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« Previous Page Table of Contents Next Page »agua. Las montañas se elevaban en derredor conlO una muralla y proyectaban sobre eIJa una lobreguez más profunda que las sombras de la noche. Camina– mos alguna distancia con la laguna a. nuestra izquier– da, y un elevado yperpendiculal' astado de la montaña
a nuestl'a derecha. Un viento frfo sucedió al intenso calor del día. y cuando llegamos a Amatitlán yo esta–
ba completamente aterido. Encontramos al capitán en
la casa que nos había indicado. Eran las nueve de la noche, y, no habiendo tomado ninguna cosa desde las
siete de la mañana, nos encontrábamos preparados pa_ ra hacer justicia a la cena que él había preparado pa_
ra nosotros.
Para cvItar el escarpado desccllso hasta la laguna con las mulas de carga, nuestro arriero había escogido un guía pata nosotros en el camino, yéndose él direc– tamente; pero, para nuestra sorpresa, aún no había lle–
gado. Mientras cenábamos oímos un alboroto en la calle, y un hombre entró corriendo a decirnos que en
un tumulto estaban asesinando a nuestro arriero. El
capitán, asiduo visitante del país, dijo que probable. mentc sería una riña general a machete, y nos advir· tió que no fuéramos a salir. Mientras tanto, en el corredor, vacilante, el alboroto se dirigía hacia noso– tros; la puerta se abrió con violencia, y un tropel de g:ente se arrojó al interior, arrastrando con él a nues_ tro arriero, aquel respetable esposo y padre, con su machete desenvainado y tan borracho que apenas po–
día tenerse en pie, pero queriendo luchar con todo el mundo Con rfificultad logramos enredarlo entre unos aparejos, donde cayó al suelo, y después de va·
llOS esfuerzos para levantarse se quedó dormido.
A la mañana siguiente desperté con un violento dolor de cabeza y en todos los huesos. Sin embargo, salimos al clarear el día y cabalgamos hasta las cinco de la tarde. El sol y el calor aumentaron mi dolor de cabeza, y por espacio de tres horas antes de llegar a Escunilta sufrí en gran manera. Me abstuve de ir a donde el corregidor, porque sabia que su dormitorio estaba abierto para todos los que llegaban y yo nece– sitaba de quietud; pero cometí un gran error en apear– me en casa del amigo del capitán. El era el propieta–
rio de un estanco o destilería para elaborar aguardien– te, y nos dió una habitación grande directamente a es–
paldas de la tienda, y separada de ella por un bajo ta– bique de tabla abierto por aniba~ y esta tienda estaba constantemente llena de bebedores, hombres y muje– res, bulliciosos y pleitistas. Mi cama quedaba pega– da al tabique y teníamos ocho o diez hombres en nues– tro cuarto. Toda la noche tuve una violenta fiebre,
y por la mañana fuí incapaz de moverme. El capitán De Nouvelle lo sintió muchísimo, pero él no podia es– perar pues su buque estaba listo para hacerse a la mar
sin echar las anclas. 1\,[1'. Catherwood me había tras_ ladado a un almacén ocupado con barriles y garrafa· nes, donde, salvo una que otra entrada que hicieron para vaciar licor, estuvo tranquilo; pero el olor nau– seabundo.
Por la iarde me abandonó la fiebre y caminamos hasta Masaya, por un camino de cuatro leguas, plano
y sombreado, y. para nuestra sorpresa y gran satisfac· ción, encontramos al capitán en la casa donde yo ha– bía parado il mi regreso de Istapa. Ya había él avan· zado dos leguas más allá, cuando supo de una banda
de ladrones que se encontraba a alguna distancia más
adelante, y se !'egresó a esperar compañía, enviando, al mismo tiempo, a E5cuintla por una escolta de sol– dados. Más tarde suphnos que ellos eran un grupo de desterrados, que habían sido deportados de Guate. mala, y que pasaban de Quezaltenango para San Sal_ vadO!; pero encontrándose en desesperadas CiSCUllS_
tancias, eran personas peligrosas para encontrarlas en el camino.
La choza donde paramos, apenas era suficiente pa– ra la familia que la ocupaba, y nuestro equipaje, con dos hamacas y un care de viaje, la l'cdujeron a un es– pacio muy peqveño. Se dice que Jos niños llorones gozan de buena salud; si eso es así, la buena mujer
de la casa era dichosa; y como compJemeno, una ga– llina cobijaba una nidada de pollos sobre mi cabeza. Durante la noche llegó al pueblo una escolta de solda–
dos, de conformidad con el pedimento hecho por el ca– pián, y se adc.l:mal·on pa1'3 limpiar el camino. Noso– ros salirnos ane~ del amanecer; pero a medida que se levantaba el sol, la fiebre reorn6, y a las once del día, cuando llegamos a Overo, yo no pude seguir adelanc. Ya antes he advertido Que esa hacienda es un gran paradero de Isiapa y de las· salinas; y dcsgraciadamen– te para mi, varias partidas de arrieros, por temor él
Jos ~adrones, se habían juntado al mismo tiempo, pa– ra salir a media noche, y ya habían terminado su tra– bajo de ese día Por la tarde, nuestro arriero, con mi
escopeta, persigui6 y mató un jabalí Hubo una gran fiesta para cocinarlo y comerlo, y con el ruido me mo– lestaron el cerebro La noche no me proporcionó ali~
vio. Tranquilidad era lo que yo necesitaba, pero eso parecía imposible de lograr; fuera de que en el ran– cho abundaban las pulgas más de 10 acostumbrado. Toda la noche tuve una fiebre violenta MI'. Cather. wood, quien. por no haber matado a nadie en Copán, había concebido una grande opinión de su habilidad como médico, me di6 una fuerte dosis de medicina, y
poco ¿mtes de amanecCr me dormí.
Al clarear el dfa nos pusimos en marcha y llegamos a Istapa a las nueve de la mañana El capitán De Nouvelle aún no había ido a bordo Dos buques fran_ ceses estaban en el puerto: el Belle Paute y el Melal– ne, ambos de Burdeos, siendo est último cl navío del Capitán D. Nouvelle. El tenía cuentas que aI--re~lar
con el capitán del Belle Poule, y nosotros salimos pri~
mero para su buque.
Ya he observado anles que Istapa es una rada abierta, sin bahta, cabo, roca, arr~cife o alguna pro– tección cualquiera contra el mar abierto General_ mente el mar, como su nombre lo indica, es pacífico,
y las olas se mueven suavemente hacia la playa, pero en los tiempos ele más calma hay reventazones, y pa–
.... a pasarlas, como una parte de los accesorios del puer_
iO, 5e descuelga una ancla del lado de afuera con una boya amarrada, v un largo cable que pasando de la boya está asegurado en la playa. La lancha del lVIe~
laine estaba cerca de tierr, con la popa hacia la pla– ya, con un cable un traducido entre la muesca de la
proa y pasando a través del agujero del remo en la popa. Estaba llena de mercaderías, y en medio de
cI1~s tomamos asiento. El contramaestre sentado en
popa, y, aprovechándose de una ola que levantó la proa cho la orden halar. La húmeda cuerda pasó zlUnban~
do, y el botl' se movió has~a que la ola, al retroceder, Jo golpeó fuertemente sobre la arena; otl'a oleada y otro tirón y !Juedó a fJote y, haciendo frente a las que llegaban y halaudo rápidanlente sobre Ja ola de retro. ceso, en pocos minutos pasamos las reventazones, la cuerda fué sacada de la muesca y los marineros em~
puñal.'on los remos.
Era uno de los más hermosos de aquellos hermo~
sos días sohre el Pacifico. El grande océano estaba tan tranquilo como Un lago, la frescura de la mañana todavía descansnba sobre el agua, V pronto me sentí rear¡imado. A los p...ocos minutos llegamos al BelIe Poulc, uno de los más hermosos buques que han flota– rlo en cualquier tiempo y considerado como un mode–
lo en la mal'ina mercante francesa. Toda la cubier_
ta estaba pr-:>tegJda por un toldo con tina orilla ador_ nada con festones escarlatas jugueteados por el vien_ to. El alcázar de popa estaba levantado y abrigado
])01' lm caprichoso toldo, amueblado con canapés, pol– tronas y sillas, y sobre una barandilla de bronce, al frente, estahan dos hermosos loros del PeI Ú. A cada iado había cuatro camarotes, y la popa estaba dividida
('n dos cámaras para el capitán y el sobrecargo cada una con su propia venta,3 y amueblada con una' cama (no litera), un sofá, libros. gavetas, escritorio, todo lo :....ecesario para una fastuosa vida a horda de un bu– que; exactamente las comodidades con las cuajes le ugradalÍa a uno dar la vuelt al mundo. Se encontra-
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