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la independencia de Tegucigalpa, de la Intendencia

de Comayagua, decretada por la Audiencia ne 1816

'después de mil pedimentos, dice: "Grandes y justos eran los motivos que tenía la Villa de Tegucigalpa pa–

ra darse a todas las expresiones, desfalcos y violen– cias que cometía el Gobierno de la Capital (Comaya– gua). . .. Esta cuestión (la independencia aludida) era entonces de vital interés, porque cercenaba las facul– tades y jurisdicciones de la Intendencia, y elevaba a

la Villa (de Tegucigalpa) a ciertas alturas que causa– ban envidias, celos y recelos a los que pretendían man– tenerla bajo la presión del despotismo para el mayor éxito de sus explotaciones.... Tegucigalpa se entre– gó a todos los entusiasmos del contento porque se veía libre de los ultrajes del despotismo y despilfarros del Gobierno de nomayagua" (5).

Este ejempll) de Honduras permite ver con cla–

~'idad la desor~anización falta de plan l'acional de que ado,leció ' . 'men administrativo colonia'!. Debe íldvertirseNl la provincia de Guatemala sí exis– tió un poco •s de orden y uniformidad, tanto, por "estar más i diatas las autoddades superiol:'es, como porque los guatemaltecos, indudablemente, eran más oídos en la Audiencia y muchas veces la integraban algunos de ellos, de los llamados aristócratas. Al lado del sistema de administración civil fun– aionaba, contribuyendo a entorpecer aún más a aquél, el eclesiástico. Desde este punto de vista, el Istmo se dividía en una arquidiócesis (servida por el Arzo· bispo Metropolitano de Guatemala) y dos diócesis (por los obispos sufragáneos de León y Comayagua), las cuales se componíau de vicarías, curatos rectorales

y medio rectorales, y doctrinas, todos y cada uno de ellos con especialse atribuciones de carácter judicial, sobre todo en asuntos de familia y en los propios de

la Iglesia. Y no hay que olvidar que en este original mosaico de jurisdicciones a los comisarios del Santo Oficio que radicaban en Guatemala, Comayagua, León

y Cartago, y se encargaban de instruir las causas por . delitos contra la Fe, las cuales debían ser falladas, na– " da menos que por tribunales con sede en la Ciudad de

México.

y finalmente hay que referirse al sistema munici– pal, representado por los Ayuntamientos o Cabildos, que conforme avanzaban los tiempos y aparecían nue· vas villas o se engrandecían las existentes, iba exten· diéndose y fortificándose. Ahora bien, si ciertamen· te esas corporaciones acababan de complicar la orga· nización pública y en ese sentido puede reprocharse su existencia, en cambio, desde el punto de vista ge· neral de la historia centroamericana, debe alabársela, porque les tocó desempeñar un papel de suma impor– tancia en su desenvolvimiento sociológico. Es indu– dable que si la Colonia dejó alguna herencia de so– ciabilidad y de hábitos y capacidad para el gobierno propio, ella debe buscarse en dichos cuerpos, muchos de los cuales (especialmente el de Santiago de Gua– temala) habían de tener una acción brillante y deci·

(5) Antonio R. Vallejo, Compendio de la Historia So-cial y Politica de Honduras, tomo 1, Págs, 77 y 90.

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siva en la obra de la Independencia y en los posterio– res días de la organñzación nacional. Y es natural: sólo en ellos tuvo ingerencia el elemento criollo en

~orma libre: Sll~ aJcaldp.s y síndicos eran nombrados por elección anual de los vecinos, y los cargos de re– gidor eran rematados públicamente en (lada localidad, otorgándoselos al mejor postor. Este ú.ltimo sistema determinó desde luego, la influencia de los grupos económicamente preponderantes de la sociedad. ''Re– presentaban a la llamada nobleza criolla", dice el his– toriador Salazar, refiriéndose al Ayuntamiento de la ciudad de Guatemala con especialidad (6). Pero en

1812, por decreto de las Cortes, fueron suprimidos to– dos los oficios negociables y perpeutos de dichas ins– titucionse, declarándose que ellas se integrarían to– talmente por el voto popular. atúralmente, semejan– te disposición no había de tener gran influencia en los hechos en momentos en que la ''nobleza criolla" era la directora política de estos puebl()s. Sin embar– go, se recuerda siempre con emoción la lucha electo– ral para el nombramiento de la Municipalidad de Gua· temala de 1813. que marcó la primera manifestación colectiva del sentimiento liberal que iba a encarnar la fracción progresista del pueblo centroamericano. Pe– ro por el momento no nos interesan las divisiones in. ternas del criomsmo, sino tan sólo la aparición de éste como realidad autónoma, a través de los cabildos. Y

entonces debemos decir, que si bien ellos sirvieron de· cisivamente para el entrenamiento de las aptitudes po– líticas de Centro América, lo hicieron en la dirección

y sentido de los localismos. Los centroamericanos co. menzaron, así, su vida pública, poniéndose a pelear unos con otros, agrupados en sus respectivas locali– dades. La Audiencia o el Capitán 'General se encar– gaban, rlon sus decisiones torpes o malintencionadas sobre administración, comercio o justicia, de dar el motivo, y los munícipes o regidores, por sí y en repre– sentación verdadera de sus vecinos, daban rienda suel–

ta a sus sentimientos de rivaUdad y engreimiento de campanario.

Desde luego el fenómeno de la aparición de senti– mientos localistas, se produce en toda sociedad que opera su desarrollo inicial en un territorio muy vasto, relativamente a su densidad demográfica. Porque su joven evolución no las ha dotado aún de elementos materiales y espirituales capaces de neutralizar las tendencias separatistas de cada uno de sus grupos geográficos aislados. Pero la forma de los localismos difiere, según que dicho fenómeno sea producto del desarrollo interno propio de cada localidad o célula geográfica, o de un relajamiento y fraccionamiento de un organismo general débil; es decir, según el prin– cipio político o administrativo que se haya adoptado para la incipiente sociedad. Si se ha reconocido legal

y prácticamente el hecho del aislamiento geográfico de sus grupos, permitiendo a cada uno de ellos su evo– lución independiente, se da el primer caso y se pro– ducen individualidades orgánicas en lo político y en lo económico. Pero si se ha querido neutralizar el (6) Ramón A. Salazar, Historia de 21 años. Todas las citas de este historiador que adelante se hacen, pertenecen a la misma obra.

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