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« Previous Page Table of Contents Next Page »origen colonial: el de Provincia o provincialismo, que, al fin y al cabo, había de servir, con los años, de mol– de a las cinco actuales Repúblicas del Istmo.
La Constitución Española fué jurada y promulga– Ila en Cádiz el 18 de marzo de 1812, y las Cortes, por decreto de 23 del mismo mes, dieron un paso más de adhesión a la idea de gobiernos populares representa– Uvos, ordenando extender y fortificar el l'égimen mu– nicipal y organizarlos sobre bases totalmente demo– cráticas, pOI' lo que prohibió el remate de los puestos municipales que, como quedó dicho atrás, era el siste– ma que se había practicado en el coloniaje para la in– tegración de los Ayuntamientos,
A p,esar de que el restablecimiento del absolutis– mo a la vuelta de Fernando VII impidió llevar a la práctica esta medida, no se puede dejar de reconocer en su sola enunciación un antecedente histórico de importancia en el robustecimiento de los localismos. Por lo demás, en 1820, al constitucionalizarse de nue– vo la Monarquía, la mencionada disposición se nevó al fin a la práctica.
En todo caso, los Ayuntamientos, desde la verifi– cación de esos sucesos en España, que acabamos de narrar, fueron adquil'iendo cada vez más importancia
y comenzaron, poco a poco, a popularizar las energías
y los sentimientos de la vida criolla. Especialmente es de notarse la evolución del de Santiago de Guate– mala: en él se fué perfilando con progl'esiva diafani– dad el sentimiento antiespañol -que había de derivar en el autonomista-, a través de la ardua lucha polí· tica sostenida con el penúltimo Capitán General de Guatemala, el reaccionario don José de Bustamante y Guerra, que si durante los años de predominio liberal en España fué opresivo y arbitrario, a la reanudación del absolutismo se convirtió en el amo atrabiliario del Reino, decretando contribuciones forzosas, confiscan– do los bienes de la gente principal, sistematizando la persecución y la delación y haciendo de todos los l'a–
/110S de la administración medios de perseguir a los cl'iollos y de favorecer a sus paniaguados. C'omo ejem– plo de la valentía y l'ectitud criolla del Ayuntamiento citado está el acuerdo de 27 de agosto de 1813 en que, con ocasión de la petición de algunos otros Ayunta– mientos del Istmo, que habían sido influenciados por intereses particulares para que el Supremo Gobierno pel'petuara en el mando a Bustamante, decía que "co– nociendo este Ayuntamiento que nada es más perjuudi– cial que prevenir y engañar al Gobierno, cuyas provi– dencias, en estos casos, lejos de propender a la felici– dad de los pueblos, los conducen a Sl1 ruina; queu el carácter del Jefe no es a propósito para mandar en es– tos tiemlJOS y en circunstancias tan críticas; que su inclinación a la arbitrariedad y la dureza, su oposi– ción al entable de la Constitución y su adhesió al an– tiguo sistema, son tan conocidos, y habiendo por to– das estas razones representado este Cabildo al Alto Gobierno sobre una infinidad de ocurrencias, infrac– ciones de la Constitución, y en general, sobre el ca– rácter del Jefe y conducta al'l'iesgada y peligl'osa que obscl'Va en el mando; siendo por lo mismo convenien– te manifestar al Supl'emo Gobierno la l'ealidad de to– dO,do, los resortes y miras que lian dh'igido las indi-
cadas solicitudes de los Ayuntamientos y fos resulta. dos que podría producir el accederse a ellas, se acordó: que se presente sobre este asunto dando de él una idea clara, indicando su falta de veracidad, y pidiendo Se deseche la propuesta de los Cabildos, perjudicial y opuesta al interés de la provincia".
Le tocó a dicho Ayuntamiento enfrentarse tam– bién con Bustamante en ocasión de los levantamientos de San Salvador y Nicaragua, en cuyos cabecillas qui– so el Gobernador cebar todo su fanatismo de español
y absolutista, sometiéndolos a bárbaros castigos y tor- . pes represalias.
Dichos levantamientos tuviel'on lugar el 11 de no– viE'mbre de 1811 en San Salvador, el 13 de diciembre en León y el 8 de enero siguiente en Granada. Los dOR primeros no tuvieron consecuencias graves y fue– ron pacíficamente sofocados. El de Granada sí asu– mió mayor gravedad: se removió a todos, los emplea– dos españoles, se nombró un Ayuntaml'~G~: totalmen-
• • ~ J \'.1') te compuesto de cnollos y se hIZO pres '<:;;-:"10S coman-dantes del fuerte de San Fernando, apo~,érándose de
él. Sin embargo, los nuevos dirigentes¡'J\le Granada reconocieron a la Junta Gubernativa que se instaló en León una vez calmados los movimientos populares de dicho lugar, y al Obispo García Jerez como Goberna– dor Intendente de la Provincia, desobediéndolo, eso sí, en las medidas tendientes a favorecer a los empleados expulsos. Este fué el orig'en de la guerra que las au– toridades realistas. concentradas en Masaya, le hicie– ron a los granadinos. Después de algunas luchas, las fuerzas contendientes pactaron., pero Bustamante trai– cionó el arreglo firmado, y los patdotas de Granada fueron entonces conducidos a pie hasta Guatemala, donde el tirano les hizo sufrir mil vejaciones, a pesar de las actividades de la Audiencia, concluyendo por mandar a muchos de ellos a presidio en Omoa y Tru– jilIo, y a otros a confinamiento a los puel'tos de ultra– mar. Indudablemente que este suceso contribuyó a aumentar el resentimiento y odio colonial contra el gobierno de Guatemala y, en general, contra toda Gua– temala. Esto último -odiar a toda Guatemala- era seguramente injusto, como lo decíamos al hacer el es– tudio del l'égimen administrativo y económico de la Colonia; pero hasta cierto punto naturual, como tam– bién ahí lo decíamos, por las apariencias, en primel' lugar, y lueg'o, por la ingerencia grande de la aristo–
I~racia guatemalteca en las actividades y resoluciones de las actividades peninsulares. "Guatemala, en tiem– ,!lo del gobierno español. era la capital del Reino. En ella residía el Capitán General, la Real Audiencia y el Al'zobispo. El círculo político de estos señores no sólo se componía de españoles, sino de guatemaltecos per– tenecientes a las familias que se llamaban nobles. Los males, por tanto, procedentes de las primeras autod– dades, no se atdbuían únicamente a los peninsulares, sino a la aristocracia guatemalteca. El odi(,) de las \ll'Ovincias se marcó contra esa oligarquía, y más tarde, por equivocaciones y enores, se hizo extensivo a todo lo que fué Estado de Guat~mala", nos dice don Lo– renzo Montúfal', explicando el fenómeno aludido. (12). El resto del período que hemos llamado revolu– cionario discurrió en calma durante los últimos años:
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