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« Previous Page Table of Contents Next Page »lia, desde el bOlde del agua, un liso y pelfecto como
a la altura de más o meDOS seis mil pies
Caminamos dw'ante una hora a lo largo de la pla– ya, y tan cel(~a ~el agua que nos mojamos con la espu_ ma La ribera era toda arbolada; y en cíel te lug31, en un pequeño claro a la or111a de una corriente, estaba una choza ocupada por un mulato cuya vista desde allí podrían envidiar los príncipes • l\1:ás adelante pa– samos frente a unas mujeres lavando, y a la distancia
de una legua y media llegamos al Rio Las L~has (Las Lajas), según el trazo de MI'. Bailey el punto tel mi– nal sobre el lago Una bandada de aves sllvestres esta– ban posadas sobre el agua, y aves zancudas, con las alas extendidas, andaban por la playa
Ahora yo he examinado, tan bien como las cir_ cunstancias lo permitieron, el trazo del canal desde el Pacifico hasta el Lago de Nicaragua Fué dada una
dirección a mis investigaciones al proseguir sobre el lastro del trazo de MI' Bailey; pero no habría estado en aptitud de comunicar cosa alguna si no hubiera si_ do por el mi<;mo Mr Bailey a quien más tarde encon_
tré en Grenada (Granada) este caballero es un oficial jubilado de la Marina bl itánica Dos años antes había sido empleado por el gobierno de Centro América para hacer un trazo de esta ruta del canal, y 10 habia com_ pletado todo excepto el de una par te insignificante
del Río San Juan, cuando estalló la levoluci6n Los Estados declararon su independencia del gobierno ge– neral y decli:naIon toda responsabilidad por sus deu– das Mr Bmley llabfa dado su tiempo y su habaio y
cuando yo le vi había despachado a su hijo pal a ha~er
la última apelal?ión ante la sombra del Gobielno Fe deral, pero antes que él llegara a la capital este go– bierno había sido completamente aniquilado y Mr Eailey se qued6 sin otra 1 ecompensa por sus arduos servicios, que la satisfacción de haber sido un explo_
1 ador de una gran obra Cuando llegué a Granada él puso Íl ente a mí todos sus mapas y planos, con li_
bertad para hacer de ellos el uso que quisiel a Pasé
un d:ia entero tomando notas y memorias, y 1 ecibiendo exphcaciones, y el resultado de todo ello es como si-gue '
Las medidas comenzaron del lado del Océano Pa– cífico y fueron continuadas hasta el Lago de Nícala· gua La cadena era de veinticinco val as de largo, siendo cada vara de ti eintidós y media pulgadas ingle– sas, y doy los niveles como fueron tomados en el ha–
za de MI' Bailey
A una distancia de
6612 7612 9466 13295
20150 22300 214 235 24135 28420 356770 389700 42595 461525 519391
Elevación en pies ingleses
893 1204 799 1682 2690 3812 5262
.
Primera roca caliza
Cadenas
1750 3437 5238 6750 8095 10306 12007
13494 La Despeiansedel'a de la Quebia.
da la Palma. Excavando 3 ' h pies, arena suelta; 66 píes, arcilla, no muy fhme
14961 16471 18534
20150 Panamá, agua en la superficie Ex–
cavando 11 pies, cascajo; 24 pies 5
pulgadas, piedra de pizarra
22187 22614 23548 253.63 26428 27318 28026 287.01
288.97 ........
tamente soble un llano, hasta que toca el mismo lÍo celca del Lago de Nicalagua Intenté seguir las lí–
neas nuevamente, pelO me 10 impidió el crecimiento del monte bajo
Ya había avanzado la tarde y m,e apresuré a lle–
gar al camino real Helmoso como habla sido todo el
país, no hallé nada jgual a estas dos horas antes de enu31 a Nicalagua Los campos estaban cubiertos de al– tas hierbas, tachonados con majestuosos árboles, y bor– deados a distancia por una obscura selva, mienb.as al
frente alto y desmesurado en fOlma de cono, se ele– vaba ~l hermoso volcán de la isla. Hatos de ganado le daban una apaüencia de bienestar.
Ya pala anochecer entramos nuevamente al bos–
que y durante una hora na vimos nada, pela al fin oímos el sonido lejano de una campana llamando a vísperas Y muy pronto nos saludaron los ladlidos de los pen~s en los suburbios de Nic~lagUa.En ~as calles había fuegos encendidos, que serVlal1 de cocma; a los infelíces habitantes, y donde ellos estaban cocmando sus cenas Pasamos ahededor de una poble plaza, y palamos frente a la casa del Licenciado Pin~da :Una gran puel ta estaba abiel ta de par en par; el lIcencIado se ba}ancp.aba en una hamaca, y su esposa y una ~~1
lata en otra Yo me apeé y entré a su casa, y le d:
1 Je que traía para él una cal ta de don Manuel de AgUIla Me preguntó qué el a lo que yo deseaba, y cuan?-o le dije que alojamiento para una noche, me contesto que él podlía hospedalme a mí, pero que no tenía local pa–
ra las mulas. Le dije que yo iría adonde el cura, y me respondió que el cura no podría hacer nada ~ás
que él En una palabla, el recib~miento que me hlZ~
fué demasiado fl'io Yo estaba melignado, y me fm
a la puelta, pero afueIa estaba tan ObS.C~IO co~c;> el
Elebo Había yo hecho un largo y fastidIOSO VIaJe a tlavés de una desolada región, y ese día había sido uno de exh eroada labor, Las primel as palabras de aten– ción vinieron de la señora del licenciado Yo e~taba
tan cansado que me hallaba a punto de cael: hab13 sa· lido de San José con frias y calenturas, había pelma~
necido doce días caballo, y las dos últimas noches ha– bía dormido a campo raso Debo manifestar, no obs_ tante, que, una vez roto el hiel.o. ambos hicieron todo lo que pudieron p~r mi C0J!l.odldad, y ~ ~n ve.rda~, me
tratalon con espeCIal atenclOD Un v)aJ~ro Jamas ~l_
vida los beneficios que se le hacen en tieIra extrana, y :vo nunca me sentí tan persuadido de esto como en Centlo Amérlca en otros países, con dinero, un hom_ ble puede pedir gustos; pero allí, cualesquicla que sean sus medios, se halla completamente a merced de la hospitalidad individual
Toda la mafiana siguiente )a dediqué a hacel a– veriguaciones concernientes a la 1 uta del canal Se sabe más de ella en los Estados Unidos que en Nica~
ragua No hallé un hombre que hubiera estado en el puei:'to de San Juan, o que siquiera conociese el pu:r:t– to terminal fijado por Mr. Balley sobre el Lago de Ni– caragua Tuve necesidad de mandar llamar a mi an– tiguo guía, y después de almuerzo pal timos para el lago El pueblo se compone de una ID. an colecci6n de casas dispersas, sin un solo objeto de inteIés Aun_
que es el más rico de los Estados de la confederaci6n en donde naturales, su poblaci6n es la más pobre Atravesando los arlabales, muy pronto penetra_ mos al bosque y caminamos bajo una hermosa 50mbl a
No enconb amos a nadie Antes de llegar al lago oí– mos que sus ondas se rompían sobre la playa como las olas del mar, y cuando nos aSomamos por el bosque la vista a nuestro frente era sublime Hacia un lado no se veía tierra alguna; un fuerte viento del Norte barría sobl e el lago, y su superficie estaba violentamente a– gitada; las ondas retumbaban y se rompían en la pla–
ya con solemne majestad, y al frente, en el centro del lago, estaban las islas de Isola y Madeira, con gigan– tescos volcanes erguidos, como escalando los cielos El
gran volcán de Omotepeque (Ometepe) me hizo rccor_
d31: el Monte Etna, elevando, como el orgullo de Sici_
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