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más que unas pocas haciendas dispeIsas, a veinte, hein~

ta o cual enta millas apm te las unas de las otras Re_ llené mi depósito de provisiones, y mi última compra fué una yarda y media de tela americana de algodón, denominada con el imponente nombre de Manta del Norte y procedente de una fábrica de l\1assachusetts En media hOla cruzamos La Earranca, un ancho, lápida y hermoso lío, pero que peIdió a mis ojos to_

da su belleza pOlque aquí 1\11' Lawrence...Jl1e.. abando_

Desde el día de mi arribo a San José él había es–

tado casi constantemente conmigo, me había acompa ñado en todas las excUlsiones, y durante mi enfelme– dad me había atendido asiduamente Era él nativo de Middletown en Connecticut, como de cincuenta años 'de edad, y de oficio platel o, Y., con excepción de una sola visita de legreso, había pelmanecido diez y

nueve años fuel a de la patria En 1822 se fué al Perú, donde, adem¿s de proseguir en su lícito negocio en ma_ yor escala, su ciencia y conocimiento de los metales pleciosos lo llevaron a plominentes puestos públicos En 1830 vendió una máquina de acuñar moneda al go– bierno de Costa Rica, y se le ofreció el puesto de di_ rector Negc,cios relacionados con este cuño lo lle– varon a Costa Rica, y durante su ausencia dejó sus asuntos en lllanos de un socio, quien los administró mal y falleció MI' Lawrence retornó al Perú, pela sin complometerse en negocios activos Entre tanto el susudochio cuño se había gastado por el uso y hubo que impol tal' otro de EUlopa, tan complicado, que nin– guno en Costa Rica supo manejarlo A MI' Lawrence le fuelon hechas propuestas de tal naturaleza, que, 1e– lacionados con I)royectos de minas de su p10picdad, lo induieron a regresal Don Manuel de -Aguila era el Jefe del Estado, mas cuando MI' L llegó al puerto

Se encontró con que don Manuel había sido desterra_ do y estaba huyendo Toda la política del gobier no cambió MI' L se quedó tranquilamente en San José,

y cuando lo dejé pensaba establecelse en Punta Are_ nas para tr 1.ficar con los pescadores de pellas Tal es, 'en brr~ve la historia de uno de lluestt os muchos compatriotas dil'eminados en difelentes paltes del mundu y selÍa un motivo de 01 gullo para el país si todos ellos mantuviCl an una 1 eputación tan honora– ble como la de él Nos dijimos adiós desde los lomos

de nueshas mulas, y, para no entelnecelnos, encendi– mos nuestros cigarros Si nos volvel emos a encon– trar o no, nadie lo sabe

Me hallaba otra vez marchando solo Había via_ jado tanto acompañado o en barcos, que cuando llegó el instante de meterme en el desieIto, casi me faltó el valOl Y el a este un momento que 1 equería algo de enel gía, POI que inmediatamente llegamos a uno de los pasos más salvajes con que me encontré dmante tod.o aquel viaie desolado Los árboles estaban tan tUpI_ dos que obscurecían el camino y las lamas tan baias que ela necesario mantener la cabeza constantemen_ te gacha para evitar un golpe contra ellas El canto de las cigal'l as, que nos había acompañado desde que llegamos al monte ele Aguacate, aquí se hizo alarman– te Muy pronto familias de monos, andando pesada– mente sobre las copas de los árboles, pertmbaron a estas bulliciosas auendatarias de los bosques y las enviaron volando a nuestro ahededOl, en tal abundan– cia que nos vimos obligados a lechazarlas a somble_ raz'os lVli macho resopló y tiró violentamente de la brida, arrastrándome contra los árboles; y no pude menos de pensar si es así el principio ¿cómo selá el fin?

Con la partida de Mr Lawrence mejoló la posi– ción de Nicolás El homble es un animal hablador Nicolás soblesalía en este particular, y muy planto

SUP8 la historia de su vida Su padre el a un all'iero,

y él parecía formado por la misma 1 uda ocupación; pero después de algunos viajes a Nicar agua se habia

letitado disgustado, se casó y tuvo dos hijos El mo_ mento de pI neba en su vida fué cuando se vi6 compe– lido a sel vi'r como soldado Su glan lamento ela que no sabia leel 11i eSf'l ibir y se exb añaba de que a pe·

Sal de su tl abajo dm o no podía adelantar QuelÍa ir conmigo a México y también a mi país; estar fueIa dos años, y regresar con una suma de dinelo en mano, como 'lIezoos lo había hecho Sabía que el Genelal Mal azán era un gran hombre, POl que cuando llegó a Costa Rica hubo gran estruendo de earioues y 1m bai– le Decía de sí mismo que él era un poble hombre, que no complendía el motivo de las guerras; y pensa_ ba 'Jue don Manuel de Aguila había sido expulsado porque Canillo quería ser el jefe

Seguimos por el bosque hasta como a las dos de la tal de, hora en que, desviándonos por una veleda hacía la del echa, llegamos a un clar o, en uno de cu– yos lados estaba la hacienda de Alanjuez La entra_ da a la casa se hacía pOI una escalera extel ior y de– bajo había una especie de almacén, Estaba ocupada por el mayOl domo que el a un mcstizo y por su espo sa Inmediata a la casa quedaba la cocinela (cocina), donde la esposa y otra mujer estaban trabajando. El mayordom.o estaba sentado en el suelo, sin oficio, y

dos fOlnidos hombres lo ayudaban

El mayordomo nos dijo que él tenía un buen po–

ti el o para las mulas, y la casa pI amelía un conve– niente lugar de descanso pala mí Del lado de afuera

y lodeando toda la casa había una tosca galelÍa de madel a, uno de cuyos lados dominaba una vista del océano Tomé asiento en este lado, y muy pI anta Nicolás me trajo mi comida Esta se componía de tor_ tillas, allOz guisado con manteca, qu~ traio en un gua_ cal y la sal en sus manos Terminé con una taza de chocolate y me puse a pensar en las bendiciones que este maYOl domo despel diciaba En las mismas cir– cunstancias, uno de nuestros montañeses, con su ha

cha, su mujer y dos pares de gemelos, se lodearía en pucos años de todo el lujo que la pródiga tieHa le po– dlía PlopOlcionar

Después de la comida llevé las mulas a un allOYO,

en cuyas millas habían manojos de fresca hiclba, y

mientlas yo estaba sentado allí, dos pavos silvestres volaron sobre mi cabeza y se posaron sobre un árbol cercano Mandé a Nicolás por mi escopeta, y pronto tuve un ave de tamaño suficiente pala una comida de familia, la que 1 emití inmediatamente a la casa para

ser cOllveltida en provisión Regresé a la caída del

sol, y entonces descublÍ una deficiencia en mis prepa–

1 ativos, que sentí dm ante todo el viaje, es decil, de candelas Se fabricó una lámpara llenando de gl asa una vasija de barro quebrada, y emollando dentro de ella un poco de algodón retOl cido, con la punta sali_ da CQ1l10 una pulgada Los trabajadoles de la hacien– da, aplovechando la luz saCalon una balaja La mu– ier del maYOldomo se juntó con ellos, y no viendo es– peranza de un planto fin de la jugada, me desvestí y me fuí a la cama Cuando telmínaron, la mujer se fué a una cama directamente al Íl ente de la mía, y an– tes de acostarse encendió otro Cigallo Los hombres hicielon lo mismo en el suelo, y siguieron discutiendo el juego hasta que se acabalon los Cigal ros El ma_

yordomo ya estaba dormido en la hamaca Toda la

noche la pasó fumando la mujcl del maYOldomo, y

los 110mbl es gangueando y roncando A las dos de la mañana me levanté y salí al ahe libre La luna es_ taba brillante, y la frescUl a del ail e matutino era a_ gladable Despelté a Nicolás y pagando al mayoldo–

mo mientras estaba en su hamaca, a las hes reanuda– mos nuestl o viaje Yo estaba encantado con este lu– gar cuando llegamos a él, y disgustado cuando lo de– ié La gente era amable y de tan buena disposición como la esperanza de la paga podía hacerla, pero sus hábitos eran insopOl tables

Lo fl esco del ah e de la maiíana 1 estableció m~

ecuanimidad, la hma derramaba una gloriosa luz so~

bre el claro, e iluminaba la ObscUlidad de la selva

Nosotlos oíamos solamente la agitación de los monos, que, perturbados por nuestro luido, se movían sobre las copas dE' los ár boles

A las o(;ho de la mañana llegamos al Río Lagar_ tos, que se lompía impetuosamente 30bI e un lecho de

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