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II

POESIA CALLEJERA

Pora conocer la mentalidad nicaragüense es nece·

ario tomar en cuenta la poesía colleie\d. uno de sus

~toductos auténticos Por eso diremos. algo, muy poco~

obre ello y en especial sable sus cultIvadores hoy casI

desapoJeCidos Se sabe que éstos difundielon y anima· on en gron parte -componiendo y recitando canciones

~e toda c1ase- la liteJaMa caJlejeJa de la colonia Han existido, pues, desde hace más de dos siglos y una de las causas por Jas cuales van desapareciendo ha sido, con todo su poder, fa influencia arrolladola de la mo– dernización de las ciudades Managua, que antes del terremoto contaba con unos cuantos. actualmente carece en absoluto de ellos En varios pueblos, por el contra–

rio todavía existen algunos que conservan no muy poco

de' la espontaneidad y fisonomia poética de los tradicio– nalmente vel daderas y de los verdaderamente trad¡cio~

nales

la poesía callejera tiene sus I aíees en la poesía popular anónima y adquirió carta de ciud.adanía cuan– do se definió por si sola a través de (as mteresantes y

pintorescas personalidades de sus autores, individuali– zándose y diferenciándose por completo El poeta CQ–

Ilejero fue casi siempre de carácter local: pertenecía a su localidad, a la que entregaba su talento saturado de und naturol facilidad velsificadora Algunos más que versificadores eran, como los más /ecíentes, sorprendentes rimadores, por ejemplo el chontaleño Chavelo Marcia, el granadino Pancho He, maso y Valentino {Cándido Ló-pezl de Masaya .

lo versificación o que aludimos cautivaba los olclos del pueblo y se realizaba improvisadamente con gestos

y ademanes complementO! ios Muchos de ellos elan ya una mezcla de iuglal es y tintorerillos, ya poetas de sa– lón que salían a trabajar a las calles, o de guitarreros, serena teros y componedores de coplas, mas también hu– bo ciegos, peregrinos, pícaros, etcételo, es decir comple– tamente juglarescos

El poeta callejero, por otra parte, tuvo mucho que ver con la poesía ocasional -uno de los hilos conducto– res de la' literatura nicaragüense- que cultivaba asi– duamente ya que se entregaba a su localidad La mayor parte de las composiciones que han negado a nuestras manos pudieron haber sido firmadas por poetas de oca~

sión Una de las diferencias entre estos y aquéllos fue el que /9s eallejelos eran ocasionales por naturaleza mien– tras que los ocasionales eran producidos, únicamente, pOI

la circunstancia o el hecho público careciendo, por consi· guiente, de la fisonomía, constancia y dedicación en el ofirio, carácter indispensable de aquéllos

El primer poeta callejero del cual tenemos noticia es el autol de tres décimas octosilábicas de las cuatro que aparecen en la Relación de 1794 111 Las décimas en CUestión es1aban dirigidos al "Presidente Gobernador

y Capitán Gene/al" don José Damas --cuya visita mo– tivó dicha crónica- y a su esposa e hija Este poeta callejero, que era "un curioso natural vecino de esta ciudod (Granada) que de pura aplicación y el agregado de la naturaleza se le reconoce tal qual vena pOla 10 poesía", se informó, tintes de componer sus décimas, de

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los nombres de los visitantes: José y Morías, "Jo señora del Presidente y su hiia" Por eso la segunda décima decía:

José en tu aotada. l\laría veo esta vara feliz

y es tu hija la flor de lis que fecundó tu hidalguía: Pues si con tal bizarría

tus manos dan este olor con tanta fertilidad,

debe llamarse en verdad

Maria Josefa esta flor

El coronel Cleto Ordóñez, participante clave en la guel ro civil de 1824, tuvo dotes de poeta callejero, vena que aprovechó para nutrir su popularidad "Era médi· co y poeta natural -dice don Jerónimo Pérez- cuyas décimas a la libertad le atraían la admiraci6n del pue· blo" Cronológicamente es de los primeros poetas ca· lIejeros entre los conocidos Después merecen citarse Plocopio Vado y Zurrizana, Francisco Osomo Rojas, Bias Franco y Bruno Mongalo, todos granadino~i el chinande· gano apodado Rubén Dario; el cura de Boaco, de origen mataga(pino, Juan Cerna¡ y los capitalinos Casimiro Guerre.o, Jesús L6pez, Catalina Montes y Chico Vallejos, mós o menos coetóneos de Jos antel iores, varios de los cuales mantenían, junto con algunos músicos, sacrista· nes y pOI randeros, los bailes, coloquios y mojigangas de las fiestas de Santo Domingo de Guzmón, Santiago y Candelaria, durante las últimas décadas del siglo po· sado y al comienzo del actual

Don Procopio Vado y Zurrizana, el cantor de Cuis· coma (2) como se le llamaba en su tiempo, era más poeta ocasional y de salón que fallejero Esto puede constotarse en sus Poesías Escogidas (3) editados por unos amigos que, con el ejemplar, intentaron burlarse de Dorío que iba de poso en una diligencia por Grana– da No obstante, tanto por sus ocurrencias como por su personalidad, su popularidad fue real y eficaz Habia nacido el 15 de septiembre en 181 ó; era un tipo raro y fócilmente le tomaban el pelo "Iba siempre meticu· losamente limpio -escribe don Joaquín Gómez con el seudónimo Joaquín González Robledo- y gastaba una urbanidad exquisita era bajo de cuerpo de semblan· te expresivo y de milOr chispeante y hondo Usaba el pelo largo, rizado admirablemente. La frente era an· cha y prominente en forma de torre y su fisonomía todo recordaba, en el acto, la de Víctor Hugo octogenario, el del Arte de .er Abuelo" (4).

Don Manuel Posos Arana dice que era de tez oscu– ra y ojos azules y recuerda que fue trajeado por los Guzmán Selva para visitar, como representante de la lite· rotura y poesía granadinas, a la Baronesa Wilson cuando pasaba por la ciudad 151. hecho que tuvo lugar el 13 de septiembre de 1882 según el Diario Intimo de don Enrique Guzmán (6) Meses antes, en enero del mismo año, Gus1avo Guzmón lo había vestido ceremonioso~

mente para que saludara al joven vate Rubén Darío en su primera visita a Granado

Su librito, como es sabido, fue usado de aguijón contra Rubén Con ese folleto reinvindicaba, tal como se lee, "el primer puesto que le corresponde en la gene· ración pujante que ha dado modemo giro o la florecien·

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