fuert~ sobre un islote en la desembocadura del río, la torre de la iglesia gótica detrás de la Casa del Gobier..,.

11) Fuerte en el.pnerto de Nueva York. N. del T.

no, y los bosquecillos de cocoteros,C!lle a esa distancia nos traín a la ,memoria las palmeras de Egipto, le da"'– ban una apariencia de efectiva belleza. Cuatro naves, tres bergantines, varias goletas, bongos, canoas, y un

barco de va,por,estaban fondeados euel puerto; al cos– tado de los' buques habia balsas de caot>a;, mucho más afuera, un negro estabaja empujando con 'un remo una troZa de la misma valiosa madera; y el bote del gobier-' nó que nos abordó cuando estaba hecho del tronco de

UI]. árbol de caóba.

Desembarcamos frente al almacén de Mr. Coffin, el

consignatario del buque. No había hotel en el lugar, pe–

l'd Mr. Coffin tomó a sil cargo el conducirnos a la rasa de una señora quiep., pensó' él, podría proporcionarn9s habitaciones: "

, La fuerte lluvia que' noa, hizo' sufrir en el mar ha– bía llegado a Belize. Las callés 'se ehcontraban inun– dadas, y en algunos lugares, habían grandes charcos que era difícil atravesar. Al extremo de la calle principal encontramos a la _ "LADY Miss~, lina mulata, que po– día solamente darnos la alimentación. Mr. Coffin bon– dadosamente nos ofreci6 una casa desocupada' al otro lado del río .para .dormir allí, y regresamos.

Por entonces yo ya había¡pasado por dos veces to– do el largo de la' calle principal, y la ciudad parecía en completa posesión de los negros. El pl,lente, la plaza del mercado, las calles y las tiendas estaban atestadas de ellos, y yo podí~ imaginarme que me' encontraba en lacapital de' una 'república de negros. Ellos eran de una raza biel?- parecida, .altos, derechos, y.atléticos, c-on la piel negra, lisa y lustrosa, como terciopelo, y bien vestidos, los hombres, con camisas y pantalones' blan– cos, de tela de, algodón, con sombreros de paja, y las mujeres con batas, blancas de. manga corta y aIichos ri– betes rojos y adornadas, con grandes aretes rojos y ca-– llares; y no pué.do menos de señalar que la bata era su única prenda de y~stir, y que era de moda entre estas negras señoras dejarla caer considerablemente desde el p.ombro derecho y llevar .1a falda en la mano izqtlier~

da, lev¡;¡ntándola a la altura necesaria para cruzar los charcos. ,

.(\1 l;egresar de mi Call1inO me detuve en casa de un comerciante,_ a quien encontré :en lo que se llama el se-– gundo desayu.p.o. ;Elcaballero, est¡:,tha sentado a un lado de la mesa y la señpra en' el otro. En la capeeera se encontraba un pficial. británico, y frente a él un mula,"":' to; a su izquierda había, otro oficial, y del lado opues– to también un mulato. Por oo.$ualidad se me dió lugar entre los dos caballeros de color. Algunos de mis pai~

sanos, quizá, n.abrían vacilado en ocuparlo, pero yo no; ambos estaban bien vestídos, y eran educados y corte-– ses. Hablaban de sus explotaciones de caoba, de In– glaterra, da cflcerías, de ca,ballos¡ de damas y de' vino; y, ant~s, de una hora de estar en ,Belize ya había apren– dido que la gran obra de práctica amalgamación, el motivo de tan airadas controversias en mi patria, ha– bía progresado tranquilamente por generaciones; que el color, se consideraba cuestión de gustos; y que algunos

de los más respetables habitantes teman esposas ne–

gras e hijos mestizos, a qmenes ellos educaban con tan-;.– to esmero, y para quienes aprovechan el dinero con tanto eelo como si sus pieles fuesen perfectamente blan– cas.

Yo difícilmente sabría si ofenderme o divertirme con esta condición de sociedad; y, mientras tantoj me

9

Page 43 - RC_1968_12_N99

This is a SEO version of RC_1968_12_N99. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »