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« Previous Page Table of Contents Next Page »apariencia me impresionó, y cambiamos respetuosos 8a]udos. Este caballero, según supe después era el "gobierno" que yo andaba buscando
IVfe dirigí a la casa del hermano del Capitán De
J{ ouveHe, una de las más grandes del lugar, donde tu_
Vr:' aquellas comodidades escasamente conocidas en lIaba encontrado sobre el puente, y el único funcio_ Centro América. una habitación para mí, y además to– do lo necesario. Por varios días estuve encerrado La primera tarde que salí fuí a visitar a don Manuel de Aguila, antes jefe del Estado de Costa Rica, quien hacía como un aúo había sido arrojado del poder por
llna revolución y desterrado para toda su vida. En es– ta (asa me encontré con don Diego Vigil, vice_presi~
cicnte de la República, el mismo caballero a quien yo nes y experiencias en mi propio país, yo había apren– dido a no apreciar nunca el carácter de un hom~re
nario existente del gobierno federal, Por observaclO– público por los dichos de sus enemigos politicos; y no mancharé estas páginas con las viles calumnias que hombres veraces, pero cegados por los prejui2ios ~e
partido arrojaban sobre la reputación del Senor VI– gil Ei era como de cuarenta y cinco años, de seis pies de estatura, delgado, y sufría de una enferme?ad de paráli5is, que casi 1<; impedía el uso de. ambas pIernas; en traje, conversacIón y modales, emmentemente un cahallero. lJab'u viajado más extensamente e~1 su propio país que la m~yor part~ de, sus compatrIota~,
y conocía todos los obJetos de Interes, y con una .COI~
tesía que yo apreciaba, no hiz? .ninguna l'eferencla a mi posición o a mi carácter ofICIal. . Sus. asuntos en Zonzonate mostraban la desdIcha– da condición del país, El había llegado expresamen– tE. para tratar con Rascón, el cabecilla de la band~ que había impedido mi venida de Guatema~a. por tIerra. Chico Rascón, como se le. llamaba fanllllarmen.t~ en Zonzonate era de una antIgua y respetable famIlIa Y
habífl. gast~do una gran fortuna en disipacioD;cs en Pa_
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is ~ habiendo regresado en desesperadas clrcunstan–
~i<l.'5;:' se hnbia vuelto patriota. Como unos seis meses antes había hecho una entrada a Zonzonate, matando en lit gual1ución hasta el último hombre, ~aqueando
la aduana Y retirándose en seguida a su haCIenda. Por entonces se encontraha de visita en la población, pú– hlicnmente, de acuerdo con el señor Vigil, y dcman– dai1do como pI ecio por desbandar a sus tropas, los
d~spa~h;)" de coronel para sí mismo, otros despachos para algunos de sus seguidores y cuatro mil dólares ep. efectivo. Vigil accedió a todo menos a los cuatro mll dólares en efectivo, P9ro en cambio le ofreció el cré– dito del Edado de San Salvador el cual Rascón estuvo de aLucrdo en aceptar. Se formularon los documen_ tos y seúalóse aquella tarde para firmarlos; pero cuan_ do VigE estaba esperándolo, Rascón y sus amigos, sin una palabra de aviso} moniaron sus caballos y salieron de lfl población. El pueblo se conmovió con una gran– de excitación y por la tarde ví a la guarnición activa– mente u~upada en levantar barricadas en la plaza re– celandc un nuevo ataque.
.Al siguiente día hice una visita formal al señor Vigil. 1 () me encontraba en una situación embarazo_ sa Cuancll; salí de Guatemala en busca de nn gobier– no, no eS¡)f'raba encontrarlo en el camino. En aquel ]tstado YO ha1)1a oído sólo a un partido; ahora empeza_ ba a oíi· al otro. Si había ahí algún gobierno, ya lo tenía atrapado. ¿Era éste una realidad o no? En Guatemala decían que no; aquí decían que si. Era una cuestión intrincada. Yo no era muy bien visto en Guatemala, y al esforzarme en jugar una partida se– gura, correría el peligro de ser atropellado por todos los partidos. En Guatemala ellos no tenían derecho a pedir mis credenciales, y tomaron a ofensa el que
yO no se las presentara; aquí, si yo rehusaba el pre– sentarlas, tendrían razón de considerarlo como un in– sulto. En este apurado trance di principio a mis é:l_
suntos con el vice_presidente, y le dije que yo me Cll.
cOHilaba en viaje para la capital, con credenciales del gobierno de los Estados Unidos; pero que, en cl esta-
do de anarquía en que se encontraba el país, no sabía qué hacer; que yo estaba deseoso de evitar un paso en falso, y ansioso de saber si realmente existía el gobier– no federal, o si se había disuelto la república. Nuesb'a entrevista fué larga e interesante, y la substancia de su respuesta fue: que el gobierno existía de facto Y de jure; que él mismo había sido legalmente electo vice– presidente; que el hecho de que los cuatro Estados se declarasen a sí mismos independientes era inconstitu. donal y sedicioso; que la unión no podia ser disuelta excepto por un Congreso de Diputados de todos los E.stados; que el gobierno tenía actualmente autoridad sobre tres de ellos; que uno había sido reducido a Ob2_ diencia por medio de las armas y que muy pronto el partido federal tendría ascendiente sobre los otros. El estaba familiarizado con el caso de la Carolina del Sur, y decía que nuestro Congreso había sostenido el dere_ cho del gobif:'rno general de obligar a los Estados a la obediencia, y que ellos se encontrahan en la misma si– tuación, Hice referencia a la despadazada condicion del gobierno' a su absoluta impotencia en oíros Esta– dos, a la no existencia del Senado y otros ramos afi~
nes; a la falta de un secretario de estado, el funciona_ rio a quien estaban dirigidas mis credenciales; y él respondió que tenía en su séquito un secretario en fundones, confhmándome 10 que ya me había dicho antes' que el "gobierno" podía, a un aviso de momen_ to, crear el funcionario que yo necesitara; pero, ha_ dendo justicia al señor Vigil, debo decir que, después de discutir detalladamente todo el fondo de la infruc– tuosa lucha, y aunque en aquella crítica coyuntura, El reconocimiento del gobierno federal por el de los Es– tados Unidos habría sido de importancia para su parti– do, "Y el no reconocerlo sel'ía descortés y favorecería la causa de los Estados rebeldes o independientes, no me exigió que presentara mis credenciales. El Congreso, del cual se esperaba que arreglara las dificultades de: la república estaba entonces próxima a reunirse en Honduras. Los diputados de San Salvador se habían ido a ocupar sus puestos, y era entendido que yo eD_ pe:raria la decisión de este Cuerpo. El resultado de mi entrevista C'JU el vice-presidente fué mucho más agradable de lo que yo esperaba. Estoy seguro de ha_ berlo dejado sin el más mínimo sentimiento de aver–
sión por su parte; pero mi gran perplejidad de si yo tenía algún gobierno. todavía no había terminado. Al mismo tiempó, mientras adelantaban las repa– raciones politioas, yo permaneci en Zonzonate resta– blecléndome, La población está situada en las ribe_ ras del Río Grande, que está formado por casi innu_ merables manantiales, y en la lengua "indígena su nom_ bre significa cuatrocientos manantiales de agua. Es–
tá edificada en uno de los más ricos distritos del rico Estndo de San Salvador, y tiene su plaza, con calles en ángulos rectos, y casas blancas de un solo piso, algunas de ellas muy grandes; pero ha llevado su parte en las calamidades que han visitado a la infortunada repú– bl'ca. Las mejores casas Se encuentran desicrtas y sus duefios en el destierro.
Yo estaba i.~npotente para emprender ningún via_ je por tierra, y sintiE'ndo el enervante efecto del clima, me balanceaba todo el día en una hamaca. Afortuna_ damente, los p:c'opietarios del bergatin que había yo visto en AcajuUa, destinado al Perú, cambiaron su rumbo y determinaron enviarlo a Costa Rica, el Esta– do más al sur de la confederación. Al mismo tiempo, un hombre SE' me ofreció como sirviente, muy altamen– te recomendado y cuya apariencia me agradó; y resol· ví gozar del bepeficio de un viaje por mar, y, regre_ sando por tierra, explorar la ruta del canal entre el Atlántico y el Pacífico por el lago de Nicaragua, una cosa que yo había deseado mucho, pero que casi había perdido la esperanza de poder realizar.
Antes de partir me animé para hacer una excur_ sión La ventana de mi habitación se habría frente al Volcán de Izaleo. Todo el día, a cortos intervalos, oía yo las erupcioIl(-'s del volcán en actividad. y por la no– che veía la columna de llamas prorrumpIendo del cráR
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