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de Lelleza arquitectónica, y las iglesias son inferiores a muchas erigidas por los españoles en los más pequ€_ i'ios pueblos No obstante eso, ella exhibe un desano–

110 de lccmSDS y una apaliencia de comelcio ralOS en .este letárgico país, y en la plaza había una residencia que daba indicios de que el dueño había estado en el f'xtelior, y que había regresado con la mente tail li–

beralizada, como para adoptar los adelantos de otros

países y consh uir de un modo difel ente al acostum–

brado por sus padl es y distinto del gusto de sus veci– nos

Mi primer a visita de COl tesía fué pal a el se~or Ca_ rrillo Jefe del Estado El Estado de Costa RICa go– zaba ~n esa época de un gl ado de prospelidad no igua_ lado por ninguno en la desunida confederación A :'31– va pOI la distancia, sin liqueza bas,t!1nte pa l f!. excItal la codicia y con una gran extenslOll selvátlca pal a protegerlo' contra la marcha de un ejélcito invasor, ha– bía escapado de los tumultos y guenas que ,desolaban

y devastaban a loS otlos Estados. Y aun aSl, solo dos años ant.es había tenido su

propia revolución: una tu– multuosa ~oldadesca peneüó a la plaza, y gritando A

bas (Abajo) de Aguila, y Viva Canillo, mi amigo don Manuel fué arrojado 'por las bayonetas y destelrado de~

Estado y Carrillo colocado en su lugar Este n01?blo vicc,",jefe a su suegro, un pacífico y lespeta~l~ anClan?, reunió a la soldadesca y a los empleados crvlles V mI_ lital es en la plaza, y todos pasa~on ,l?or la sol~mne, far_ sa de jurar fidelidad a la constltuclOll Lleto el tlem–

po señalado por ésta pala l~eyal a cabo as, !1uevas elecciones, pero no fue pelmltldo que se v~rIflCalan,

pues habiendo ya ensayado esto una vez y sIendo bur– lado él no pensaba correr de nuevo ese nesgo, y pI 0–

babl~mente seguirá así hasta que sea lanzad(l por la míslila fu~rza que lo puso en el poder ~1ienh as tanto usa de prudentes precauciones no per.nnte,que ~nt1en

a sus dominios emigrados ni levolUC1DnarlOS, m pCl_

sonas sospechosas de otr~s Estados, ha suprimido la pIensa y encarcela o destierra bajo pena de muerte si leglesan, a todos los que alzan la voz en conba de su

gobielno

El era como de cincuenta años, de baia estatul a

y fOllÜdo, modesto, pelO cuidado~o en ~l vesth, y ~~:m

una apariencia en el rostro de ~nfleXlble resol~clún

Su residencia el a bastante republicana, y no tema na– da que la distinguiera de la de cualquier abo ciudada_ no' en una parte su esposa tenía una pequeña tienda,

V ~n la atta estaba su oficina para los asuntos del go–

bierno Esta no era más grande que el despacho de un comerciante de tercera clase, y tenía tres amanuen– ses, quienes en el. moment~ de mi ,entrada se l~allaba,n

empeñados escribIendo, mIentras el con la levita qUI– tada estaba examinando papeles Ya habia tenido no_ ticia' de mi llegada, y I?e dió la bienvenida a Costa Ri–

~a Aunque la ley baJO la cual estuve a I?unto de ser:

detenido en el puerto era 10 que predommaba en HU

pensamiento, y estoy seguro, que él no 19 hahía olvida_ do, ~lÍnguno rle nosotros hIZO 1efel encIa a ella, 1n– quilió particularmente con respecto a Guatemala, y, aunque simpatizando. con la política del Estado, no te nía buena opinión de CalTera Su host,i1idad hacia Morazán y pala el gobierno federal ela sm tlegua, y, en efecto a mí me pareció que estaba en contla de cualquier' gobierno general, y firmemente convencido de que Costa Rica pQdía sostenerse sola, sin duda cre– yendo que el Estado, o, lo que es 10 mism,o, él pel~O_

nalmente, podía desembolsar l~s rentas meJOl que nIn_ guna otra autoridad En realIdad, esta es la roca en que se eshellan todos los políticos de Cenho Améli_ ca: no hay tal cosa de sentimiento nacional, Cada Es– tado quenía se! Un imperio; los funcionauos del Es– tado no pueden tolerar superiores, un Jefe de Estado no puede sufrir a un Presidente El no había enviado diputados a la Convención, ni pensaba hacerlo; pelO decía que Costa Rica permanece1ía neutral hasta que los ohos Estados hubiesen allanado sus dificultades Se expresó c'on mucho interés de la mejora de los ca– minos, particularmente los que conducían a los puel_

tos sobre el Atlántico y el Pacífico, y manifestó gran satisfacción POl el ployecto del gobielno británico, que yo le mencioné, de enviar vapores pala conectar las islas de las Indias Occidentales con la costa ame_ lÍcana, los que, al tocar en el pnelÍo de San Juan, po_ drían poner su apa¡(ada capital a diez y ocho o veinte días de Nueya York En veldad, uSUlpador y déspota como es, Carrino habaja con ahinco por el adelanto del Estado, y por mil doscientos dólares al ailo, más

sus extIas, y con el pelmiso de ser su propio pagador Al mismo tiempo, protege a todo aquel que no le Ile– va la contlaria Unos cuantos que no pueden sometel– se al despotismo hablan de abandonar el país; pela la gran maYOlía está satisfecha y el Estado plospela De mi parte le admiro En aquel país la altelnativa es, o un gobielno fueIte o nada enteramente POI to– das par tes en su Estado tuve una sensación de seguri– dad pel sonal, de la que no gocé en ningún oh o Pal a

beneficio de los viajeros, ojalá que él viva mil años! En la tarde comí con los residentes extranjeros en casa de MI'; Steiples Este caballero es un ejemplo de lo que son las vicisitudes de la fortuna El es nativo de Hanover A la edad de quince años dejó el cole– gio y se alistó Pon el ejército Prusiano; peleó en Dres_ den y en Lcipzig, y en la batalla de Water loo Iccibió una bala en el ('erebro, de resultas de 10 cual, desgra– ciadamente, solo un mes antes, había perdido el uso de un ojo Imposibilitado por la herida durante hes años, al lecoblar la salud se embalCó para la América del Sur con tres compañeros, y entró al ejéIcito pe–

1 uano, se casó con una "Hija del Sol", se hizo comel–

Ciallte, y se vino a San José, donde estaba entonces viviendo al estilo de la hospitalidad eUlopea Yo per_ deré toda reputación de viajelo sentimental, pelo no

pueJo deim de mencionar con honor a cada una de lL'.s pClsonas que me blindaron una buena comida, y

con esta detcI minación no ofendel é al lector sino una

vez más

lJOl la maiiana templano, acompañado de mi pai– sano Mr Lawr ence, y montado en una magnífica mula que me pI está MI Steiples, salí I umbo a Cal tago A_

bandonamos la ciudad por una larga y bien pavimen– tada calle, y un poco más allá de los subUlbios pasa– mos una bonita plantación de café, la que me trajo a la memOlia una villa Continental Esta era· la 1)10–

piedad de un Ílancés que falleció a tiempo de telmi_ nada, pelO su viuda ya habia provisto otro amo pala su casa y paclr~ para sus hijos De ambos lados ha_ bía montañas, y al flente se destacaba el maiestuoso Volcán de Cartago Los campos estaban cultivados con maíz, pl?tanos y papas Estas últimas, aunque ill~

dígCllUS y ahora diseminadas por toda Europa, ya no son 11 ás el alimento de los nativos, y no se encuentran sino lalamente en Hispano Amélica Las papas de Cariago son de buen sabOl l , pelO no más grande~ que una nuez de nogal, sin duda por la falta d€' cmdado en su cultivo Pasamos un Campo Santo, un cuadlD

('hcu~t1dD de paledes de adobes blanqueadas, y llega– mos

;J un pueblo indígena, el primero que había visto en Costa Rica, y mucho meior que ninguno en los o üos Estados con sus casas de tejas y más sólidas, y SllS habitantes Lon sus vestidos puesto

A medio camino enhe San Joé y Cartago llegamos a la a~dea de Tres Ríos Desde este lugar el camino ua rnás queblado, sin cercas, y el terreno muy poco ctllíivado Se han hallado apuntamientos en los mchivos de e

al tugo, fechados en 1598, que prueban que ella es la ciudad más antigua de Centro Amél ica Llegando de San .losé, su apmiencia era la de una antigua ciudad Las is:lesias eran grandes e imponentes; las casas te– nían circulados §us patios con paredes tan altas como ellas mismas; y su quietud era extlaoldinaria 1V1ar. chamns hacia arliba por una lalga calle sin ver a una sola persona, y las calles transvClsales, que se exten_ dían a una gran distancia de ambos lados, estaban de_ soladas Un solo jinete que cruzó a alguna distancia, fué un objeto que llamó nuestla atención

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