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y su sistema de gobierno, es muy natural y se llrodu· jo en toda la América con mayores o menores propor– ciones, según el desarrollo del localismo existente. Como quien dice, desaparecido el padre, libres los hi– joS, y ni oír hablar siquiera de la autoridad del ber· mano mayor. Tal fenómeno de desintegración, fuera

d~ ser natural, tenía su razón de ser legal, a la luz de la filosofía política entonces de moda en toda la Amé– rica. Decía el eminente argentino don Mariano Mo– t'eno. en 1810, con ocasión del Congreso provocado para ta constitución del Estado argentino: " ... disueltos los vínculos que ligaban los pueblos con el Monarca, cada provincia era dueña de sí misma, por cuanto el pacto social no establecía relación entre ellas directamente, 'sino entre el rey y los pueblos.,. Pueden, pues, las provincias obrar por sí solas su constitución y arre· glo; debe hacerlo, porque la naturaleza misma les ha prefijado esta conducta, en las producciones y límites de sus resp'f;,tivos territorios". (13).

Pues

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esa natUl'al tendencia localista de ais– {amiento tU\j; en Centro América un pretexto histó– rico, que le' ió ocasión para manifestar con gran am– plitud y fuerza la cuestión de la anexión al Imperio Mexicano, que además sirvió también para que se ma– nifestaran los diferentes grupos económicos existen– tes en el Istmo. Efectivamente, hemos visto como. ante la disyuntiva de la independencia absoluta y la unión con México, no cada provincia, sino cada ciudad o villa -extrema expresión del localismol- obede– ciendo, bien a intereses de grupo, bien a reacción lu– gareña, tomó uno u otro camino. Esa situación tenía que agravarse ,más aún con el empleo de las armas. Fuerzas de San Salvador y Chiguimula invadieron Honduras, si bien no se vieron obligadas a actuar mi· litarmente, porque el Intendente Tinoco, temeroso y desconfiado, dimitió el mando y abandonó la provincia cuando ya había reducido por la fuerza a Omoa y Tru-jillo y se disponía a hacerlo con Tegucigalpa. Esa in– vasión de las fuerzas enviadas por 'Guatemala hirió, a '. pesar de no haberse verificado ningún hecho militar. ,el sentimiento provincial hondureño. "De aquí -dice Vallejo- data la rivalidad entre el gobierno de Hon– 'f1uras y el de Guatemala".

Mientras tanto, en la misma ciudad de Guatema– la ocurrían algunos choques armados entre republica– nos e imperialistas. Así las cosas, la presión de los imperialistas de México, se fué haciendo tan fuerte que la Junta Consultiva instalada en aquella ciudad, 1lontrolada por los antiguos funcionarios españoles y por los aristócratas guatemaltecos, desconociendo la resoluGión de San Salvador y Granada de sostener su independencia absoluta, y faltando recibir la contés– tación de 67 Ayuntamientos sobre su decisión al res– pecto, acordó la incorporación de Centro América a 1\'léxico. Así se satisfacían los intereses de los ex-fun– cionarios, que podrían seguir fungiendo bajo el régi– lDen imperial con su carga de títulos y privilegios; también los de los aristócratas guatemaltecos, que con·

{l3) Mariano Moreno, "Doctrina Democrática" págs.

273 y 275.

servaban el control del Istmo, y también los del alto clero, que se pCtnía al amparo de los afanes renovado– res de los liberales republicanos. Pero así no se cum– plía la Independencia como fenómeno integral social– histórico; porque si ella, en su faceta política, obede– ció al conflicto integral social-histórico; porque si ella, en su faceta política, obedeció al conflicto de go– bierno suscitado entre criollos y españoles, en su face– ta interna o puramente social, tuvo por razón funda– mental el choque entre grupos que representaban nue. vas formas de interés y aparecían dotados de una nue– va conciencia histórica, con las formas políticas ya ca– ducas de los grnpos burócratas y latifundistas de la Colonia. Ya hemos visto cómo en las regiones más ricas de la América y que habían tenido gran volumen de comercio material e intelect~al con Europa, esos grupos nuevos estaban constituidos por jóvenes clases burguesas, agrícolas y comerciales de raíz criolla, En Centro América, también lo hemos visto, en donde el desarrollo colonial fué tan incompleto, las nuevas fuerzas históricas las constituían los grupos avanza– dos de Guatemala y, en general. toda la población del l'esto del Istmo, con excepción de ciertos ex-funciona– rios, de ciertos clérigos y de los grupos por ellos con– trolados. Es decir, que en Centro América la oposi– ción de las tendencias conservadora y reformista, por circunstancias especiales, participaba también de un factor geográfico, o sea, que dichas tendencias esta– ban, en general, localizadas, la primera en Guatema– la y la segunda en las provincias del Sur. No debe perderse de vista este fenómeno pecu1iarísimo. Y vol– viendo a la Independencia, hay que decir que en Cen– tro América ya se había satisfecho con la separación de España el imperativo psicológico de los criollos au– tonomistas, pero quedaba vivo aún el problema inter– no que ponía frente a frente a dos grupos con intere– ses y banderines ideológicos opuestos. Desde luego esos dos problemas interno e internacional de la In– dependencia, no estaban en fOl'ma alguna separados: formaban dos aspectos de un solo gran cuerpo de le· gítimas aspiraciones de los sectores revolucionarios americanos. Por eso los independentistas de verdad no iban a cejar en su lucha: nos los iba a engañar la táctica de las clases conservadoras guatemaltecas, que tomaron parte en la consecución de la Independencia, sólo porque vieron que ella, en sí misma, no lesiona– ba sus intereses, y que más bien les permitiría asegu– rarlos mejor. Esa fué la misma actitud de las clases conservadoras en México, y el Plan de Iguala, al que ahora se amparaban también las guatemaltecas, en el fondo de su aparente inocuidad (conservación de la Re– ligión Católica Apostólica Romana, independencia bajo una monarquía constitucional y unión completa de eu– ropeos y americanos), tenía fines en verdad reaccio– narios. "En el fondo, Unión quería decir conserva– ción de los derechos adquiridos, sistema de gobierno por autoridad todavía con apoyo de la religión, pro– tección a los intereses comerciales y de propieedad de los españoles europeos y de los criollos más ricos; en una palabra, conservación del sistema colonial, úni– camente modificado por un cambio de personas y de fórmulas en el alto mando. Religión quería decir en

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