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« Previous Page Table of Contents Next Page »eIa el único em'opeo lesidente en Cal'tago, y en cuya casa mulió, se fué a caballo hasta San José, yapa. yándose en el tratado existente entre los Estados Uní.
dos y Centro América, obtuvo una orden del gohiel no pal a su entierlo en el cementerio Todavía el fanáti. ca vtcmlo, actuando, como él dijo, bajo un poder más alto, se opuso Se envió un mensajero a San José, y
dos compafiías de souldados fueron mandadas a casa del doctor para escoltar el cllelpo hasta la fosa Por la noche se estacionalon hombres al lado de eUa pala cuidro que no fuelañ a desentell'arlo y abotarlo fue–
ra del recinto Al siguiente día el vicario, con la cruz e imágenes de santos, y con todos IC?s emblemas ~e la iglesia y un gran concurso de vecrnos.. se mOVIa en solemne procesión rumbo al cementerIO pal a recon· sagIar iOlmalmente el campo que había sido mancilla– do con el entierro de un heleje La tumba es la ter. cera desde el conedor
En el corredor, y en un lugar de honor enn e los principales muertos. de ~Cal tago, yace.n los lestos de OtlO extranjero, un Ingles llamado Balley El día an. tes de su fallecimiento fué llamado el alcalde para ha. cer su testamento, quien, s.egún- la form~ acostwnbra–
da le pI eguntó si era cristiano Mr Bal1ey respondió qu'e si; y el alcalde lo inscl~bió como cri.stiano católi~o
apostólico Y lomano El mISmo Mr Batley no ~e fiJó
en esto; él sabía de ]a dificultad que habia habIdo en
el caso de mi paisano como seis meses antes, V que· riendo ahonal a sus amigos una desagl adable y, qui– zás infructuosa conhovelsia, ya había indicado un ár– bol pal ticulal bajo el cual deseaba ser sepultado An. tes que le fuera leído el testamento falleci6 Su res· puesta al alcalde .se tuvo .como. u.na evidencia d~ su
01 todoxia' sus JIDlgOS no mte2 vlmel on, se le djo se·
pultUla b'ajo la dilección especial de,los sacer~otes. y con todas las más sagl adas cel emomas de la IgleSIa Fué el día más grande nunca visto en Cartag(J A las exequias asistieron todos los habitantes y la procesión marchó desde la puerta de la iglesia, encaebzada POI violines y tambol es, seguida de los sacerdotes, con too das jas el uces, imágenes de santos y banderas que ha–
blan sido acumuladas desde la fundación de la clud~d
En las esquh~as de la plaza y de todas las calles prin–
cipales, la procesión se deten~a a cantar aleluyas , 1'a.
loa manifestar el gozo en los CIelos por un pecador que se sn epiente .
Mientras estábamos en el corredor, Vln10S pasar al hombre que había acomp811ado el féretro, con el niño en los b18Z0S El eIa su padre y con la .sonrisa en los labios 10 llevaba a la tumba Lo segUla-:r dos
muchacho~ tocando violines. y otros se estaban llendo alrededor. El niño iba vestido de blanco, con una
guhnalda dp rosas en la eabeza;,Y como se ~al1aba e~
los brazos de su padre, no paJ.·ecla muerto, smo dorml. do La fosa no estaba entelamente abierta y los mu·
ch~chos se se-ntalon sobre W1 montón de tieua de la
que había sido excavada, y tocaron el violín .1~asta 9ue
se telminó El padre entonces colocó al nmo CUIda· dosamente en su último lugar de descanso, con la ca· beza hacia el sol naciente; le ClUZÓ las manitas sobre
el p€.rJlo juntándole los dedos alrededor de un pegue_ ií.o crucifijo de madera; y parecía, tal como ellos 10
pensaban, dichoso de e~capar de las penalidades d,e un incietto mundo Alh no hubo derrame de lágrl. mas; por el contrario, todos estaban alegres; y aunque parecía inhumano, no era porque el padre no amara
a su hijo, slno porque a él y a tod.os sus amigos se l.es habia enseñado a creer, y el an fn mes en su conVlc· ción, que, separándose tan tierQ,.o" inmediatamente se·
1 ia transpOl tado a un mundo mejor El padre le es palcló un puñado de tiena sobre el rostro, el sepultu· rero empuñó su pala en pocos momentost se llenó la pequeña fosa, Y precedidos por el muchacho tocando su vioIfn, salimos todos iuntos
A la mañana siguiente, con gran pesadumbre, me desped1 de mis cariñosos amigos y regresé a San José Ha sido mi desgracia el ser juguete de las muie. les de otros hombres Peldí el mejor criado que te.
nía en Guatemala porque su esposa tuvo miedo de confiármelo
l
y ami regreso me enconh é con IHezoos que me espelaba en el convento Mientras ponía mis cosas. en Ol den, sin mirarme la cata, me habló de las penahdades que su mujer, lila póvera", había sufrido
dur~nte su ausencia, y de lo dificil que el a para una mUjer casada mantenerse sin su marido Yo adiviné cuál era su tendencia; y sintiendo, paltieulalmente
~esde la reaparición de mis fiebres intermitentes, la lffipOl taneia de tener un buen criado en el largo viaje que tenia fl ente a mí, con el egoísmo propio de un viajelo, fomenté sus pI apensiones vagabundas, dicién_ dole que en unas pocas semanas estaría cansado del hogar, y que ya no tendría otra tan buena oportuni– dad pala ausenta'lse Esto le pareció tan persuasivo que ya no siguió con sus insinuaciones y se fué con· tento
A las tres de la tarde me enconb aba dudoso con
.l especto a mis iríos, pero, decidido a no darles en–
trada, me vestí y me fui a comer con MI' Steiples Antes de sentaJ'me, lo azulado de mis labios y la ten_ denciaa usar silabas superfluas me traicionalon, y mi vieja enemiga me sacudió P01' todo el camino de regl e–
so hasta el convento y en la cama En seguida llegó la fiebre, y me quedé acostado todo el dfa siguiente, recibiendo muchas visitas en la puel ta, V unas pocas adentro. Una de éstas fué la de 'Hezaos que regre_ saba mas resuelto que antes, y al llegar al punto dijo, que él por su parte estaba ansioso de acompaña1me. pero que su mujer no lo consentía Yo pensé que si ella tomaba las almas en mi contra todo estaba perdi– do, pelo le hice ver que él había celebrado un contra– to, y que ya estaba lepagado; y le mandé a ella un par de aretes de oro para dejarla tranquila
Durante cuatro días sucesivos me repitielon los frias y las calenturas En el convento fui tratado con toda benevolencia, los amigos me visttalon, y el Dr Blayley llegó de Cartago pala asistirme; pela por otra parte yo estaba desalentado Llegó el día fijado para emplendel la marcha con Alvatado Ela imposible pattir, el DI' Blayley me advirtió que selÍa insensato el hacello, mientras hubiese alguna tendencia a la en· felmedad Elan seis días de viaje por el desierto has. ta el puel to de San Juan, sin una casa por el camino, sólo con montañas que Cl uzar y lÍos que vadear Toda la partida se ilÍa a pie menos yo; cuatro homblcs de más selÍan nec2saIios para pasar mi mula en algunos lugat es difíciles, y siempre había aHí más o menos Uu~
vias San Juan era una colecci6n de miserables caba_ ñas, y desde este lugar era necesario embalcarse en un
bongo dUlante diez o quince días sable un lío insalu– bre Además de todo esto, yo tenia la altel nativa de legresar a Znn'?ollate en La Cosmopolita o de ditigil me a Guatemala por tierra, en un viaje de mil dos. cientas millas, a través de un país falto de comodidades para los viajf'lOC;, y pelig¡oso por las convulsiones de la gueHa civil POI la noche, encontl ándome yo solo en el convento, y a la luz de una pequefia vela, vi los murciélagos volando por el techo V me sentí abatido, y habría sido dichoso de enconualmc ya en mi hogar No obstant~ eso, yo no podía SOPOl tal' la idea de perder todo lo que iba a buscal La ruta terrestre quedaba a 10 lalgo de la costa del Pacífico, y dUlante tres días era igual a la del puerto Detcl miné irme
por tielra, pero, con la advertencia del Dr. Blayley
de partir a tiempo para tomar el barco y con la espe.
1 anza de no sufl ir otro ataque de fríos, compré dos
de las mcjOl es bestias mulares de San José, siendo una de ellas en la que yo había subido al volcán de Calta_ go, y la otra un macho, no más que medio domado, pela el más fino animal que en mi vida monté PelO volvamos a 'Hezoos. A la mañana siguiente que le di los alctes no se había asomado, pero me man_ dó ~ decir que estaba con frias y calentUl as Al si– guiente día estaba mucho peor, y persuadido que 10 había de perder, le hice saber que si él me conseguía un buen substituto, que la relevaría Esto le hizo le– vantarse de la cama, y por la tal de ap81'eció con su
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