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junté con Mr. Catherwood, para visitar la casa ofreci– da por Mr. Coffin. So hallaba situada 01 otro lado del río, y el camino hacia allí estaba lleno de lodo que lle– gaba hasta los tobillos. En la entrada había un gran charco, que nosotros salvamos de un brinco, la casa es– ta construida sobre pilotes como de dos pies de altura, y por debajo había agua más o menos de un pie de pro– fundidad.. Subimos sobre un tablón hasta el umbral 'de la puerta, y penetramos en una espaciosa habitación que ocupaba todo el primer piso, y enteramente vacia. El piso de arriba estaba arrendado por iUna familia de negros; en el patio había una casa hormigueante de negros; y por todas partes, en el patio y en frente, ha– bía pintorescos grupos de negritos de ambos sexos y desnudos como ouando nacíeron. Ordenamos que ba– rriesen la habitación y que trasladasen alli nuestro e

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quipaje; y, al salir de la casa, nos acordamos de la des~

cripci6n del Capitán Hampton antes de nuestro arribo, y palpamos el punto de su concluyente observación, que Belize era el último lugar de la creación.

Regresamos; y, mientras anhelábamos la comodi– dad de un buen hotel, recibimos por intermedio de Mr. Goff, Cónsul de los Estados Unidos, iUna invitación de su excelencia el Coronel M'Donald; para la c.asa del go..,.. bierno, y el ~viso que él e?J-viaría el ~ote oficial al .ber– gantín por nuestro equipaJe. Como este era el p~lmer

nombramiento que yo jamás había tenido del gobler;n0, y no estaba seguro de obtener nunca otro, deterrnme sacar tddas las ventajas posibles, y acepté al instante la invitación de su excelencia.

Había un barco de vapor para Yzabal,. ~l .puerto de Guatimala, ~ondeado en Be}ize;y, a! dirlglI'me a ]a Casa d~l Gobierno, pasé a ver al Set;tor Comyano, el agente, quien me dijo q~e .estaba dispuesto para salir al día siguiente; pero anadlendo, co}1 mucha cor– tesía, que, si yo lo d~sea'!Ja, lo detendrla unos pocos días para, mi convemencla. Acostumbrado a sorne.,... terme a las despóticas regulaciones de: los agentes <!e vapores eJ;l mi país

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esto me parecí.a un honor mas alto que la invitación de ,su excelencIa; pero, ~o que– riendo poner a prueba mi fortuna tan de prIsa, su– pliqué la demO! a de un día, solamente.

La Casa del Gobierno está edificada en un her– moso sitio en el extremo final de, la ciudad, con un prado que se extiende hasta el agua, y ornamentada con cocoteros. El coronel M'Donald, un veterano de seis pies de estatura, y un'! de lo~ hombres <.le. ,me– jor pericia militar que, jamas he VlstO, me reclblO en la puerta. Al, cabo de una hora arribó el bote con nuestro equipaje, y a las cinco en punto nos sentamos al banquete. Teníamos en Ja

me~a. a Mr. Newport, c~­

pellán y durante quince anos clerlgo de la, parroqUla en Beiize; a Mr. Walker, secretario del gobierno, y poseedor además, de tal nómina de empleos que ha– ria senth-se insignificante a' quien tuviese m~yor plu– ralidad de beneficiós entre nosotJ:"os;~~ var1(~s. otros caballeros de Belize, empleados de ~flclnas, cIVlles y militares, en cuya .agradable companía nos sentamos hasta las once de la noche.

Al siguiente día teníamos. que hacer los prepara– tivos para nuestro viaje al interior, además de .10 cual tendríamos la oportunidad de ver algo de Bellze. El Almanaque de Honduras, que presume ser el cronis– ta de esta colonia, lanza una fábula e.n derredor ~e su historia primitiva atribuyendo su orlgen a un plra~a

escocés llamado Wallace. La fama de la opulenCIa del Nuevo Mundo, y el retorno de los galeones españo– les cargados con las riquezas de México y el Perú, tra– jeron a las costas de América hordas de aventureros -para no aplicarles otro nombre más severo- de Inglaterra y Francia, de quienes Wallace, uno de los más célebres y osados, encontró refugio y seguridad, detrás de los cayos y arrecifes que protegen el puer– to de EeHe. El lugar donde él construyó sus cho– zas de troncos y su fortín todavía es señalado; pero el sitio está ahora ocupado con almacenes. Fortalecido por su estrecha alianza con los indios de la costa de los Mosquitos, y por la adhesión de numerosos aven-

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tureros británicos, quienes descendieron sobre la cos– ta de Honduras con el propósito de hacer cortes de caoba, él hizo mofa de los 'españoles. Desde enton– ces, el territorio de Belize ha sido objeto de negocia– ciones y contiendas, y hasta el día el pueblo de Centro América lo recl,ama como de su propiedad. Ha pro– gresado por la exportación· de caoba; pero, como los árboles de las cercanías casi todos han sido derriba– dos, y Centro América se encuentra tan empobrecida por las guerras que no ofrece más que un pobre mer– cado para las mercaderías británicas, el lugar va lan– guideciendo, y probablemente seguirá decayendo hasta que la energía e inventiva de sus comerciantes descu-bra otros canales para el tráfico. '

.A la fecha cu~nta con una población de seis mii

habitantes, de los cuales cuatro mil son negros, que son empleados por los comerciantes en cuadrillas co– mo cortadores de caoba. Su condición ha sido siem– pre mejor que la de los esclavos de plantación; aún antes dol movimiento para la abolición general de la esclavitud en todos los dominios británicos, ellos ya eran de hecho libres; Y. el treinta y uno de Agosto de 1839, un año antes del tiempo señalado para el efecto, por medio de una reunión general y conformidad de los pr9pietarios, aun el yugO nominal del cautiverio fué removido. .

El evento se celebró, dice el Almanaque de Hon– duras, con ceremonias religiosas, procesiones bandas de música, y banderas con divisas: "Los hijos' de Ham respetaJ? la .memoria de Wilberforce"; "La'Reina, Dios la bendiga"; "lVI'Donald para siempre"; ,"Libertad civil y religiosa para todo el mundo". Nelson Schaw "una campanilla bUmca de primer agua", cohtinúa el Alma– naque, "avanzó hasta Su Excelencia, el Coronel M'Do– nald; y habló como sigue: "De parte de mis emanci~

pados. hermanos y hermanas, me atrev(), a presentarme ante Vuestra Excele-ncia para rogarle dar las gracias a nuestra muy bondadosa Reina por todo lo que ella ha hecho, por nosotros. Nosotros oraremos por ella; nosotros pele~remos por ella; y si fuera necesario, nosotros monremos por ella. Damos las gracias a Vuestra Excelencia por todo lo que ha hecho por nosotros. i Que Dios bendiga a Vuestra Excelencia!

j Que Dios bendiga a Su Excelencia, la Señora de M'Do– nald, y a toda la familia. real! '¡Venid, mis compa– triotas, viva! ¡Bailad, vosotros pícaros negros; la bandera de Inglatetra ondea $o~re vuestras cabezas y cada susurro de sus pliegues hace saltar los grillo~

do los miembros dol pobre esclavo. Hubbabboo Co-chalorum Gee!" "

Las escuelas para negros están situadas atrás de la Casa del Gobierno; y el departamento de niños te– nía alrededor de doscientos, desde tres hasta quince años de edad, y de todos los matices, desde casi blan– cos hasta dos africanitos nativos que llevaban en las mejillas las cicatrices de los, cortes que les hicieron sus padres en el hogar. Estos últimos fueron subs– traídos a bordo de un barco negrero capturado por Un crucero inglés, traídos a Belize, Y'. según lo esti– pulado por las leyes, en un sorteo de distribución cayó a favor de un ciuqadano, quien, previos ciertos c6ilve– nios de buen tratamiento, tiene derecho a sus servi– cios hasta que ellos cumplan veintiún años de edad. Desgraciadamente, el maestro no se encontraba pre– sente, y no tuve oportunidad de saber el resultado de su experiencia en la enseñanza; pero en esta escuela,

Se me dijo, que los muchachos más brillantes, y los que más habían adelantado, eran aquellos que lleVa– ban en sí la mayor cantidad de sangre blanca. La mae~tra del departamntp de niñas había teni– do gran e"xperiencia en la enseñanza; y ella nos dij o que, aunque había tenido muchas niñas negras muy inteligentes a su cargo, sus' discípulas blancas eran siempre las más vivas y 'capaces.

De la escuela de negros nos dirigimos al Tribu– nal Mayor, Hacía media hora que estaba abierto cuan– do yo entré. En la pared de atrás, en una maciza tableta de caoba, estabal). las armas de Inglaterra; so– bre una elevada plataforma abajo estaba una gran

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