Page 110 - RC_1968_12_N99

This is a SEO version of RC_1968_12_N99. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

ca o lugar para la venta de aguardiente, repleto de indios medio borrachos. A medida que avanzábamos,

las nubes comenzaron a condensarse alrededor de las

montañas y se notaban todas las apariencias de una copiosa lluvia. Yo no tenia capa o sobretodo, y estan_ do temeroso de las fiebres y reumatismos, después, de cabalgar como una milla, regresé a San Pedro. Los más respetables habitantes del lugar se bamboleaban alrededor del estanco e insistían en que me detuvie– ra; pero mi guía dijo que ellos eran una mala compa_ ñía, y me aconsejó regresar y pasar la noche en el molino. Presumiendo que él conoceria a la gente de quien hablaba mejor que yo, no me sentí inclinado a despreciar su aviso. Ya era de noche cuando llega_ mos al trapiche; algunos de los trabajadores se encon_ traban sentados fumando alrededor de una fogata; o–

tros estaban tendidos durmiendo bajo un cobertizo, y yo no tuve más que

"Mirar alrededor, escoger mi terreno

y descansar"

Pregunté por el mayordomo y me condujeron a una casa de adobe, donde en la obscul'idad oí una Voz áspera y al punto, a la luz del ocote, vi a un viejo con su repugnante ('ara correspondiente, y a su lado la de una joven, tan SUave y dulce que parecía mostrarse expresamente para establecer el contraste, y estas dos personas eran una sola. Yo estaba dispuesto a com_ padecerla; pero el viejo mayordomo era un hombre de noble corazón, a quien ella manejaba con tanta ha– bilidad que jamás él se daba cuenta de ello. El ya se iba acostar, pero mandó algunos hombres a que cor_ taran zacate, y ambos, él y su mujer, se manifiestaron satisfechos del accidente que me había conducido a su choza. Los trabajadores simpatizaban con sus senti– mientos, y nosotros nos sentamos por espacio de dos horas ah'ededor de una larga mesa bajo el cobertizo, con dos candelas pegadas a ella con su propio sebo. Ellos no podían comprender que yo hubiera estado en la cima del volcán de Agua, y después bajado a la costa solamente para ver el Pacífico. Un joven, bien pare_ cido y de mirarla franca, tenía un gran deseo de via– jar, sólo que no le agradaba salir lejos de casa Yo le ofrecí llevármelo y pagarle buen salario. El asunto se discutió en voz alta. Era una cosa tremenda salir del hogar, y vivir entre los extranjeros, donde nadie cuidaría de él. Su casa estaba a un lado de la choza del mayordomo, pero su patria estaba en el corazón de sus amigos y quizá algunos de ellos habrían muerto antes de sú regreso. La mujer del mayordomo pare_ cía un buen espíritu para templar el corazón y la con– ducta de estos salvajes y semidesnudos hombres. Yo ofrecí darle dinero para pagar sus gastos de regreso a su hogar cuando él quisiera y él conv!n? en irse con_ migo. A las tres de la manana el VIeJO mayordomo ya estaba gritando en mis oídos. Yo no me había a– costumbrado a oír mi propio nombre con el don pre_ fijo, y pensé que él habría ¡¡despertado a un pasaje– ro en lugar de otro". Al muchacho que deseaba via– jal' le faltó el valor y no apareció. En espera de su ida mi guía no vino y emprendí mí viaje solo. Antes de amanecer pasé por la tercera vez por el pueblo de San Pedro y un poco más adelante alcancé a unenvol_ torio a caballo, que resultó ser un niño y una mujer, con un poncho encima de los dos.

El Río Michatoya estaba espumoso, rompiéndose en una sucesión de raudales sobre nuestra derecha, y cabalgamos juntos para San Cristóbal. Me encaminé al convento, caí sobre el cura a la encantada hora del desayuno, monté de nuevo, y caminé alrededor de la base del Volcán de Agua, con sus cultivados campos y su faja de bosques y verdura hasta la cima. Del lado

opu~sto había otro volcán, con sus faldas cubiertas de inmensas selvas Entre ambos pasé por un solo trapi_ che perteneciente a un convento de frailes dominicos, entré a un 'grande y hermoso valle, pasé fuentes ter– males, humeantes por más de una milla a 10 largo del

camíno y penetré por en medio de los nopales o plan_ taciones de cochinil1a de Amatitlán. De ambos lados

había cercas de arcilla, y los nopales eran más exten– sos que los de la Antigua, y más valiosos, pues, aun_ que solamente a veinticinco millas de distancia, el cli~

ma toS tan difenmte que ellos producen dos cosechas en cada estación. .

Al aproxim&rme a la ciudad, me acordé de Mr.

Handy, que habiendo viajado desde los Estados Uni_ dos por Texas y México con una partida de animales selváticos, me había hablado en Nueva York de un

americano empleado suyo, a quien habí~ dejado en es– te lugar para tomar a su cargo una plantación de co~

chinilla, y yo tenía curiosidad de ver cómo estaba y

si había prosperado en tal empleo. Ya había olvida– do su nombre, pero, preguntando en el camino por un americano del norte, me dirigieron a un nopal que te~

nía a su cargo. Este era uno de los más grandes del lugar, y contenía cuatro mil plantas. Me encaminé hacia un pequeño edificio en medio de la plantación, que parecía un cenador o glorieta de jardín, y que es_ taba rodeado de trabajadores. Uno de ellos me anun– ció diciendo uQ'l. español", como los indios generalmen–

t~ llaman a los extranjeros. Apeándome y dando mi

mula a un indio, avancé y me encontré con don Hen_ riques sentado junto a una mesa, ocupado con un li_

bro de cuentas arreglando el pago de los trabajadores Estaba vestido con el cotón o chaqueta del país, y te_ nía una barba muy larga; pero yo le habría reconocido en cualquier parte como a un americano. Me dirigí a él en inglés, y él, clavando en mí los ojos, como si se espantara de Un sonido familiar, me réspondiÓ en es–

pañol. Poco a poco comprendió de lo que se trataba El t"mía menos de treinta afíos de edad, y era origina_ rio de Rhinebeck Landing, sobre el Río Hudson, donde su -padre tenía a su cargo un almacén, y se llamaba Henry PawHng; habia sido empleado en Nueva York y después en l\1éxico. Inducido por un buen sueldo y por una fuerte propensión a vagar sin rumbo fijo y, para conocer el país, aceptó una propuesta de Mr. Hau_ dy. Su obligación era ir adelante de la caravana, al– quilar un local, dal.~ aviso y hacer los preparativos para la exhibición de los animales. En esta condición ha– bía viajado por todo México, y de ahí hasta Guatemala. Ya hacía siete años que había salido del hogar, y des_ de su separación de MI'. Handy, no había hablado una sola palabra en su propio idioma; y como lo hablaba ahora, más de ~a mitad era español. No necesito de– cir que se alegró de verme. Me condujo por la planta– ción, y me explicó los detalles del curioso procedimien– to para elabora!.' la cochinilla. Estaba algo chasquea– do en sus esperanzas, y hablaba con gran ternura de la patria; pero cuando le ofrecí llevar sus cartas, dijo que había resuelto no escribir jamás a sus padres otra vez, ni informarles de su existencia, hasta que hubiera mejorado de condición y columbrara una perspectiva de regresar rico. Me acompañó a la villa de Amati– tlán, y como ya era tarde y yo esperaba regresar a ese lugar, no visité el lago, sino que seguÍ directamente para Guatemala.

El camino se extiende a través de una llanura, con un alto, escarpado y verde muro a la ízquierda. A una legua de distancia, ascendimos por una empinada cues– ta a la meseta de Guatemala. Lamento el no poder co– municar al lector el altísimo placer de mi viaje por Centro América, derivado de la extraordinaria belle– za de la perspectiva siempre distinta. Por entonces yo pensaba que este era el más delicioso viaje a caba– llo que había hecho en el país. En el camino alcancé a un hombre con su mujer, a caballo, él con un gallo de pelea bajo el brazo y ella con una guitarra; un pe_ queño niño estaba escondido entre la ropa de cama sobre una mula de equipaje, y cuatro muchachos iban con ellos a pie, cada uno con un gallo de pelea envuel· to en un petate, visibles solamente la cabeza y la cola. Iban a Guatemala a pasar las fiestas de Navidad, y con esta respetable compañía llegué a las puertas de la ciudad al octavo día de mi salida. Me encontré con

76

Page 110 - RC_1968_12_N99

This is a SEO version of RC_1968_12_N99. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »