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« Previous Page Table of Contents Next Page »se sentaron. Antes que la cena hubiera terininado hizo una irrupción de muchachos de Guateinala, con sombreros glaseados, ponchos y espadas, presentando una apariencia algo desordenada; pero ellos eran en su mayor parte jóvenes, hermaJ10s y primos de l<lS damas. Con sus sombreros puestos sentáronse a co– mer en las mesas desocupadas y, tan pronto como aca– baron, retiraron precipitadamente los platos, :tpi!al'on las mesas en una esquina, un.a sobre otra, y las cau– dclas encima de todas, sonaron los violines y, cabaJle–
l'OS y señoras, encendiendo puros y cigarros, comp.n–
zaron a bailar. Tengo la pena de decir que general– mente las damas de Centro América, no exceptuando
a Guaiemala, fuman, las señoras cas~das PUROS, o solo tabaco, y las solteras' cigarros, o tabaco envuelto
en papel o PAJÁ. Cada caballero lleva en el bolsi– llo una caja de plata, con una larga mecha de algo– dón, acero y pedernal, la que- ocupa cllsi el mismo es– pacio que un pañuelo, y uno de los actos de galante– ría es prendér lumbre' el hacerlo bien puede contt'.i– buir a encender una liama en él corazón de una se– ñorita; de todas maneras el hacerlo chapuceramenle sería mala educación, No expresaré mis sentimien– tos cm) respecto al fumar como upa costumbre del bello sexo. Tengo recuerdos de bellos labios profa– nados. No obstante que, aun en es~o yo he visto a una dama mostrar su- elegancia y refinamlentó tocando a– penas el cigarro con sus labios, como si lo besara dul– cemente- y apartándolo en seguida. Cuando un caba– llero solicita lumbre a una dama, ella siempre remue– ve el cigarrillo de sus labios, Felizmente, la peligro– sa proximidad que algunas veces ocurre entre caba... lleras por la caUe no está en boga. El baile continuó hasta las dos de la mañana, y su final fué como la se– paración de una alegre reunión familiar, Los mu– chachos se dispersaron para dormir o para terminar la noche en alegrías en cualquier otr~ parte, y don Ma– nuel y yo nos retiramos a la caa& que habíamos ase– gurado para nosotros.
Estábamos en nuestras hamacas charlando sobre los asuntos de la' noche, cuando oímos una bulla en la calle, un ruidoso tropel pasó por.la puerta y se per– cibió el choque de, espadas. Al punto el criado oel señor p. tocó para eptrar, y nos dijo que a pocas puert2s más allá habían matado a un hombre hirién– dole en la cabeza con una espada. En vez de salir para satisfacer una vana curiosidad, como hombres prudentes aseguramos la puerta. El tropel siguió ca– lle arriba y de ahí a poco Dimos estallidos de armas de fuego. Todo el lugar pareda alborotado. Ape– naos- nos habíamos vuelto ,3 recostar cuando tocaron de nuevQ la puerta. Nuestro posadero. un anciano respetable, con su esposa; durmieron en un cuarto in– terior, y, temerosos de los rooti~es, habian tenido una consulta para abrirlo. El primero no quería har.erlo, pero la segunda, con aprensiones maternales, decia que estaba temiendo que algo le hubiera acóntecido a Chico. Los toquidos continuaban, y ::Rafael, un cono– cido compañero del hijo; gritó que C.hico estaba he– rido. IEl viejO' se levantó en bU$ca de üna luz, y re– celando lo peor, la madre y la joven hermana p:ro– rrumpieron en llanto. El anciano, austeramente las reprimía, diciendo que él siempre había prevenido a Chico en contra rle las salidas ñócturnas y que Hlere– cía su castigo, La hermana corrió y abrió la puerta y entraron dos muchachos. Nosotros podíamos ver el
centelleo de sus espadas, y que uno estaba sosteniendo al otro; y a tiempo que el anciano consiguió una luz, el herido cayó al suelo, Su rostro estaba espantosa– mente pálido, y manchado con sangre; su sombrero cortado desde la copa hasta el ala· tan perfectamente como si hubi.era sido con navaja de baTba, y su mano derecha y brazo estaban envueltos en un pai'iuelo de bolsillo, el cual estaba manchado con sángre. El an– ejano lo miró con la ¿:¡,ust~ridad de un roma~lO, dicién– dole que ya sabia que estas serian las consecuencias
de sus salidas nocturnas; la madre y ia hermana llo–
raban, y el inuchacho, con débil voz, Tt?gaba a su pa....; dre que lo perdonara. Su compañero lo condujo a la habitación interior: pero antes que ellos pudieran ca,
locarlo sobre la cama cayó otra vez y se desmayó. El padre estaba alarmadq y cuando se recobró pregun– t61e si deseaba confesarse. Chico, con una voz lá.n– guida respondió, como Ud. guste, El .anciano mandó
a su hija que fuera por el padre, pero el alboroto era tat'}¡ gl.'ande en la c~Ue que ella tuvo miedo da aven– turarse a salir, Mientras tanto le examinamos la ca·· beza, la que, no obstante la corbida a' través del som– brero, apenas había sido tocada; y él mismo dijo que había recibido el golpe en 'la mano, y; que Se la ha– bía'n quitado, No había allí un médico cercano' sino hasta Guatemala, ni alguna persona que :fuera capaz de hacer algo por éL Yo había tenido' alguna práctica en medicina, pero ninguna en cirugía; sabia, sin embar– go, que de todas maneras, era bueno lavar y limpiar la herida, y con la ayuda del criado de don Manuel, un joven inglés a quien éste había traído de los Estados Unidos, lo colocamos sobre una cama. Este joven ha– bía tenido alguna experiencia en las camorras del país, pues había matado a un muchacho en una riña moti– vada_por un asunto de amores, y estuvo confinado en
la casa siete meses por las heridas recibidas en el mis– mo encuentro. Con su ayuda desenvolv6 el ensan~
grentado pañuelo; y a medida que a\!8nzaba sentía que me faltaba el valor, y C01)lO, al dar la última vuel–
ta, una mano muerta cayó sobre la mía, un estreme– cimiento y un hondo gemido corrió entre todos los es– pectadores y estuve a punto de dejar caer la mano. Habia sido cortada desde atrás arriba de las articu---: laciones, y los cuatro dedos colgaban s610 de la parte carnosa del pulgar. La piel estaba 'arremangada y mostraba a cada lado cuatro huesos salidos, como los dientes de un esqueleto, Los junté uno con otro y cuando él levantó el brazo, chocaron como si fueran dientes, Yo noté que el caso estaba fllera de mi ha– bilidad, Es posible que la mano pudiera haber -sido restaurada juntando la" piel por medio de una costu– 1'31 pero yo creía que lo único que debía hacerse era cortarla ente-ramente, y esto yo no- quería hacerlo. In–
capaz de d~rle ninguna otra asistencia, la envolví otra vez en el pañuelo. El joven tenía un' semblznte sua– ve y agraable; y tan agradecido por mi infructuosa tentativa como si yo realmente le hubiera serVido eh algo, me dijo que no me molestara más;~ sino que me acostara; sU madre y su hermana, con ahogados sollo– zos, s~ inclinaron sobre su cabeza: su padre sostuvo la
aust~l.'idad de sus maneras, pero era 'fácil comprender que su corazón estaba traspasado de dolor; y para mí,
un extranjero, era horrible ver a un hermoso joven mutilado para toda la vida en' una contienda calle– jera.
Según contó la historia él mismo dijo; que estaba paseando con algunos de sus amig9s, cuando encontró a uno de los Espinosas dp. Guatemala, tambjé!1 con un grupo de amigos. Este último, que era conocido como un espadachín, se dirigió a ellos con una expresión en espaiíol, casi equivalente a la inglesa <ll'll give it
ta :vou". ("Ahora te vaya pe-gar"). Chico respondió I<Lo veremos" e inmediatamente desenvainaron sus es– padas. Chico, al intentar parar un golpe, lQ l'ecibió en el extremo de la mano rlel'echa al past.\' por todos Jos huesos se debilitó tanfo la fuerza que solamente le cortó la copa y el ala del sombrero. La pérdida de la mano le había indudablemente salvado la vida; por– que si toda la fuerza del golpe hubiera caido sobn~ su cabeza, lo habría matado; pero el infortunado mucha– cho, en vez de estar agradecido de su snlvación, juró venganza contra Espinosa. Este, según Supe más tar_ de, juró que la próxima vez Chico no escaparía sólo con una mano menos: y, Con toda probabilidarl, cuan– <:lo se encuentren otra vez, lmo de ellos quedará sin vida.
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