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« Previous Page Table of Contents Next Page »relativa consolidación y l'eg'ulal'ización, 1101' el hábito, de lo que en sí em incoherente. lEl histol"iadol' Jua–
HOS. «lespués de refel'irse a la limitación del entendi– miento humano, que
'i no !:)onoce las cosas sino por partes", dice: "Así lo experimentamos en el Reino de Guatemala, que seg'ún las ocurrencias de los tiem– pos, ya se hall criado alcaldías mayores, :ya se han unido los corregimientos, creciendo de esta Sllerte y
menguando le número de las provincias [lel referido Reino". Efectivamente, durante el siglo xvn, el Reino se compuso nada menos q{¡e de ü'einta y dos provincias, de las cuales, diecinueve enm corregi– mientos, nueve alcaldías mayores y cuatro gobiernos. JLa desorg'anización se agravaba pOl' el sistema mixto usado pal'a el nombramiento de los respectivos fun– cionados; el Rey nombraba a los gobernadores y a f>eis de los alcaldes mayores; el Callitán General a los tres restantes alcaldes mayores y a dieciocho corre– gidores; y, finalmente, el corregimiento del Valle de Guatemala era confiado por la Audiencia a uno de sus Alcaldes. Tal procedimiento de desig'nación mix– ta de los funcionarios, qne se empleó dmante todo el coloniaje, era desde luego el menos jmUcado pa¡'a la efectividad de la gestión pública. Continuando el examen sobre las variaciones de organización, tene– mos que a fines de dicho siglo XVl!JI desaparecieron cuat1'O correg'imientos; a pl'incipios del XV)IJHf se ex– Ungllliel.'oll dos alcaldías mayores, IIe.'o ine¡'on. II:l.'ea[1as llltras dos por el refundimiento de cuatro corregimien– tos; en 1760 otrl'Os ,dos corregimientos se convi1'tiel'oll en uno solo; en 1753 un cOl'l'eghniento se dividió en
i!llIllS alcaldías mayores, y en rtG9 una alcaldía mayor se dividió en dos. !Finalmente, las intendencias no fue– l'on creadas hasta en rns, con la intención, resumida por el historiador PereYl'a, de "com'dinar mejor la acción de los poderes central y locales y de sistema– Uzar las actividades de las autoridades subalternas". lEsta nueva institución trajo, como consecuencia la (ransfol'1JllacRón de los padidos en subdelegaciones, y
de los tenientes de padidos en :Bubflelega!llos. JLos 1-UU"
Hdos habían sido hasta entonces la base inferior pri– mera de la división administrativa, recordándose con R'especto a ellos la anomalía de que muchos eran in· dependientes de la autoridad tel'l'itol'ialmente inme– diata y estaban ligados directamente a la Real Au– diencia, por ejemplo: Nicoya, en Costa Rica, Subtia– ba, en Nicaragua, y Tegucigalpa, en Honduras. Refi– riéndose a todo esto, concluye el ilustre unionista ni– caragüense don Salvador Mendieta, que "el sistema colonial de la Península estaba hábilmente calculado, no para destruir, sino para no hacer gel'minar nunca las ideas nacionalistas en las colonias", JI así era, en efecto: semejante desorganización no era, precisamen– te, lo llamado para neutl'alizar los efectns disolventes del marco geográfico.
Pero reforcemos la idea sobre el desorden y la falta de unidad administrativa, con el examen de un caso concreto: el de Honduras. Esta sección cent1'oa· mericana, con anterioridad a 1778 se hallaba a cargo de un gobernador residente en Comayagua, a quien le estaba asignado legalmente el nombramiento de los
teni.entes (le los padidos de Olancho el Viejo, Yoro, SuIaeo, Tecoa. 'Olanchito, San Pedro Sula ~r 'Gracias a Dios, sobre los cuales tenía jurisdicción. Los puer. tos de Tmiillo y Omoa estaban gobernados por co– mandantes de nombramiento y dependientes de la Au– iliencia (que tenía especial interés en el control del cDmercio exterior), y sobre ellos el referido gobernador de Honduras no tenía la menor ínfluencia ni en lo po· lítico ni en lo puramente administrati.vo. Asimismo
~'egucigalpa, que formaba un alcaldía mayür con CIto– luteca y otras poblaciones, se manejaba con indepen– dencia del Gobierno de Honduras y en dil'ecta comu– ni.cación con la Audiencia de Guatemala, de la cual era jurisdicción. !Lenta y difícilmente se desenvolve– ría aquí la gestión pública general; pero sobre todo, ¡qué de localismos y lugal'eñismos se estaba fomen– tando, y cuántas trabas artifi.ciales para el desarrollo 'le una economía general! Ciel'tamente, como acaba. mos de decir, en 1778 cambió este or((\~,-o desor-
~.!'~ ... " den- de cosas, pero, dudosamente ~\¡!>!,.gO mejor; que no basta el cambio de denominacio~;;~s y de for~
mas para enderezar una situación, y r(,\nchas veces en nombre de la l'efol'ma no se hace más que empeo– L'arla. !Ese fué el caso en Centro América en el afio citado. y especialmente lJara Honduras. Veámoslo: en el lluevo sistema de intendencias, llamado a esta– blecer U11 oré/en terl'itol'ial definido en la administra– ción, hubo (le incorporarse Tegucigalpa a la julis– i!1cción hondm'eña; es decir, someterla a la JIntenden. (lia de Comayagua. Ahora bien, si este paso elimi. naba la anomalía de la independencia administrativa de Tegucigalpa con relación a las aútoridades a las que por motivos de orden territorial debía estar sometida, creaba oti'a anomalía sin duda mayor, cual era la de sujetar una l'egión sumamente rica y desarrollada, a otra que Xo era mucho menos. Lo razonable hubiera sido situal" la Intendencia en Tegucigalpa, cuya pre– ponderancia se nota en el hecho de haber llegadG a ser, des'Pués de tantos conflicto,s y luchas, la se(le de– finitiva de Ya CalJi.tali alJe la República Ifl:e Honduras. Pel'O ya hemos dicho como la oi'gallización adminis– trativa del Reino de Guatemala siempre pecó por no adecuarse a los marcos natm'ales territoriales yeco– nómicos del Istmo. ¿Qué resultó entGnces en Hon· dm'as? Que la Intendencia de (Jomayagult gravó fuei'– temente la industria pecuaria y los cultivos de cacao " añil, en beneficio exclusi.vo de sus fondos, y descui· dó por completo la potenci.ahnente rica industria mi– nera, que encontraba insupel'ables estorbos pal'a SU desanoHo en la f.alta de azogue. que tenía que venir [lesde España, en las trabas del comercio minero, la ign01'ancia para el obraje y la escasez de mano de obra, lEn resumen, la anexión de Tegucigalpa a Co– mayagua provocó el decaimiento completo de la mine– ría, la agricultura y el comercio de la provincia en general, que tenía su motor primero natural en dicha ciudad y regiones circunvecinas. Esto como conse– cuencia dh·ecta. y como consecuencia general de ín– elole social, la ya apuntada del fomento de localismos agresivos y disolventes de la unidad centroamericana. A este propósito vale la pena citar algunos párrafos del histol'iadm.' hondureño Vallejo, quien, comentando
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