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« Previous Page Table of Contents Next Page »Perfeccionóse mucho en la lengua el P. Fr. Alonso de Noreña, y ya predicaba en ella con mucha ele– gancia cosa que fue de mucha importancia, así para lo te~pora1 del viaje como para aficionar los indios a los Religiosos y a la doctrina que les enseñaban. Oían ellos con gusto las cosas de la fe, y sentían especial satisfacción· con que los Padres les adminis– trasen el bautismo' si bien era mucho más lo que los Padres gozaban' viendo que tan fácilmente se so– metían al yugo de Jesucristo. Más el cargo de Vi– cario, que desempeñaba el P. Casillas, no le permitió permanecer por mucho tiempo en la región; y aSÍ, aunque con grande sentimiento suyo, tuvieron que dejarla los Padres por entonces, con el ánimo de vol– ver por allf tan pronto como les fuere posible.
Cansado y fatigado el P. Casillas de andar po'." sierras y riscos asperísimos, atravesando pantanos .v
ríos peligrosos, llegó a Cachula, último pueblo de aquella provincia, en donde se sintió tan enfermo que le faltaron las fuerzas para poder continuar ca– minando. Afligióse mucho el P. Noreña, y de su aflic-· ción y causa de ella mandó aviso al P. Fr. Tomás de la Torre que estaba en Cinacantlán.
A todos los Religiosos causó la nueva gran sen· timiento, y el mayor el'a. el pocó socorro con que podían acudir al remedio del enfermo, porque en to– do el convento no había un sólo mendrugo de pan, y
como las voluntades de los de la tierra estaban tan adversas, tampoco tenían muchas esperanzas de po– der hallar ron qué socorrerle. Hicieron, no obstante, Su demanda, y movió Dios los ánimos de todos de 'tal suerte que, como si el P. Casillas fuera el padre o la madre de cada uno de ellos, así acudieron todos con grande liberalidad a su remedio. (2).
Los Religiosos que habían ido a Ciudad Real a
T '5 Casillas en aquella pequeña comunidad de Gua–
te~ia todos los ejercicios de una muy gr~nde y de mucho número de Religiosos. qran. puntuahdad en el (()ro y oficio divino, que se decla siempre a las horas señaladas de día y de noche, y gran caridad ca? los. po– bres, que el Padre Fr. Matías de Paz, que tema cUld~
do con ellos, era muy puntual en procurar ~l ~emedtO
de sus necesidades; particularmente d~ los mdl~, que las padecían gravísimas, con el contmuo trabalO de los edificios de la ciudad, y las cargas de los mercade– res".
Visitó el P. Vicario toda la Provincia d~ ~uatema
la; y viendo la ~an falta que h~b~a de mmlstr9s del Evangelio, repartIo en ella los ReligIOsos que llevo con– sigo de Soconusco. Por el buen celo con que los Re– ligiosos de la Orden habían ejercido hasta enton– ces el ministerio apostólico, había oído la mayor parte de aquella provincia y recibido con gusto el Evan– gelio' solamente la región de los Zoques no había gozado hasta entonces de este beneficio, así por es– tar algo a trasmano como porque la lengua de aqueo lla tierra era muy diferente.
PareCÍóle ocasión aquella al P. Casillas para ir a visitar dicha región, arpovechando la _circunstancia de estar allí el P. Fr. Alonso de Norena, que sabía algo de aquella lm'igua. Y así, pasada l~ Pascua de Resurrección de aquel año de 1546, pusléronse am– bos en camino. Anduviéronla toda, sin dejar pueblo que no visitasen, aunque eran más de sesenta leguas,
y los caminos más ásperos y penosos que h~y ~n el mundo (1). Era la gente noble, y los prmclpales Caciques de muy honrados términos, propiedad en qUi? excedían a los indios de otras provincias.
pedir limosna con este ~in, volvieron junto con d?S : caballeros cargados de bizcochos, pan, conservas, azu– car y una fresquera con diferentes aguas medicina– les' y de lo que venían más contentos y admirados
er~ del agrado con qu'e todos los españoles habían contribuido. Despachó luego el P. Tomás de la To– rre a dos Religiosos, pal'a que prontamente fueran a llevar aquellos socorros al P. Vicario; y el gran deseo que tenían de hallarle vivo hadales caminar más de prisa. Halláronle a la mitad del camino, porque el P. Noreña, así que le vio un poco aliviado, le lU~o
subir en una canoa río arriba para llevarle a Chia– pa. Fue grande el contento que el P. Casillas expe– rimentó al ver el cuidado que habían tenido de su regaloacudiéndole con tanta prontitud y abundancia en aquella necesidad.
Sin otra novedad, lleg'aron juntos a Chiapa; y alli tuvo el P: Vicario notiCia detallada de los grandes trabajos Y. molestias que los ,Religiosos habían teni. do que sufrir de parte del Encomendero, quizá más exasperado por el mal result¡:td,o que, su pleito había tenido en Ciudad Real.
Ya por cartas había sabid.o algo de !!sto el P. Ca– sillas; mas no era nada lo que le habían escrito en comparación de lo que habían pasado aquellos Reli· giosos en su ausencia. Trató enseguida de poner algún remedio; y a este fin mandó llamar al P. Fr. Tomás de la Torre, como más enterado que estaba de lo acontecido en Ciudad Real. Padeciendo estaba de la vista mucho en aquellos días el P. Fr. Tomás de la Torre, mas púsos~ luego en caIl!,ino levándole de la mano el Religioso que le acompanaba. Y aun'"– que con mucho trabajo llegaron a Chiapa y se tuvo a providencia de Dios el que se hallasen allí juntos los dos enfermos, porque un indio famoso que en Chiapa había les curó de sus enfermedades en breve tiempo, 'a entrambos.
La sola' llegada del P. Fr. Tomás de la Torre a Chiapa fue sobrado motivo para que el Encomende– ro no volviese a molestar más a los Religiosos: tal era el gran ascendiente que el P. la Torre ejercía en el ánimo de todos, especialmente después de lo acon– tecido en Ciudad Real.
Estando, pues, ya libres de sus achaques ambo!> enfermos, quiso el P. Fr. Tomás de la Torre llevar al P. Vicario a Cinacantlán, para que viese el nuevo edificio que allí se había hecho mientras él había andado por la región de los Zaques. Todo el pueblo había acudido a ayudarles en la construcción, pot' lo que en tan poco tiempo. terminaron la obra toda. Los estribos de las esquinas consistían en horcones fuertes, las paredes eran de cañas cubiertas de barro,
y el tejado de heno; las ventanas y puertas se cerra– ban con esteras. Con todo, había mucho aseo en todo el Convento, porque el hermano lego, Fr. Pedro Már– tir, lo tenía todo muy adornado.
Cuan~ llegó el P. Casillas, y vio la casa y el 01'·
den con que estaba trazada, fue grande el contento que recibió. Fue éste el primer Convento, propia– mente dicho, que tuvo la Orden en aquellas tierraS de Chiapa, porque en los demás lugares en que ha– bía Religiosos, no tenían sino aquellas chozas que hallaron hechas junto a la iglesia la primera vez que a ellos llegaron (3). y cosa parecida acaecía en Chiapa, donde tan bi~n fueron recibidos; pero que después, por la oposición que en todo les hacia el Encomendero, no pudieron edificar Convento sino hasta más tarde.
(1) P. Araya, Parte 11, Cap. XVI. (2) P. Araya, Parte 11. Cap. XVI. (3) P. Araya, Parte 11, Cap. XVI.
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