Page 35 - RC_1968_08_N95

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coií\iértía en l'calidad en timi as'ailiblea extraordirtá– ria, por lo que su celebración venía a justificar que se consumiera en ceremonias, discw'sos y lirismos es– tériles. Apal'te de que en la práctica varias veces han pasado decenas de años sin que se celebre. En la forma en que ahora se ha previsto, América podrá te– ner la seguridad de contar cada año COn un foro con. tinental en el cual nuestras naciones puedan ir a ven– tilar sus aspiraciones, quejas y problemas; su misma periodicidad y regularidad puede permitimos además esperar que sus reuniones tengan un carácter más práctico y positivo.

El aspecto socio-económico de las funciones de la OEA ta~bién ha recibido una mejora fundamental, En forma mucho más detallada y concreta se enume– ran cuáles deben ser las actividades que los pueblos americanos esperan de su organización hemisférica en ese terreno. Acertadamente se ha hecho uso de la experiencia d los últimos años y ha habido una mayor y más satisfactoria respuesta para las aspira– ciones de progreso material y cultural de las naci(mes latinoamel'icanas que los últimos tiempos han puesto de relieve.

No están todas las aspiraciones populal'es latiDO– americanas debidamente contempladas; pero es evi–

dente que hay un avance concreto y claro. Al mismo tiempo, se ha procurado definir de mejor manera el mecanismo de los órganos encargados de desarrollar las actividades de l~ OEA en ese campo, agilizando su funcionamiento y dándoles instrumentos para que cumplan la misión que se espera de ellos.

En el aspecto de los Derechos Individuales. ,in–

clusive puede apuntarse a la Cada de Buenos Aires un avance, cual es de haber "institucionalizado." o "constitucionalizado" --como decimos en el Derecho Nacional- a la Comisión Interamel'icana de Derechos Humanos. lEn adelante será ya uno de los tantos 01,'0

ganismos que forman parte de la OlEA y su existen. cia estará contemplada en el propio estatuto orgánico de la entidad.

Esas 'y otras conquistas de quizá menor importan– cia, de sobra ameritan que el texto de las reformas sea acogido y puesto en vigor. Pero por lo mismo que la actitud de la opinión americana ante la OJEA debe ser una de carácter positivo" ya desde ahora deben em· pezar a señalarse el reverso de la medalla consisten– te en todo lo que aún no se ha alcanzado ni arreglado; se debe empezal' a perseguir la obtención futura de muchas otras mejoras que tal'de o temprano debe adop– tar el sistema interamericano.

Las reformas recién hechas, pOI' ejemplo, nada avanzan en facilitar la aplicabilidad obligatoria de los Derechos Humanos. JEsa materia sigue confiada a una Comisión que, si bien ha sido "constitucionalizada" dentro del Estatuto. sigue siendo un órgano carente de facultades impositivas pal'a sus decisiones. Ten. dremos que seguir añol'andó ilna Corte de Derechos

Humáhos shnilar a la que la· Comunid~d Europea lle~

va ya val'ios años de tener funcionando; tendremos que seguir bregando porque algún día la libertad del hombre americano no esté respaldada únicamente por una mera declaración sin efectividad inexorable, sino que por el contrario llegue a tener la garantía de una verdadera 'rey supranacional.

Tampoco se adelantó nada en dar al sistema in· teramericano un funcionario con suficiente ejecutivi– dad e iniciativa. El Secretario Generál sigue siendo un personaje de gran alto rango diplomático que sin embargo, ve sus funciones reducidas a las de un jefe de personal, un secretario de correspondencia, un al'· chivero y un asesor de los demás órganos del sistema, que debe contentarse con expresar sus opiniones en

me~io de la mayor o menor cautela que le inspire su manera de ser personal. De ahí su falta deefectivi_ dad práctica o su pesada y a veces inútil but;~'·acia.

Las Naciones Unidas, seno de conflictos y J1&'!i{";:dades mucho más irreconciliables que las que existen en Amél'ica, sigue teniendo un Secretal'io General que indudablemente goza de mayor libei'tad y estatul'a institucional que su colega americano.

Pero esta última crítica nos lleva a ¡'econocer una evidente realidad. Así como los países tienen el ca· rácter que le quieran dar sus ciudadanos, los organis– mos internachmales no pueden ser lo qUe las nacio– nes que los componen no quieren que sea, Los de– fectos de los gobiernos nacionales no están muchas veces en sus constituciones, sino en los hombres que los integran. En igual fOl'ma los defectos del siste. ma interamel'icano en mucho seguirán siendo los de. fectos que los gobiernos de América quieran que ten– ga.

No es necesario que exista unanimill1lad, o siquie– ra mayoría en contra de e.nmiendas que nos pal'ezcan nec.esarias. IDe sobra es sabido que unos cuantos go– biernos, y en honor a la verdad, no siempl'e el de los Estados Unidos entre ellos. a veces han frenado el pl'ogl'eso de la Organización. lLas fallas que Se le si· guen apuntando a la OEA., tales como la ausencia de una Col'te de Derechos Humanos, la falta de ejecuti– vidad y agilidad institucionales del Secretario Gene– ral, no son en realidad defectos de la Organización misma, Son pecados de 11nos cuantos gobiernos ame· ricanos que sistemáticamente se han opuesto a esas y a otras reformas que la opinión pública continental ha venido demandando.

Conociendo esa triste realidad, a ratos pareciera que las refol'mas l'ecientemente adoptads -no obstan· te que es evidente que en mucho- se qued¡ú'on cortas-– son el máximo a que la comunidad americana de los días presentes puede inspirar. Sólo un movimiento de opinión efectivamente vigoroso y constante pue– de dar la esperanza de que en un futuro más o menos próximo la OEA pueda ser empujada a metas más aDl–

biciosas y efectivas. Por ahora debemos contentarnos con aceptar y defender lo hasta la fecha conseguido como producto qUe es, a su vez, de procesos semejantes

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