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"que les quedan en lugar de historia e memoria de las cosas pasadas, e van acrescentando lo que subcede". La acción de estas danzas tenía lugar en las pla– zos En ellas los indios tenían la costumbre de refe– rir oficios --elemento conservado en El GLiegüense-– volviendo cada uno de los personajes a tocar flautillo que gustaba mucho a los asistentes. La pieza termi– naba con un mitote o mojiganga en la que casi nadie dejaba de participar Todas ellas, nos referimos a las danzas, carecian de unidades teatrales; el tiempo, por :onsiguiente, era ilimitado La actuación obedecía una "coreografía colectiva", tal como lo aclarado Francisco Pérez-Estrada En ellas, además, se daba el personaje gracejo o farsante -que empleaba a menudo el truco humorístico e hacerse el sordo-- y se usaba significativamente la máscara, elementos presentes en El Güegüense

Hasta aqui los elementos teatrales precolombinos de Nicaragua, cuyo conocimiento se hace necesario para seguir adelante, ya que más o menos están pre– sentes en el teatro de la colonia que inmediatamente pasamos a abordar no sin antes referirnos rápidamen– te a [os bailes populares

10 -INTRODUCCION A LOS BAILES POPULARES

El origen remoto de los bailes populares debe buscarse en las prácticas religiosas de los abori'genes que poblaban la región del pacífico donde habitaban las tribus de mayor relieve La influencia de la natu– raleza circundante, del movimiento de los ríos, mon– tes, etc, contribuyó a inquietar a los indios de tal manera que éstos se obligaron a dar ritmo a todo, has– ta al ocio, con lo cual nació el baile en su forma primi– genia. En ese estado les sorprendió la conquista que, con su aporte, les dio un nuevo carácter al sustituir las armas en el remedo de la lucha corporal -ya que los bailes precolombinos urgíanse del instrumental del simulacro guerrero- por otra clase de pelea la oral o poética, esto es, la relación dialogada. Entonces aparecieron en los bailes esos decires ingeniosos aco– piados a una música elemental y a una interesantísima coreografía, que responden al argumento. Pero, des– graciadamente, casi todos nuestros bailes populares han perdido sus partes dialogadas, porque -como señala el autor de "América o el Purgatorio ll

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cuan– do la tradición se gasta, el pueblo olvida los diálogos manteniendo vivos los bailes o su música, o partes de ellos, mezclándolos a veces con pedazos de otras pie– zas y con otros motivos tipicos carnavalescos

Así -escribe-, en las ciudades grandes y más pobladas, vemos el baile del macho-ratón persistiendo en los calteles o mascmadas callejeras aún cuando el texto y diálogo del clásico Güegüense ya se ha olvidado. Saliendo de la ciudad y llegando a nues– tros pueblos volvemos a encontrar al Güegüense o I\1.acho Ratón en toda su integlidad, con toda su es~

cellografía, su diálog-o bilingiie, su arcaico vestuario y

sus máscaras coloniales, sus bailes cmeográficos y

su valÍada y bella música. Lo mismo sucede con La Yegüita, bailete del que algunos ancianos me han dictado bozos de su lelación y que ahOla, por lo ge~

neral, sólo se baila.

Algunos entendidos en la materia han reafirmado este aporte oral de los conquistadores Mas puede

dudarse en parte de él porque, como vimos anterior. mente, los bailes prehispánicos de los indígenas esta. ban acompañados de cantos, cantares y recitaciones

en prosa, a pesar de que, de todas maneras, parece

ser real Asi, como los indios bailaban delante de sus ídolos de piedras, de la misma manera algunos de nuestros habitantes -sobre todo los campesinos_ continúan bailando delante de las imágenes de los san. tos, modalidad festiva que no hiere, por otro Jada, el dogma ni la moral católicas. La Iglesia, por lo tanto incorporó estos baíles a las fiestas o celebraciones po: trona les de las nacíentes ciudades y pueblos, civili. zándolos y, en una palabra, haciéndolos cristianos. "La fiesta religiosa --escribe Mariano Picón Salas_ es ya desde el siglo XVI el más coloreado y concreto srmbolo de la fusión o choque del alma española con la indlgena". Hay que señalar, asimismo, que las fiestas patronales no se explicaban sino por el am– biente rural formado por las haciendas.

Estos bailes, pues, nacieron y se desarrollaron durante la colonia recibiendo cada vez más el atributo español del ingenio expresado en la palabra y conser· vando, desde luego, su esencia indígena el movimien– to Ambas cualidades suponemos que estaban pre· sente en "La Yegüita" y en "Los Chi-Negros" de Nin–

dirí y en el "Toro-Venado", en el liTara Huaco" y en liLas Viejos", en "Las Inditas" y en "Los Mantudos",

en los leoneses llamados de Yegüitas, Gigantonas y Pepes en "Las Diablitos" y en "El Baíle de los Zom–

popos", en "EI Tinca" y en liLa Vaca", etcétera, bai–

les que suelen ejecutarse en las fiestas patronales, por ejemplo en la de Santo Domingo de Guzmán de Ma– nagua, en la de San Jerónimo de Masaya, en la San Raque de El Viejo, en la de San Pascual de Chinande– ga, y en Jo de San Sebastión en Diriamba y en las de Nandaime, Diriá, Diriomo y Catarina, Niquinohomo y demás pueblos aledaños Brinton describe, además, el baile de San Martín y el de San Ramón (ambos dia– logados que a mediados de la tercera década del pre– sente siglo se representaban en Diriamba), el de "Los Cinco Pares de Francia, el de Cortés o Taki-Kol y el de Moros y Cristianos

11 -BREVE OJEADA AL TEATRO DE LA COLONIA

La categoría más compleja y valiosa de nuestra folklore corresponde al teatro producido en la colonia, es decir a las obras engendradas por el mestizaje cul– tural indohispano que originó todos nuestras vetas populares y tradicionales La más rica de éstas fue el repertorio de piezas escénicas que surgió durante ese período. De ella se han conservado alrededor de una docena, entre ellas El GLiegüense o Macho Ratón, una de las más antiguas del folklore americano y la primera y más auténtica del mestizaje al que traduce sorprendentemente.

Al ELEMENTOS INDIGENAS y ESPAl'iOLES

DE EL GUEGUENSE

Hasta ahora, que sepamos, se hace esta afirma– Clan en forma clara y tajante Las otras dos piezas que le disputan los puestos anteriores son el Ollanta

del Perú y el Rabinal Achi de Guatemala Mas la pri-

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