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« Previous Page Table of Contents Next Page »Se detestaba el mal gobielno, no se odiaba la unidad nacional e impelial. Las autOlidades veían partidarios
de la r evolución francesa en todas pattes. Hoy los his– tOliadOles confunden a menudo y con agrado, noticias can influencias, simples conocimientos de hechos difun– (lidos por las gacetas con fuerzas creadoras de sucesos trascendentales Una vez más podemos repetir, segurí– simas, que la Revolución flancesa no sólo no conhihuyó en nada a la preparación de los sucesoS' que condujeron a la independencia de AméIica, sino que causó en todos los ánimos plOfundo hOrlOl En el caso plesente, hay constancia de que las autOlidades caraqueñas vielOn en algunos individuos unos lect01es de documentos Ílance–
se~ y tomaron entonces sus medidas de precaución Más o menos en los mismos años las autoridades de Vene– zuela, Nueva Glanada y Buenos Aires se hallaban frente
a los mismos temOl€S, en su mayor parte imaginarios, de posibles conspiradOles franceses en hauce de atental conha la seguridad del reino Conocido es el proceso que se hizo a Antonio Nariño, en la actual Colombia, por
ltaduch los DERECHOS DEL HOMBRE. También Se sa–
be que en Venezuela se halló a un asambleísta solitario–
y en Buenos Aires se investigó enhe neglos, italianos y
frances:es, si habia elllealidad una conspiración para imi– tar los eshagos de Patfs Nariño no consiguió hacel circulal un solo ejemplar de su traducción y en Vene– zuela y en Buenos Aires no fué posible hallah ninguna prueba de auténticos focos Ievolucionados franceses Las levueltas de negros, tan decantadas, en difelcntes partes
de Amélica, tenían todas sus fines p31ticulales y ninguna ideales separatistas En Venezuela, por oha parte, como es bien sabido, lo mismo que en el Perú y otros lugales de América, las familias más acomodadas no tenían el más insignificante deseo de independencia Todo lo que se lefiele a pleCurS01€S cliollos y a ambientes favola– bIes pata la supuesta levolución sepmatista es un con– junto de leyendas estúpidas, cIeadas por el uditoS' llenos de pr ejuicios y de partidismos. Los enemigos del go– biel1lO cenhal peninsular elan contadísimos y en Cala– cas no pasaban de Picornell y algunoS! atlas amigos apri– sionados No debe extrañar, entonces, que Picol'nell, revolucionario de vocación, uatase de levantar a CaIa– cas en contra del rey del mismo modo que había pre– tendido levantar a toda España. Ni Picornell ni sus amigos hablaban de independencia, sino del mal gobier– no de Godoy La tiranía del Príncipe de la Paz no era ciesconocida en América El conde de Aranda seguía teniendo sus par tidalios Los dos partidos estaban siem– pIe en lucha: libelales y selviles de Godoy mirábanse con profundo odio y desprecio PicOlnell fué conocido como una víctima de Godoy y halló simpatías. Unas ochenta personas empezaron a penetrar en la cálcel, con la com– plicidad de los carceleros, y a escuchar sus discursos. Enhe los admiladOlcs de Picornell 5"Obresalieron dos per– sonajes cuyos nombl'es han pasado con más fortuna a la historia Uno era don José María de España, justicia mayor del pueblo de Macuto, y el otro, don Manuel Gual, un capitán letilado muy descontento de su situa– ción después de treinta y tres años de seIvicios
El programa político de e5'tos hombles hoyes bien conocido Igualdad entre todos los españoles, criollos, neglos e indios Libertad de comercio No más envíos de oro a España No más esclavitud, no más tributos
El liberalismo desencadenado. En otros tiempos se de– cía que elan revolucionarios, cOllsphadOles que lucha– ban por la independencia del Nuevo Mundo, etcétera. Hoy podemos ver la veldad histórica con atlas ojos No
1ucllaban !nopiamente por la independencia, sino por una
leforma de las leyes Ni elan todos cliollos y hombres
i}üiJlcS, como 11an quelitio soslenel algunos novelistas En
la conspiración hallábanse complometidos un miemblo
de la l'Í.eal Auaiencia y dOfJ abogados de ese tribunal. Documentos encol1Ílados en casas de conspiradores re– Velan que los par tidalios de tantas lefounas habían pro– yectado una bandela y una cucalda con los colmes blan– co, azul, amalillo y lOjO, sÍlubolos de todas las castas Habían compuesto un himno que en el coro decía: "¡Vi– va nuestro pueblo! ¡Vivan la igualdad, la ley, la justicia
y la libeltad!" Y, lo que ef> más notable, habían pen– sado crear una Junta de gobierno que debía hacer una intensa propaganda en las provincias
El descubrimiento de estos planes y la prisión de gran número de conspÍladores obligó a Picolnell y a otros amigos a huir por diversos lumbos hasta salvarse en la isla de Tlinidad, donde dominaban los ingleses. El go– bernador de la isla, Tomás Picton, hizo sabel, el 7 de ablil de 17~71 que Inglatel1a ayudaría a quienes quisie– sen dedical'se al contrabando y fomentar el comercio li–
ble en Amélica La guel1a entre España e ~nglaterra
hizo suponel a Picornell y a sus amigos que la lebelión contra Carlos IV hallada en GIan Bretaña un aliado segUlo Los fracasos se sncedieron Uno de 1051 cons– piladoles, Manuel Montesinos y Rico, quiso atraelse al barbelo Juan José Chhinos, pero éste leveló el hecho a su confesor, el cual lo transmitió al pI avisar Inmedia– tamente 10 supo el capitán general Carbonell y Montesi– nos fué al1e&tado España y Guay huyeron a Gmazao
Celca de noventa personas tcrminmon plesas España
comctió el ellor de volvel a La Guaita y cayó pleso. Fué ahOlcado en 1799 Otros seis cOllicl"on la misma suerte. TIeillta y tres sufrieron la depOltación En apariencia.
la consphación de 1797 fué sofocada. El Plíncipe de la Paz, fundado en los informes del capitán genelal Cmbo– nel1, así lo cleyó; pelO la vel'dad era otra. Picolnell si– guió su plopaganda republicana. Había demasiados li– berales, antiguos pal tidalios del conde de Aranda, ene– migos de los jesuítas y del favOlito Godoy, que desea– ban panel fin a la vergi.ienza de su influencia en la COl–
te de María Luisa y Callos IV Los dos grandes parti– dos €~pañoles hallábanse en un momento de lucha en
que todo estaba por decidir Godoy creía aplastados a sus enemigos; éstos se sentían fuertes y apoyados por glan númelo de descontentos Las ideas liberales cir– culaban desde antaño No Clan las de la Revolución flancesa, sino las que venían desde Aranda, la expul– dón de los jesuítas y los comentaristas de S;mtJ) To–
más y de los tratadistas políticos vascos La palabra de flay FIanci&'Co de Vitoria y las enseñanzas de los teólo~
gas de Salamanca no habían muerto Con otros nombles habían inspirado a los liberales y republicanos españo– les a tlavés de dos siglos y medio Cuando llegaron las máximas de los filósofos franceses, difundidas por la Revolución de 1789, se encontraron con una base que era superior a sus alcances POl~ ello los españoles, sin aceptar la Revolución francesa, no tuvieron inconvenien– tes en tl aducir y difundir algunos esclitos que coinci-
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