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« Previous Page Table of Contents Next Page »catarata que como lluvia; la furia del viento, los cons– tantes y aterradores rayos y los espantosos truenos eran indescriptibles ... JI "A las dos de la mañana del once, las vibraciones de la tierra fueron tan violentas que las gentes eran incapaces de tenerse en pie; las sa~
cudidas iban acompañadas de terribles ruidos subte~
náneos que infundían general pavor; momentos des~
pués, un inmenso torrente de agua Se precipitó desde la cima de la montaña, arrastrando enormes fragmen_ tos de rocas y corpulentos árboles, los que, al descen– del' sobre la desgraciada ciudad, abatieron y destruye· ron casi todas las casas, sepultando un gran número
de sus habitantes bjijo las ruinas, entre quienes, doña Beatriz de la Cueva, la viuda de Pedro de Alvarado, perdió la vida' .
Por todo el camino hacia abajo de la falda del vol– cán vimos las grietas y barrancas abiertas por los to–
rre~tes de agua que inundaron la ciudad. De nuevo cruzamos la hermosa corriente del Río Pensativo, y
nos encaminamos al convento hacia arriba. Este se en.. cuentra contiguo a la gigantesca y venerable' i~lesia
de la Virgen. Al fr.ente había un muro alto de pIedra; una gran 'Puerta abierta en el patio, a cuyo extremo y
a lo largo de un lado de ella se encontraban los espa– ciosos corredores del convento, y hacia la izquierda el gigantesco muro de la iglesia, con una puerta de e,n– trada al extremo del corredor. El patio estaba como a
cuatl'o pies bajo el nivel del corredor, y dividigo por arriates sembrados de flores, y en el centro habla una gran fuente blanca de form~ circular, ,?on carpas do!,a–
das nadando en ena, y elevandose hacIa afuera, arrIba de un surtidor de agua, un ángel con una trompeta y una bandera. _' El Señor Vidaury había anunciado al Padre Alcan~
tara mi proyectada visita y él est~ba esperand~ para recibirnos. Era como de unos tremta y tres anos de edad inteligente, educado y enérgico, con ·una pasión por ias flores como podía verse por los hermosos arre~
glos del patio. Había sido desterrado por Morazán y
apenas hacía como un año que había regresado a su vicaría. Se encontraba visitándolo su amigo y vecino don Pepe Astegueta¡ propietario de una hacienda de cochinilla y hombre del mismo tipo y carácter" Ellos eran de los pocos que encontré que tomaran algún in_ terés en los románticos eventos relacionados con la primitiva historia del país. Después de un breve des– canso en el convento. con la más viva emoción jamás por mí sentirla exce'Pto en las ruinas de Copán, visita– mos un árbol que se yergue frente a la iglesia y extic!I~
de ampliamente sus ramas, bajo cuya sombra, segun
la.. tradición, acamparon por primera vez Alvarado y sus soldados; la fuente de Almolonga, o, en lengua in_ dígena, la montaña de donde fluye el agua, la que pri~
mero le indujo a escoger este lugar como el sitio para la capital, y las ruinas de la catedral, en el lugar don~
de l\an Godine'3 dijo su pl'Ímera misa. La fuente es un gran estanque natural de clara y hermosa agua, sombreada por árboles, bajo los cuales treinta o cua– renta mujeres indígenas estaban lavando. Los muros de la catedral estaban en pie, y en una esquina había un aposento lleno de calaveras y huesos de los muer– tos por la inundación del volcán.
Después del desayuno visitamos la iglesia, que era muy grande y de más de doscientos años de edad; su altar es rico en ornamentos de oro y plata, entre los que se encuentra una magnífica corona de oro, tacho– nada de diamantes Y esmeraldas, ofrecida por uno de los }1'elipes a la Virgen, a quien la iglesia estaba consa– grada. Regresando a la casa, me encontré con que el Padre Alcántara había preparado para mí la visita de una diputación de indios, compuesta de los principales auxiliares mexicanos de Alvarado que se llamaban a sí mismos, como los españoles, conquistadores; ellos en– traron llevar do los mismos trajes que sus antecesores hablan usado en tiempo de Cortes, y portando sobre una bandepa cubierta de terciopelo, un precioso libro empastado C011 la misma tela de color rojo, con es_ quineras y broehe de plata, el cual contenía la evi_
dencia escrita de su rango y sus derechos. Estaba es_ crito en pergamino, fechado en 1639, y contenía la or– den de Felipe I1" reconociéndolos como conquistadores
y eximiéndolos, como tales, del tributo pagado por los indios nativos. Este privilegió continuó hasta la re– volución de 1825, y aún entonces, ellos se llamaban a sí mismos descendientes de los conquistadores y la cabeza de la aristocracia indígena. El interés que yo sentía por estas memorias de los conquistadores fué acrecentado, en no pequeña parte, por la belleza y co– modidad del convento y por la benevolencia del Padre Alcántara. Por la tarde dimos un paseo hacia abajo por el puente que cruza el Río Pensativo El llano en
que los soldados españoles habían hecho resplandecer sus armaduras, estaba sombreado por los elevados vol_ canes, y el espíritu de romance descansaba sobre él.
El día que pasé en la "ciudad vieja" es uno de aquellos que recuerdo con placer. El Señor Vidaury y don Pepe estuvieron con nosotros todo el día. Más tarde, cuando el Padre Alcántara se vió de nuevo obli– gado a huir del coilvento por la aproximación de un ejército invasor, y cuando todos nosotros habíamos pa– sado a través del estallido de la revolución, al salir
de Guatemala de regreso para mi hogar, me desvié de mi camino para hacerles una visita y fueron los últimos amigos a quienes dij e adiós.
En la m:lñana, con gran sentimiento, salí de Ciu– dad Vieja. El Padre Alcántara y dcc Pepe me acom_ pañaron, y, para ayudarme en mi viaje, don Pepe me pl'estó una magnífica mula y el padi'e un excelente criado. La salida de este valle al pie de la montaña quedaba entre los dos grandes volcanes de Agua y de Fuego, que se elevan a cada lado aproximadamente a
quince mil pies de altura; y por en medio de los dos, tan inesperadamente para mí que casi me produjo un arrebato de entusiasmo, miramos una inmensa llanura y divisamos el Océano· Pacífico. A una legua de dis_ tancia llegamos al pueblo de Alotenango, donde, entre chozas de indios, se alzaba otra gigantesca iglesia, sin techo y arruinada por un terremoto, y en donde, con la esperanza, en la que no fuí contrariado, de volver_ los a ver, me despedí del cura y de don Pepe. El ca– mino por en medio de los dos grandes volcanes era sin– gularmente interesante; el uno, con su falda cultivada, ceñido por un cinturón de espesa selva y cubierto de verdor hasta la cima; el otro, con tres desnudos y es_ cabrosos picos, cubierto de lava petrificada y de ceni– zas, sacudido por la contienda de sus elementos inte_ riores, el trabajo de los fuegos internos. y arrojando constantemente un humor de color azul pálido. El ca– mino muestra señales de las violentas convulsiones a que ha estado sujeto. En cierto lugar, el camino para bestias atraviesa una inmensa hendidura, dividida en dos partes por una convulsión natural, sobre la que se precipitan con violencia grandes piedras en todas di– recciones, cayendo· en la más salvaje confusión; en otro lugar cruza sobre una profunda capa de cenizas, carbo_ nes y lava escarificada; y un poco más adelante, sobre estratos de materia vegetal en descomposición, cubierta de bubstancias volcánicas, y en donde grandes arbus– tos y matorrales han crecido formando un espeso y obscuro emparrado, fragante como los campos de Ara_ bia la Bendita. A cada paso había un extraño con– traste entre lo horrible y lo herm(}so. La última erup– ción del volcán de Fuego tuvo lugar hará como doce años, cuando del cráter salían llamas que subían' a gran altura; y arrojó inmensa cantidad de piedras y cenizas siendo casi extirpada la raza de monos que habitaban los bosques inmediatos; pero ya nunca es~
talló otra vez; su cráter ya no es más la "Boca del In_ fierno" o sea la Boca de las Regiones Infernales, por– que como me dijo una persona muy respetable, ha sido bendecido por un sacerdote
Después de un hermoso viaje a caballo bajo el ar– diente sol. pero con el camino casi todo sombreado, a las tres de la tarde llegamos a Escuintla. donde había otra magnífica iglesia, sin techo y además con su rica fachada hendida por un terremoto. Frente a ella es-
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