Page 106 - RC_1968_12_N99

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lado de la montaña. La altura de esta montaña ha si– do determinada por observaciones barométricas y es de catorce mil cuatrocientos cincuenta pies sobre el nivel del mar. La orilla del cráter domina una her_ mosa vista de la antigua ciudad de Guatemala, de trein– ta y dos pueblos alrededor y del Océano Paci~ico; a lo menos así se me dijo, aunque yo no los ví. SIn em– bargo no lamenté mi fatiga; y aunque empapado por la lluvia y todo cubierto de lodo, me prometí ~ mi mis– mo que en el mes de Febrero, cuando el tIempo es bueno, ascendería otra vez, preparado para el caso y para pasar dos o tres días en el cráter.

A la una principió nuestro descenso. E~te fue rápido y algunas veces peligroso, p.ol' el exceSIVO de–

clive por lo resbaladizo y por el nesgo de golpearse la c~beza contra el tronco de un árbol. A las dos de la tarde llegamos a la cruz; y yo re~~erdo aquí, como un aviso para otros, que por la preslOn de las .fuertes botas impermeables ~sobre los dedo~ de los pIes, me veía obligado a parar con ~recue:q.cla; y, después de cambiar la presión descendiendo de la~o y de espal~

das, agarrándome de ~as ramas de los arbolt;s, me VI

en la necesidad de qUitarme las bo~as y Se&Ulr. descal– zo metido en el fango hasta los tobInOS. MIS pIes fue:–

ro~ severamente dañados por las piedras, y me ~ra

muy difícil andar, cuango encon.tré a uno de los lU_

dios que subía la montana con mI caballo a encontrar_ me. A las cuatro de la tarde llegamos a Santa Mari~,

a las cinco a la Antigua, y un cuarto de hora despues

me acosté. . A la mañana siguiente, todaví~ estaba. yo durmlen~

do cuando el señor Vidaury entro al. patIo, a caballo!

pa~a acompañarme en mi viaje.. Dejando a,r Ro~aldl

que nos siguiera, monté inmediab:~mente Y.'. salIendo de la ciudad, entramos a campo ablel'to, me~l(~.o entre montañas cultivadas hasta su base con coch~mna: Co– mo a una milla de distancia giramos con 4I1'eCC16n a la hacienda del señor Vi<!.aury. Ep el patlO, estaban cuatro bueyes moli\€ndo cana de azucar Y detras se en_ contraba su nopal o plantación de cochinilla, una de las más grandes de la Antigua. La planta es un~ es~

pecie de cactus, sembrada. en surc9s como el m31z,. y, en el tiempo a t1ue me refIero, tema como cuatro pIes de altura. Sobre cada hoja estaba asegurada con .una espina un pedazo de caña en cuyo hueco había tremta o cuarenta insectos. Estos insectos no pueden move.r– se, pero se multiplican, y las. crías se arrastran. hi;lcla fuera y se adhieren a las hOJas; una vez adhe~ldas a ellas jamás se mueven; u~a membrana !l!uy fIlla las cubre y a medida que se ahm~ntan. las hOJas ~~ ponen enmohecidas y blancas. Al fmal de la estaclon seca, algunas de las hojas se quitan y se cuelgan en un al– macén para semilla, y de las restantes se separ~p los insectos con un cepillo y se ponen a secar, envl(~ndo_

les en seguida al exterior para proveer a los lUlaS Y

elegancias de la vida civilizada, y a dar vida con sus brillantes colores a los salones de Londres, P8!-'is y San Luis Missouri. La cosecha es valiosa, pero lllsegura, pues una lluvia temprana puede destrUIrla; y algunas veces a todos los trabajadores de una hacienda se los llevan para el servicio n:i1itar, en la éJ?9ca en que más falta hacen para su culbvo. La poseslOn era encanta_ doramentc hermosa al pie y bajo la sombra del volcán de Agua y el paisaje estaba limitado por todos lagos con montañas de perpetuo verdor; el alr'e de la mana_ na era suave, f':agante, puro Y refrescante. Con. bue,n gobierno y leyes y nuestros amigos alrededor, Jamas

vi lugar más hermoso y ap~tecible. para <fue un hom– bre pasara el resto de su VIda sobre la tierra. Reanudando nuestro viaje, salimos a un fértil va– lle cubierto de césped, donde pastaba el ganado y los caballos en medio de las faldas de los dos grandes

vo1cane~ y hacia la izquierda, a alguna distancia, en las ialda~ del volcan de Agua, vimos la iglesia de Ciu_ dad Vieja, la primera capital de Guatemala fundada por Alvarado el Conquistador Yo me encontraba ahora sobre terreno clásico. La fama de Cortés y de

lH1S hazañas en México Se había divulgado entre las

tribus indígenas del sur y los reyes kachiqueles le en_ viaron una embajada ofreciéndole reconocerse como vasayos de España. Cortés recibió a los embajadores con distinción, y envió a Pedro de Alvarado} oficial dis_ tinguido en la conquista de Nueva España, a recibir la sumisión de los reyes nativos y a tomar posesión de Guatemala. El 13 de Noviembre de 1523, Alvarado sa–

lió de la ciudad de México con trescientos españoles

y un gran cuerpo de tlascaltecas, cholotecas, chinapas

y otros indios mexicanos auxiliares; se abrió paso a

través de las populosas provincias de Soconusco y To– nalá

l

Y el 14 de Mayo; tras una decisiva victoria sobre los \ndios quichés, llegó a la capital del reino kachi– quel, ahora conocido como el pueblo de Tecpán Guate_ mala. Después de permanecer allí unos pocos días para recobrarse de sus fatigas, el ejército conquistador siguió su ruta por los pueblos de la costa, venciendo a todos los que se le oponían al paso, y el 24 de .ruJio de 1524, llegó a un lugar llamado por los indios AJmolon~

ga, que significa, en su lengua, manantial de agua (o la montaña de donde fluye el agua), situado en la falda del volcán de Agua. El parajel dice Remesal, les agra– dó tanto por su delicioso clima, la belleza de sus pra– deras deliciosamente regadas por corrientes de agua, y particularmente por su situación en medio de dos altas montañas, de una de las cuales descendían cü_

rrientes de agua en todas direcciones, y de la cima de

la otra brotaban columnas de humo y fuego, que de_ terminaron edificar una ciudad que sería la capital de Guatemala.

El 25 de Julio, fiesta de Santiago p(itl'ón de Espa_ ña, los soldados, con música marcial. espléndidas ar– maduras, ondulantes plumas, caballos soberbiamente enjaezados con arreos resplandecientes de pedreria y

chapas de oro, 'avanzaron hacia la humilde iglesia. que había sido construida con tal propósito, donde Juan Godines, capellán del ejército, dijo misa. Toda la co– munidad invocó la protección del .Apóstol y llamó por su nombre a la ciudad que habían fundado. El mis_ mo día Alvarado nombró Alcaldes.. Regidores y Algua_ cil Mayor. La apariencia del país armonizaba con las románticas escenas de que habia sido teatro; y a medL da que yo caminaba sobre el llano, casi podía imagi– narme las faldas de las montañas cubiertas de indios, y Alvarado con su pequeña banda de intrépidos espa~

ñoles, soldados y sacerdote$ con marcial orgullo y religiosa humildad, desplegando las banderas de Es_ paña y levantando el estandarte de la cruz.

A medida que no,~ aproximábamos a la ciudad, su situación aparecía más hermosa; pero muy al princi-'. pio de su historia, espantosas calamidades le aconte_ cierono. "En 1532, las cercanías de la ciudad se vie ron asoladas y sus habitantes profundamente conster~

nados, por un león de descomunal tamaño y ferocidad, que descendió de las selvas de la montaña denominada el Volcán de Agua, y causó gran devastación entre los hatos de ganado. El Ayuntamiento de la ciudad ofre– ci Ó un premio de veinticinco dólares oro o cien fane– gas de trigo a cualquiera persona que lo matara; pero el animal escapó,. aun de una partida de caza formada por toda la ciudad con Alvarado a la cabeza. Después de cinco o seis meses de. constantes depredaciones, fue matado el 30 de Julio por un pastor de ganado, quien recibió la recompensa prometida. El siguiente gran desa&tre fue un incendio que aconteció en Febrero de 1536 Y causó graves daños; com'Ü las casas estaban en aquel tiempo casi todas techadas de pajón, una gran parte de ellas fué destruida antes que el fuego pudie– ra ser extinguido. El accidente tuvo su origen en un taller de herrería; y para evitar desgracias análogas en el futuro, el Ayuntamiento prohibió el uso de fra– guas dentro de la ciudad".

"La más espantosa calamidad que había hasta aho~

ra afFgido a este infortunado lugar ocurrió en la ma–

ñana del 11 de Septiembre de 1541. Habia llovIdo in.

cesantemente y con gran violencia durante los tres días anteriores, particularmente en la noche del diez cuando el agua descendió más como el torrente de una

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