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« Previous Page Table of Contents Next Page »naba que la mayor porte de la producción literaria
nacional andaba en hojas periódicas y revistas sin que
apenas se hallara en libros de imperecedera conserva– Clon A excepci6n de Jel6nimo Pélez y de algunos otros es hasta las dos ú[tlmas décadas del XIX cuando [a pren– sa diaria (dado su contacto directo con el público! y los trabajos. hisfor iogtáfkos son los dos únicos testimonios donde los escritOles nacionales expresan sus ideas e in– venciones Mas adelante el mismo escritor anotaba: "P;r ahora el periodismo -que podemos considerar li· feratuta flotante, cuasian6nima- es la única literatura nacional, característica de Nicaragua En ella se trans· parenta [a agitada y dividida alma nacional" No de– bemos oJvidat, por otra parte, que la causa a que se reduce el atl aso literario del pais desde la independen– cia hasta las postrimerías de la centuria anterior, es el defecto capital de nuestlOs escritores decimonónicos que despilfarraron su capacidad y su talento, malográndose lamentablemente, en la política partidarísta olvidándose por completo de las manifestaciones y experimentacio– nes litelarias Basta poner el ejemplo más obvio: don Enrique Guzmán Selva
También debemos considerar que España, pese a la independencia, siguió ejerciendo una influencia digna de anotarse Guillermo Felin Cruz ha investigado la rela– ción entre la IíteratulO hispanoamericana del siglo XIX con la castellana Este crítico aclara que no es raro que cuanto provenía de la América Española desde 1810 hasta 1840, más o menos, no mereciera al pueblo es. pañol aprecio y estimación; que el pensamiento de los hombres cultos que formaba la élite intelectual en los antiguos dominios habíase desarraigado de la tradición castellana, influído ya desde mucho antes por la filoso– fía de la ilustración; y que nuestros literatos conocieron la literatura castellana a través de la lengua francesa, nutriéndose casi exclusivamente de ésta literatura
La influencia francesa -detalla en su estudio La Integlación de la Litelatura Hispana Amelicana en la Castel1ana- dominó sin contrapeso en todas las expresiones de las bellas letras y en las artes. El paso que condujo al aCCI camiento hacia lo literaria– mente eS¡lañol, fue lento Pero cuando se vió que el romanticismo francés de Rugo, Lamartine, Chateu– briand y otros, encontraba resonancia en sus imitado– res Larra, Martínez de la Hosa, el Duque de Rivas, Espronceda y ZorriUa, la literatura española volvió a ocupar su sitio en las letras hispanoamericanas y sus poetas, dramaturgos, historiadores, novelistas y cuentistas fueron, a su vez, imitados
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Ese proceso de la influencia literaria española en Hispanoamérica a través de fa lengua francesa, fue más o menos válido en Nicaragua Porque aquí nuestras bi– sabuelos devoraban a los enciclopedistas -sobre todo a Vo[taire, D'Alambert y D[derot- y a los románticos, y después, entre 1870 y 1890, era visible la influencia de Esproncedo, Zorrillo, Quintana, Campoamor, Núñez
de Arce, Valera, Alarcón (novelas de los dos últimos se publicaban en los folletines de los diarios) y hasta la del poeta académico Manuel del Palacio, etcétera
España siguió siendo, en cierta manera, lo maes· tra ya que sus compañías dramáticas recorrían incesan– temente, como veremos en la Tercera Parte, las ciudades principales; sus leyes eran, si no me equivoco, imitadas;
sus políticos y filósofos sociales, cuando la primera re– pública de Castelar, tuvieron aqui discípulos y seguido– res; su caudal popular y tradicional, lo que constituye el folklore, seguía oralmente existiendo en el pueblo; sus libros eran importados por nuestras personas cultas; y
la impottación de profesores contratados oficialmente en la Madre Patria para el Colegio de Granada en 1874 Y el Instituto Nacional de Occidente en 1881, fue de enor– me trascendencia en nuestro desarrollo cultural
El estado literario que observó Levy no podía ser de otra manera. la literatura, escribía el geógrafo fran~
cés, era por decirlo así nula; las pocas personas que se tomaban el trabajo de escribir para el público lo hacían por el periódico o bajo la forma de un pequeño folleto o de hoia suelta Los artículos eran casi siempre anó~
nimos o firmados con seudónimos y tenían por objeto acostumbrado una polémica cualquiera, por lo regular política la libertad de imprenta era limitada y los pe– riódicos poco numerosos La prensa ofrecía la particu~
laridad de contener con frecuencia versos y la juventud, en efecto, presentaba cierta afición a esta clase de litera– tura Luego transcribe Yo pienso en ti de Francisco Za– mora y Adjós a mi tío Domingo Díez, dos de las compo· siciones más célebres de la época
En cuanto a los archivos nacionales -dice en sus Apuntes pala la founación de una Biblioteca Ni–
caragüense, apéndice de su obra- tiempo ha que no existen León, Granada, (Nueva;) Segovia. lUatagal .. pa, han sido quemadas varias veces; Rivas ha sido destruída por ur temblor; Managua, Acoyapa, Chi– nandega, eran, no hace mucho todavía. aldeas insigni. ficantes; creemos que sólo Subtiaba es la que tiene algo que se parezca a una colección de legajos. La guerra de 'Valker y las revoluciones que le procedieron, han aniquilado hasta los al chivos privados de las fa .. milias y las bibliotecas particulares
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