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su partida que cumplen con el mandato de Cristo: Cuando os persiguieren en una ciudad, hud e idos a otra ... etc.".

Pareció a los Padres esta carta escrita con buen celo; pero no les pareció el consejo, y así le respon– dieron, agradeciéndole su buena intención, que esta– ban resueltos a esperar cualesquiera suceso, confiando en Dios y en la seguridad que les daba su buena con– ciencia. No ponemos aquí íntegra la carta que en es– te sentido escribió el P. Casillas al Canónigo Perera por ser demasiado larga; está firmada en Chiapa a 20 de Septiembre de 1545 (1).

En efeCoto, cuando a Chiapa llegó el P. Casillas halló al pueblo muy alborotado. Mas como estaba pre– venido, no se inmutó; y aprovechó la primera ocasió? que se le presentó para dirigir a los indios una plátI– ca muy tierna, de este modo (2):

"Decid puntualmente, hijos míos, lo que en nos– otros habéis visto, cómo no os hemos pedido oro,. ni plata, ni eacao, ni plumas, ni gallinas para comer, smo que nos hemos sustentado con lo Que vosotros nos ha– béis dado de vuestra libre voluntad, que ha sido pesca– do y huevos. Decid con el trabaio que hemos apren– dido la lengua, y con el cuidado que os hemos enseña– do la fe de Nuestro Señor Jesucristo. Vosotros sois tes– tigos de que estáis enseñados en todo aquello que no sabias, y cada día vais teniendo más conocimiento de Dios, orden en vuestra república, polida en vuestros trajes y limpieza en vuestras personas. .Y no os digo esto porque de nuestra voluntad contra la vuestra que– rramos estar en este lugar, que con toda verdad os ase– guro que, si no gustáis de nuestra compañía, ni os ha– lláis bien con nosotros, nos saldremos al punto y os de– jaremos. Mas si vosotros gustáis de que vivamos Muí con los ejercicios que habéis visto, todos los cristianos de las Indias no serán bastantes a echarnos, porque el Emperador, nuestro gran Rey y Señor, nos ampara, que para vuestro provecho y remedio de vuestras almas nos ha enviado a esta tierra; ansí indios venimos a buscar, indios queremos, entre indios hemos de vivir, no entre españoles, que no vinimos acá por ellos, sino por vos– otros. Ved de lo que gustáis, que eso se hará. .Y si queréis que nos quedemos, no se os dé nada del Enco– mendero, ni de los Alcaldes de Ciudad Real. Decid la verdad, que esa es un muro fuerte que os ha de defen– der, y los trabajos que por ella padeciéreis, el Señor os los premiará. Y si los padeciéreis en esta ocasión, teneos por bienaventurados qUe es por la gloria del Señor; y de su parte os digo, y como ministro suyo os prometo, que ellos quedarán C<lnfundidos y vosotros honrados y ensalzados".

Amenazados y persuadidos por el Encomendero es– taban muchos indios resueltos a hacer una informa– ción falsa contra los Religiosos ante las Autoridades de Ciudad Real, imputándoles cosas tan indignas como ajenas de su gran santidad de vida que en Chiapa ha– cían; por lo que esta plática tan a tiempo del P. Ca– sillas fue de muchísima importancia para el buen cré– dito de los Religiosos, como se verá más adelante. Por otra parte el P. Casillas escribió una carta al P. Fr. Tomás de la Torre, que estaba en Cinacantlán, ordenándole que fuese a Giudad Real para que defen– diese con su valor y prudencia a los Religiosos, sa– cando a luz las marañas de aquellos que no querían que hubiese quien defendiese a los indios y a ellos les reprendiese. Filé, pues, Fr. Tomás de la Torre a Ciu– dad Real en compañía de un CaCoique, que se llamaba Don Pedro Noti, muy amigo de los Religiosos v que en este negocio estaba con todas veras de su parte, llevando también al P. Fr. Pedro de la Cruz, que era religioso de mucha inteligencia y cordura; y los tres fuéronse a hospedar en casa del canónigo Don Juan de Perera, que era el que en Ciudad Real miraba ]·fl.S

cosas de la Religión con más cariño. Reunidos aHí los cuatro convinieron en que aquel negocio se ha– bía de llevar por bien, si se pudiese. ahorrando las controversias, pleitos y disturbios, y que para esto se-

ría conveniente persuadir COn buenas razones a los Alcaldes para que desistiesen de llevar más adelante aquel tan desatinado pleito.

Así procuraron hacerlo; y Coomo el P. de la Torre era tan cuerdo, discurrió las razones más convenien– tes al caso. Propúsoselas a los Alcaldes con mucha prudencia; y eIlos contestáronle dándole esperanzas de que tanto en aquel negocio como en cualesquiera otro que se ofreciese estaban dispuestos a darle gus– to. Mas cierto hidalgo, conociendo esta disposición en que estaban los Alcaldes, en una Junta primero, "

d~~pués en pública plaza, dijo a voces: "Señores, ya veIs que este negocio no es solamente del Encomendero de Chiapa, sino nuestro y de todos, porque los frailer, tratan de que la tierra sea del Rey, y de que los indios se pongan en su cabeza, pretendiendo introducir las Nuevas Leyes de que hemos suplicado, y comienzan por Chiapa que es la cabeza de esta provincia, dicien– do éL los indios que son del Rey, y que no lIamen "nues– tro señor" al Encomendero, y que se quejen de él a los Alcaldes. Si esto pasa adelante, nosotros quedaremos perdidos, y la tierra quedará asolada, y así conviene que nos opongamos todos y tengamos en poco a los frailes, despreciándoles delante los indios, para que con eso no les den crédito".

En vista de esto cedieron los Alc,aldes, quizá por temor. Y así dispusieron siguiese adelante el pleito comenzado, para cuya solución s~~u orden a los prin– cipales indios de Chiapa, Cinacantlán y Copanabastla para que se presentasen en Ciudad Real. El fin era presenciasen un largo interrogatorio, compuesto por el Encomendero de Chiapa, por el cual debían ser exa– minados los testigos contra los Religiosos.

En el día señalado vinieron todos, y llenóse la Ciudad de indios, tanto que no cabían. Pero estando los Alcaldes sentados en su tribunal, y sabiendo los Padres el fin de aquella reunión, pensaron que aque– lla era la ocasión oportuna para el objeto que allí les había llevado. Y sin más, fuéronse al Cabildo, y pasando por medio de todos se dirigían hacia la pre– sidencia; y aunque esta junta era contra los Religio– sos, al ver los Alcaldes que venían los Padres Fr. To– más de la Torre y Fr. Pedro de la Cruz, con mucho comedimiento y cortesía mandaron apartar a la gen– te, y cuando ya los Padres estuvieron cerca se levan– taron los Alcaldes y les suplicaron subiesen al estra– do; reusábanlo los Padres, contentándose con otro lu– gar inferior; más los Alcaldes, asiéndoles de las ma– nos instáronles para que subieran y les sentaron jun– to a sí, quedando el P. Fr. Tomás de la Torre sentado entre los dos.

Estaba todo el auditorio tan suspenso y tan quie– to, que ni el ruido de una mosca se sentía; y con este silencio se tomó juramento a los Caciques y demás testigos de que dirían la verdad, y se comenzó a leer el interrogatorio. En oyendo el P. Fr. Tomás de la To– rre las preguntas de la vida y costumbres de los Re– ligiosos, con mucha modestia y oortesía suplicó a los Alcaldes no siguiese aquelIo adelante, porque aquella no era causa de aquel tribunal ni de jueces seculares. Entonces dijo uno de los Alcaldes. "Bien dice vuestra Paternidad, que no es justo que aquí se trate de esto, yes muy mal hecho que por respeto de nadie nos me– tamos nosotros en averiguar las vidas de los eclesiás– ticos, que podrá ser que nos descomulguemos". y di– ciendo ésto, se levantó y Se fué.

No parecióle bien al otro Alcalde seguir a su com– pañero, porque no pareciese que habían juntado los in– dios en vano, y así mandó pasar adelante con el inte– rrogatorio. Entone,es el P. Fray Tomás de la Torre pi– dió licencia para hablar, y habiéndosela dado dijo: "Muy maravillado estoy, señores, de ver a Vms. tan poco advertidos que no entiendan que nuestra venida dende los reinos de España a esta provincia no nos ha movido el bien de los indios solamente. sino también la conveniencia de Vms. que son de nuestra propia nación.

y como el bien que a Vms. les deseamos comunicar no

(1) Traela el P. Araya, Parte 11, Cap. XV. (2) Id. Cap. XIV.

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