Page 136 - RC_1968_12_N99

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de nO.l.te a SU1, y terminando en liscos altos y perpen_ diculares Según: supe más tarde por M Batlcy, el agua es profunda, y bajo cada lisco, de acueldo con el viento, los navíos de mayOl categoría pueden flotar con pel fecta seguridad. Su}?oniendo que esto sea ca·

Hecto, no hay más que una objeción a este puel to, la cual pI'ocede del Capitán D'YrjaJ te, con quien hice ]a

ti avesía de Zonzonate a Caldera El había estado nue_ ve años navegando por la costa del Pacifico, desde el Perú hasta el Golfo de California, y había tomado va–

liosas notas que intentaba publicar en Francia; y me contó que dUlante los meses de verano, desde Noviem– bre hasta Mayo, los fuertes vientos del norte que so– plan sobre el Lago de Nicaragua, pasan con tal vio· lencia pOl el Golfo de Papagayo que,. dUlau.te la pIe· valencia de esos vientos, es casi imposlble pala un bu. que el entrar al puerto de San Juan S~ esto ,es .ve. ridico en la extensión que supone el CapItán D YI1ar– te hasta dónde los l emolcadores de vapor podrían dar

b~en resultado para remolcar a los n~víos conh a tales vientos queda para otros el determmarlo Mas, 1>01'

el momneto, había dificultades que palccían más pal– pables

Di un paseo a lo largo de la playa, bajando hasta el estuario del lío, el cual era aquí ancho y plofundo Este era el proyectado término del gran canal para

\mir el océano AtláhtiCO con el Pacífico Yo había leido y examinado todo 10 que se había publicado so–

bre este asunto en Inglaterra y en este pa[s; había conferenciado con pelsonas particulares, y había es– tado lleno de esperanza Y casi entusiasmado con res. pecto a esta gigantesca empresa, pero al llegar al pun. to cayeron las escamas de mis oios El puel to se ha– llaba enteramente desolado; durante años ni una em– barcación había entrado en él; a su ah ededor crectan antiquísimos árboles; a muchas millas de distancia no se encontraba una sola habitación Yo anduve por

]a playa solo Desde que Mr Bailey se fue, ninguna persona lo habia visitado; y probablemente la única cosa que lo ha mantenido vivo todavía en la memOl ia, son las teorías de los hombres de ciencia, o las visitas ocasionales de algunos pescadOles nic31agüenses, quie– nes demasiado indolentes para el trabajo, buscan su sustento en el mar PaI ecía absurdo considel a210 co– mo el foco de una gran empresa comercial, imaginarse que una ciudad iba a surgir de la selva, que el desola– do puerto se veda lleno de embalcaciones y llegalfa

a ser un gran portal para Ql paso de las naciones Pe.

10 el paisaje era espléndido El sol estaba en su oca– so y el elevado promontol io occidental proyectaba ur:a obscura sombra sobre el agua Quizá sería esta

la postlera vez en mi vida que yo vería el Pacifico;

y a pesar de mi plopensión a los píos y calenturas, me bañé una vez más en el grande océano

Fué después del anochecer cuando volví a mi cam~

pamento Mis asistentes no habían estado sin oficio, flameantcs trozos de leña, apilados a hes o cuat10 pies de altma, ahlmbraban la obscmidad de la selva 0(–

mos el aullido de los lobos, el grito del gato montés y de otras bestias salvajes del bosque Me envolvi en mi poncho y me acosté a dormir Nicolás echó más leños soble la encendida hoguera; y, al tendel se en el suelo confiaba en que no tendl famas necesidad de

pasar ot.l. a noche en este solitario lugro

Por la mañana tuve más molestias Mi mula par~

da se desató, y bebiendo en cada arroyo, con las cin–

chas apretadas, se le había levantado una hinchazón

de ocho O diez pulgadas Yo procm é poner la carga sobre mi macho con la intención de andar a pie; pero me fué enteramente imposible manejado, y me vi 0–

bHgado a ti aslarlarla al desonado lomo de la mula de

carga

Nos pusimos en marcha a las siete de la mañana, recruzamos el arroyo donde habiamos conseguido el agua y volvimos a l~ primera estación de Mr Bailey. Estaba situada en el Río San Juan, a una y media mi_ llas del mar' Aquí ellio tenía suficiente plofundidad de agua pal a grandes navíos, y desde este punto ca.

menzó Mr Bailey su trazo hasta el Lago de Nicala_ gua Envié:-J Nicolás con las mulas por el camino rec– to, y salí con mi guía para segun, hasta donde fue– ra posible, la línea de su trazo Yo no sabia, hasta que me hallé en este desierto, cuán fortunoso habia sido en conseguir este guia El había sido el guía de

Mr BaiJcy f'D toda su eXpl01"ación El a un mesti20 mOl eno que ganaba la vida buscando abejas en los ár–

boles, y denibándolos por la miel silvestre, lo que le habia famili3.Iizado con todas las corrientes de agua y secretas honduras de las casi impenetrables selvas Había sido escogido por MI' Bailey en toda Nical a– gua, y en beneficio de cualquier viajero que pueda tener interés en este sujeto, menciono su nombre que es: José Dionisia de LeIda, y vive en Nica1agu~

Hacía <los años que Mr Bailcy había hecho sus obsel vaC'iones, y ya, en la fecunda tierl a los clalos se hallaban cubiel tas con árboles de' doce a quince pies de altura Mi guía limpió pala una senda con su machete, y abriéndonos camino a través del llano, entramos a un valle que se extendía en una inmf'nsa barranca denominada Quebrada Gl ande en_ ite las cO.l.diUeras de montañas de Zebadea y EI'Pla_

tina PQl medio del machete manejado vigorosamen_ te, .estuve en aptitud de seguir la línea de M.I. Bailey 3.111ba de la hondonada hasta la estación de Panamá así llamada por un corpulento álbol de Panamá ceLc~

del cual Mr Bailey construyó su rancho. Hasta este lugar claramente no POÓl ia haber dificultad en abLir un canal, más adelante la línea del tlazo sigue la pe–

queiía cOlliente de El Cacao por otta legua en donde CI uza la montal1a, pela había aHí tan exub~lante des–

a~rollo de tiernos árboles, que era imposible continual

Sl~l despachar hombres por delante para limpiar el ca– mmo En consecuencia, nosobos dejamos la línea del ~anal, y el uza?do el valle a la del echa, llegamos al. pIe de la montana sobre la que pasa el camino para NIcaragua Se había abierto una senda pala transpor_ tar la~ 'p~ovisiones de MI' Bailey a esa estación, pela era dIfIcIl encontrarla Tomamos un buen trago en un helmoso all'oyo llamado Loco de Agua (El Ojo de Agua), y mi guía se quitó la camisa y comenzó a tl a_ bajal con su rr..achete Yo estaba asomblado al ver

cómo encontrab:l algo para guiarlo, pero él distinguía

un ál bol como la cara de un hombre. La falda de la montaña era muy escarpada, y además de los grandes árboles, estaba llena de zal zas, arbustos espinosos y ga– lTapatas Yo me vi obligado a apealme y a conducir

mi macho; la obscura piel de mi guia lelumblaba del sudor, y casi tuvimos que gatear hasta que alcanza– mos la cwnbre

El cambio al salil al camino fué hel maso Este era como de diez pies de apcho, recto y sombLeado por

)05 más majestuosos árboles de las selvas de Nicara– gua En una hora negamos a la boca de la montaña donóe Nicolás nos estaba esperando con las mulas ba~

jo la sombra de un árbol grande, que extendía sus ra– mas a cincuenta pies del tronco, y parecía cuidado por alguna bendita man0 para abligo del cansado cami– nante Pronto llegamos a otl. a estación de Mr Bailey "Mirando hacia atrás, divisé las dos gl andes COl dille_

1 as de montañas, erguidas cual gigantescos pOI tales

y no pude sino pensal cuán espléndido sería el espe~

táculo al vel un barco, con todos sus mástiles v apare– ios, CI uzar el llano, IJaSar por la enorme pue~tta y a– vanzar hasta el Pacífico lvrás allá toda la llanura es–

taba encendida; la alta hierba, agostada por el sol de esUo, crujía, relumbraba y se incendiaba como pólvora El camino el a una sábana de llamas, y cuando el fuego se extinguió, la tierra quedó negra y caliente Camina_ mos alguna distancia sobre el humeante campo a lo lal go de la linea de llamas, y encontrando un lugar favorable, hice pasar las mulas; pero parte del equi_ paje se quemó, la cara y las manos se me chamusca_

ron, y todo el cuerpo se me inflamó

Lejos del camino, a la orilla del bosque, y cerca del Río Las Lahas (Las Lajas), estaba oba estación de MI' Bailey Desde ese lugar, la línea cone direc_

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